#Y yo casi me daba una palmada en la frente
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Hola amorcita! Tanto tiempo! Todo bien?
hecha un lío pero saludable jajaja. Todo bien, tengo muchísimo trabajo, tuve que calificar examenes, fueron casi 300, y subir calificaciones. Ayer terminé un pequeño proyecto que tenía que subir, sobre un curso (no obligatorio pero es obligatorio, sabes?) Y hoy tengo planeaciones por hacer. Sé que me falta algo pero ya lo olvide 😅. Tu cómo estás?!
Oh! Update, ayer tuvimos junta de colegiado, los maestros. Me encontré con el chico lindo en el momento de registro y la muy tonta versión de mi le dijo con una gran sonrisa "Hola!" 🙈, no es malo, es solo que parece un mecanismo de defensa, siempre sonrió mucho y saludo con tanto afecto pero parece que soy la persona más feliz del mundo, el caso es que seguro pensó que fuí muy intensa. Y está vez nos tocó sentarnos juntos en el almuerzo. No hablamos, compartimos gestos cuando otros nos contaban cosas. Y ayer por la noche me mandó solicitud de amistad por facebook! Ni si quiera creí que supiera mi nombre!
#En el trabajo muy seguido me dicen#Siempre estás sonriendo#Te ves siempre tan feliz#Y bueno#Amo mi vida claro#Soy feliz pero siempre soy más Wednesday#I look all sunshine but I'm actually rain#No sé cómo funciona ese mecanismo de defensa#Una vez saludé a un compañero con un gran hola y saludando con la mano como si no lo hubiese visto el día anterior#Y ni siquiera nos hablabamos#Yo le caía mal#Pero por alguna extraña razón también levanto su mano saludando y sonriendo#Algo sorprendido al principio#Y yo casi me daba una palmada en la frente#What's wrong with you?!#Dear reader
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HARE || Golden Kamuy x Huntress!Reader
Obra sin fines de lucro, solo para aliviar estrés.
Golden Kamuy, ni Dead by Daylight es de mi pertenencia, cualquier atribución a su respectivo creador.
(18+) La siguiente obra contiene escenas de violencia y material sexual.
(Se que nadie va hacer caso, pero ya advertí 🫡)
Faltas de Horrografia, bienvenidas sean.
Capitulo 1
Pequeños copos de nieve danzaban en cielo frente a sus ojos, hacía frío, pero eso no le importaba, le gustaba el frío. Le ponía feliz estar a fuera por horas, casi hasta que sus dedos se ponían azul. A su «padre» le asustaba que estuviera afuera por mucho tiempo y le diera hipotermia. Le daba gracia, pues él mismo sabía que ella no iba a morirse por unos cuantos centígrados menos.
Una bala si lo haría. Y los hombres también, los de la Primera División claro que lo habían intentado.
Pero ella no les tenía miedo, ellos sí que le tenían miedo.
Era por eso que el Teniente Tsurumi le encargaba la misiones más difíciles, ya saben cuando se es necesario...fuerza física.
Ah, se le había olvidado la razón de su visita a Otaru. Tenía una misión.
—¡Maldito bastardo! ¡Se escapó!
La nariz de uno de los gemelos se rompió bajo la bota de Sugimoto. Se estrelló contra los soldados dispuesto a escapar.
Más no pudo. Se asustó una bestia se le había lanzado encima, estaba seguro, un maldito oso se había escapado de la montaña y lo había tecleado. Un humano normal no podía hacer eso.
Se estremeció al escuchar un bufido por encima de su cabeza, a la vez que un pie se colocaba encima de su cabeza.
Esperen, ¿un pie?
Lentamente elevó la mirada. Si era una pierna, no cualquier pierna, era una pierna de mujer. Era pequeña, pero voluptuosa, lo sabía debido al grosor de su pierna, parecía la de un luchador experimentado. Pero aún así se veía suave y tenía un color blanco como la leche.
Elevó más la vista. Un kimono color negro decorado de flores lleno su vista y cuando miró a través de sus atributos, se encontró con una máscara de Liebre mirándole desde lo alto.
Sip, estaba alucinando pensó ahogándose con su sangre cuando la chica lo levantó como un trapo y lo cargó hasta su «padre».
—Buen trabajo, Ana —felicitó sonriente dándole unas palmadas en la cabeza, la muchacha con máscara de Liebre asintió inexpresiva. Sentando a la fuerza al auto-proclamado Sugimoto El Inmortal.
El soldado observó como la muchacha se sentaba en una pequeña silla que los soldados le habían traído, quedando en el medio del escritorio que los separaba a los dos.
—Oigan, oigan, no sé por qué me han arrestado. Fui al local a investigar a pedido de un cliente, su prostituta fue atacada por un hombre con tatuajes, por eso le pregunté a la señora —explicó—, no tengo idea por qué demonios sus soldados y ese monstruo me atacaron.
Su cabeza fue estampada contra el escritorio con una fuerza que le abrió la frente. Los gemelos sé rieron victoriosos viendo cómo el teniente tomaba de los hombros a Ana y la sentaba lentamente en su sillita.
—Yo no sería tan grosero si estuviera en tu lugar, no es de buena impresión insultar a la hija de quien bien puede, firmar tu muerte.
Sugimoto tragó en seco, limpiándose la sangre de los ojos.
Uno de los soldados acercó una caja de dangos a la mesa, a Ana se le resbaló un poco de saliva de la boca.
—¿Así que...Inmortal, eh? —le temblaron los ojos— uno de mis hombres fue encontrado aferrándose a la vida en el río, con la mandilbula rota incapaz de hablar escribió una palabra con las fuerzas que le quedaban.
«Inmortal»
Ana se tragó tres dangos de un solo mordisco, con la boca llena observó a Sugimoto.
Maldición, en esta situación no podía concentrarse, le dolía la frente y esa maldita chica le estaba sacando los nervios. A pesar de su apariencia tierna, emanaba un aura que simplemente sacaba la mierda de si mismo.
Mastico varias veces, tenía mucha comida en la boca.
—...Por eso huiste, ¿no es así? Tenías miedo que atáramos clavos por qué tienes pieles tatuadas escondidas contigo, ¿no es así?
Debía hacerse el tonto, rápido.
—¿Oigan, están seguros que su comandante esta bien de la cabeza? Ja ja ja...
Con las cuatro bolas dulces aún en su boca, Tsurumi saca el palo de madera y lo clava en las mejillas del soldado.
—Los tienes bien puestos, ni siquiera te inmutas —sonríe—. Realmente eres Sugimoto el Inmortal.
»Únete a mi unidad, por la guerra ando corto de hombres, y las armas tampoco son suficientes. Hemos perdido más de lo que hemos ganado, ¡es nuestro turno de tomar lo que nos corresponde! Alguien con los cojones bien puestos como tú es lo que necesito ahora.
Sugimoto se queda callado. Su mirada claramente fiera y listo para atacar.
Ana hace una mueca triste, se habían acabado los dulces.
—Nah, yo paso.
Tsurumi sonríe con los dientes blancos brillándole—No tienes que pensarlo ahora, tendrás bastante tiempo para darme una respuesta. Ana.
La mujercita se levanta de su asiento, lista para su orden.
—Enciérralo en el almacén, confió que le cuidarás bien a…nuestro invitado.
La de mascara de Liebre asiente y pasa sus brazos bajo las piernas de Sugimoto, una sosteniendo firmemente su espalda. Y lo levanta, su peso no siéndole un problema.
El soldado se aferra a sus ropas, atónito de la fuerza de la muchacha. ¡Le había levantado! ¡A él! ¡Un hombre adulto!
—Esta mujer…no es humana.
Piensa mientras es depositado en la del almacén con delicadeza. Le amarra con fuerza.
La mujer coloca una lona detrás de su cabeza y con trapo que saca de su bolsillo comienza a limpiarle el rostro con una delicadeza que antes no había mostrado.
Casi parecía una verdadera mujer. Sugimoto sigue sus movimientos con atención, sintiendo el frío del trapo desinflamar su hinchando rostro.
Cuando termina, saca un pequeño compartimiento que tenía crema adentro. Sugimoto frunce el ceño y entreabre la boca un poco.
—¡No, espera!
Arranca los palillos de un tirón. El soldado suelta un quejido de dolor, ajena a ello, unta su dedo en la crema y lo esparce por la herida.
Sugimoto mueve un poco la mandíbula. Adormecida. Y observa como la mujer se sienta en una caja. Mirando al vacío.
Después de un rato, nota que la de la máscara de Liebre no se ha movido un centímetro.
—Oye —la llama—¿de donde vienes? Pareces japonesa, pero jamás he conocido a una mujer con un cuerpo como ese.
Ana se le queda viendo, inclinando la cabeza. Urga algo en su bolsillo, saca una galleta y se la extiende.
—Eh, no tengo hambre, gracias, te pregunté de donde vienes…
Ana se queda quieta un momento y se la vuelve a extender.
—No tengo hambre, ¿entiendes lo que digo?
Y como respuesta Ana le vuelve acercar la galleta.
—¡Que no quiero galleta! ¡¿Parezco un muerto de hambre para ti?!
Otra vez la galleta. El soldado tira la cabeza para atrás. Esto sería largo.
[…]
Había pasado dos horas, cuando el crujido de la puerta alertó a ambos.
Ana estaba sentada en las piernas del soldado, pintando en su rostro un bigote con un pedazo de carbón.
Se puso en guardia. Tomando de una esquina de la habitación un hacha reluciente. Un hacha de la cual hasta ahora veía.
Dos rostros se asomaron por la rendija de la puerta, uno parecido al anterior. Los gemelos.
Ana bajo el hacha un poco, pero no la soltó. Eran subordinados de su «padre» pero no eran uno de sus «Ojos».
—Hey, Ana…el teniente Tsurumi nos ha pedido relevarte, ¿por qué no vas a descansar un poco?
Dijeron con una sonrisa maliciosa en sus rostros idénticos.
—У них нет власти надо мной —por primera vez escucha su voz, muy diferente cómo pensó que sería. Era una voz delicada y suave, con un pequeño timbre melodioso, agradable de escuchar.
Pero no era tiempo de pensar en eso. Esos dos no venían con buenas intenciones.
—¿Que demonios estás diciendo? Tsukishima dijo que hacía caso a cualquier cosa que viniera del Teniente. —Kouhei murmura, molesto.
—¡¿Estás sorda?! ¡Que esperes afuera!
Antes de que siquiera pusiera un dedo sobre ella, Ana arremete contra él como una bestia, golpeándole el rostro con el mango del hacha. Reventándole los dientes en el proceso. El otro gemelo trata de agarrarla por el kimono, pero es tomado por el brazo y lanzado contra la puerta, rompiéndola en el proceso.
Con la cara rota y un diente roto, Youhei toma su rifle apuntándole. Pero Sugimoto logra saltar con la silla, estrellándose contra él. Bramando como un hombre loco.
El ruido resuena en la planta baja alertando a varios soldados, que suben con rapidez.
Se encuentran con la escena de los gemelos Nikaido recibiendo una paliza por parte de Ana. Justo cuando iba soltar su hacha con sus cabezas, uno de los soldados se apresura a quitársela, tomarla de los hombros y hacerla caminar en círculos.
No había manera en el infierno que se enfrentará a la Liebre Invernal.
Una vez calmada la situación. El Teniente Tsurumi ordena que los gemelos se mantengan distancia con Sugimoto.
Mientras tanto Ana era asistida por los soldados de la Séptima División como una princesa, masajeando sus hombros y sirviéndole dulces en grandes cantidades.
Traducción por goggle 🤓:
no tienen poder sobre mi
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Terapia Capítulo 9
-Hermana… ¿Ese es?- Sur dirigía su mirada a un lugar en particular, en una silla mecedora, había un hombre con sombrero.
-mmm… - Norte dirigió su mirada hacia donde veía su hermano.-hay mi Ernesto, otra vez se fue a sentar allí…
-Se ve, tan acabado, el pobre hombre…
-Lo sé, él ya casi ni habla y come tan poco, desde la muerte de Rosa, dejo de reír y solamente se sienta allí viendo el paisaje.
-…voy…voy a ver si puedo sacarle algo al viejo Ernesto, yo lo hare hablar, como en los viejos tiempos…-Sur se dirigía al anciano y al llegar le toca el hombro – Mi Ernesto, como estas…
El anciano, se movía lentamente, las manos le temblaban, su piel morena, con manchas en las manos y en la cara, con ropa ligera y el cabello gris. Con unos ojos cafés, miraban a Sur.
-… ¿Pablito?...– Sur reacciono con preocupación tras ese nombre, su hermana se tapó ligeramente la boca, en señal de sorpresa mientras aun sostenía al chihuahua- ¿Dónde andabas?
-*Está confundiendo a Sur con Pablo…*-Pensaba la mexicana del norte mientras miraba como Ernesto, empezaba a soltar palabras después de meses sin hablar con nadie.
Sur se arrodillo frente al anciano, Sur sostenía su mano, que temblaba y temblaba, beso sus nudillos y puso su mano en su frente, mientras el bajaba la mirada.
-Muy ocupado abuelito – Norte veía la escena, con tristeza mientras sus ojos intentaban llenarse de lágrimas, haciéndole recordar lo que paso con Pablo.-hiendo de allí pa’ ya, en los estados unidos, intentando hacerlos sentir orgullosos, y…-dudo Sur- y de ayudar a nuestra querida México.
-¡Ha! Al final si fuiste a los Estados unidos, pero mijito, si siempre estamos orgullosos de ti…-se calló por varios segundos- Tu hermana, ha estado muy preocupada por ti, siempre envía cartas mandando saludos, venga mijito, una sonrisa.
Sur levantaba la mirada, mientras que el pobre anciano le daba pequeñas palmadas en su cachete causando una sonrisa en el sureño y comenzaba a tartamudear e intentando hablar.
-oye abuelito, que te parece si me cuentas sobre como conociste a la abuela Rosa, ya vez que era tremenda la abuela…-Sur se empezó a sentar en el suelo, mientras miraba a Ernesto.
El anciano lo vio confundido, y dijo ´´ ¿De quién?´´ Sur simplemente sonrió más, mientras una mirada triste se reflejaba. Ernesto, empezó a ver más a Sur y dijo ´´ ¿Dónde estoy? ¿Dónde estás mija? ¿Y mi hija? ¿Pablito? Mijito cuanto tiempo´´ Sur lo veía, con una mirada tranquila, mientras actuaba con tranquilidad a todas las cosas que reaccionaba el pobre viejito.
Norte le entrego al chihuahua a su trabajadora Julieth, pidiéndole que lleve al chihuahua con los demás perros, mientras ella se acercaba en donde estaba Sur y Ernesto.
-Ernesto…-hablo Norte, mientras abrazaba de atrás al anciano.
-Ho, pero mira que mujer tan linda, quien es usted…espero y no me venga con tonterías, porque este hombrezote, es campo de otra granjera- Norte rio levemente.
-No te preocupes Ernesto, que te parece si damos un paseo, mientras que Pablito descansa, que llego bien cansado y necesita reposar…
-¿Pablito?, ¡AH! Si… porque no me dijiste que estabas cansado… aquí este tonto viejo molestándote…
-No se preocupe abuelito, siempre es bueno saludar…, voy adentro, lo dejo en manos de la bella dama ok…
-si…si….
Sur se acercaba a la puerta, quien lo veía era Coahuila, quien lo abrazo levemente, mientras ambos veían, como Norte lo ponía en una silla de rueda y empezaba a hablar ambos, aunque el anciano dejo de hablar y solamente se quedaba viendo a una dirección.
-Esto es injusto, es tan injusto…-hablo Sur- Esta familia no merecía tal desgracia…ellos…
-Lo se tío Sur…pero…que se le va hacer…uno ya no puede predecir las cosas que pasaran…-Hablaba entre cortados Coahuila.
-Qué edad tiene ya el viejito-Pregunto Sur, mientras le sobaba las manos a Coahuila.
-100 años...-respondió Coahuila.
-Hay cabrón…dile a tu mamá que lo deje ya marchar, entiendo que no lo controla, pero…pobre anciano, ya vivió demasiada desgracia para estar aquí aun.-Coahuila se separó y empezó a jalar a Sur más adentro de la casa.
-Sí, pero mamá no controla la cantidad de años que vivirán sus protegidos, cada año más que avanza la tecnología, su nivel de vida aumentan, si vivían hasta los 95 años, viviendo con mamá, les aumenta 30 o 50 años más-explicaba Coahuila.
-Lo sé, pero es más tortuoso verlos con lastima, y sin una posibilidad de moverse- Coahuila lo mira un poco y luego asiente con la cabeza- Una cosa más, ¿dónde está Flor y su marido?
-Ho, ellos están en la granja, cuidando del ganado, volverán cuando terminen, no te preocupes…
-Esto me deja mal, por lo menos vivir aquí es bueno, no hay espíritus ni nada que me jale las patas mientras duermo…-Sur se sobaba su cuello- o, es verdad y mi bufanda, Risa se llevó mi bufanda y se la apropio la muy ingrata.
-jajajaja…no te preocupes, una de las trabajadoras la recupero y la fue a lavar, espero y no te moleste.
-No como crees, la neta si necesitaba una lavada, casi no logro lavar mi ropa por lo de no contaminar el agua con los químicos y esas cosas…no vivo en un lugar donde la purifican y luego la re usan en la misma casa jajajaja-Ambos reían un poco, bajando la situación anterior.
Llegaron ambos al enorme comedor, con mezas de madera fina, con diseños antiguos, con un tapiz color crema y un montón de adornos y un candelabro echo con focos.
Sur vio que allí sentando se encontraban dos personas más, eran ni más ni menos que las bajas californias.
-¡He! Si son las bajas californias, ¿Qué hacen aquí?- Sur extendió sus brazos, mientras que el joven baja california, se le iluminaban sus ojos grises azulados y se levantaba a abrazar a sur- jajajajaja pero que enorme estas carbón jajaja…
-Y tú sigues igual tío-abuelo, jajajaja- BCS se acercaba y también abrazo y saludo de beso a sur en el cachete.
-Es increíble verte tío Sur.-decía BCS con una dulce sonrisa.
-jejeje, lo mismo digo, casi nunca me paso por sus estados cuando voy por allí dando vueltas al lugar.
Los 4 se fueron a sentar a la enorme meza, Mirinda entregaba bebidas a los 4, mientras aún se prepara algo para comer.
-Y cuéntenme, que tal está el asunto aquí, algún chiste entre los norteños del país, halen ahora o callen para siempre, porque ahora que Norte esta con Ernesto aprovechen para contarme sus más oscuros secretos – Sur sonrió tras eso último, mientras que Coahuila le salía un sudor frio detrás de su nuca.
-Bueno ahora que lo mencionas, tenemos un problema enorme ahora- Dijo Coahuila- En estos últimos meses a aumentando la cantidad de Mexicanos en Estados unidos.
-Sí, y ¿Cuál es el problema?- pregunto Sur extrañado.
-El problema es que…Texas, California, Nuevo México, Arizona, Nevada y Colorado, están recuperando sus poderes. -Tras decirlo, el sureño escupió su bebida, mientras gritaba un ´´QUE´´ enorme – recuerda que la razón por la que no tenían poderes, es porque tras la invasión había más estadounidenses en ellos que mexicanos, pero ahora que ha crecido volviéndose la primera minoría originaria en Estados unidos.
-¿Y que te hizo creer que los recuperaron?-dijo con un tono molesto.
-Resulta que, en mi intento de detener la caravana de migrantes entrara sin salir heridos, intente atravesar el rio bravo.
Flashback
-Por favor, deténganse, saldrán heridos y quien sabe lo que podría pasarles – Yo los perseguía ellos ya habían llegado al muro que me separaba de Texas, intentaba cruzar el rio, y desde allí vi a Texas.
Estaba parado inerte en con las puertas abiertas, un hombre iba a derribar a Texas, mientras otros dos esperaban su acto.
Pero en vez de eso, Texas lo sostuvo de la cara, yo veía desde lejos mientras me miraba con seriedad y una pequeña sonrisa, salía de sus labios, y como si fuera una pequeña rama…reventó su cabeza, haciendo que los otros dos volvieran atrás mientras gritaba, yo lo vi y solamente vi a un estado lleno de odio…
Fin del flashback
-¡Y LUEGO LOS MEDIOS DE NUESTRO PAIS Y DEL IDOTA DE USA, ME SEÑALARON A MI! ¡PUEDES CREELO!- los tres presentes solo la miraban mientras maldecía a estados unidos y a Texas.
-Yo también lo vi con mi marido California…-Hablo BCS.
Flashback
Nos encontrábamos acampando en la montaña San Gorgonio, en california.
-Hey hijo, que te parece si vas por unas ramas mientras que yo y tu madre pescamos, luego te ayudo a terminar de construir las tiendas de acampar.- California le dijo a BC que fuera por ramas, para la fogata, mientras que él y yo iríamos a recolectar pescados. BC al principio recolecto algunas alrededor, pero luego se adentró más al bosque.
-mmm… estas están mejor, no están tan húmedas y parece estar seca, eso ayudara más al fuego – En eso mi BC, encontró a una cría de lobo que estaba atrapado entre algunas de las ramas. – ¡Ho!, tranquilo te sacare de allí – Sin saberlo mi pobre bebe estaba siendo rodeado por lobos, en cuanto termino de quitar las ramas y rocas, el cachorro corrió lejos de él y se dirigió a su manada, que ya lo rodeaban.
Yo y california escuchamos el grito, que dio BC y corrimos en su auxilio, mi pobre bebe estaba mordido en su hombro, y tenía algunas de sus ropas rasgadas. California se puso entre él y el lobo y de un ataque de ira, le salió un rugido y en sus manos salieron garras y algo de pelaje, en eso uno de los lobos intento atacarlo, pero lo derribo sin problemas de un solo golpe.
Los lobos vieron que california era más fuerte y decidieron retirarse.
Fin del flashback
-Por suerte teníamos un quit de medicamentos y sanamos a mi pobre bebe – BCS jalaba los cachetes a BC mientras este sudaba frio y se sonrojaba- pero mi marido, miraba sus manos, incrédulo de lo que veía.
-También escuche del tío Sonora, que Arizona y Nuevo México, pasan por lo mismo, el tío Arizona, podía encender un fuego como si fuera un mechero su mano y Nuevo México dice que no se ha sentido bien, el tío Sonora hablo con el tío Chihuahua y dice que como ella era de las más jóvenes de nosotros cuando paso lo de la invasión, ella nunca descubrió cuales eran sus poderes. – Explico BC.
-Dios mío…y eso lo sabe su madre…-Sur tenía una sorpresa grande al escucharlo.
-Se lo dije, a mamá, pero Texas negó todo- Dijo Coahuila enojada.
-Mamá no ha podido ir a California estos meses, por lo cual no lo ha comprobado, pero tengo entendido que Sonora le hizo un video a mamá de Arizona con lo de poder encender su dedo, y que no es un truco, como los que hacen los magos.-explico BCS.
-Dios…esto es malo…-dijo Sur preocupado.
-Yo no lo veo tan malo, es un milagro que recuperen sus poderes después de tanto tiempo…-Dijo BCS, mientras sur la miraba seriamente.
-Bueno, no es como si fuese la cultura estadounidense lo que los ayudo, si no que tuvo que pasar mucho y que los mexicanos tuvieran más lugar en estados unidos que antes. Ademas… si se entera CIA, tal vez los venda para hacer experimentos, como lo que intentaron hacer la doctora esa de mierda y secuestro organizado con todos nosotros.- BCS se sorprendió, recordando los puntos en el cuello de su madre.
-lo olvide… es cierto, por esa razón ocultamos nuestros poderes…-Dijo la BCS.
-Y es por eso que USA no tiene poderes, porque los matarían con sus experimentos para descubrir cómo usarlos a su favor…-dijo Coahuila- Que para mí no sería nada malo, mientras solo lo hagan con ellos y no metan a los demás países en esto…
-Pues tu padre, ha mejorado con sus poderes con eso de los sucesos del 2013…así que no sé qué tanto les haya advertido Guatemala a USA y Canadá, del no usar sus poderes frente a las organizaciones y las personas.
-Y crees que si el abuelo USA controla sus poderes, ¿pueda curar lo que nos hizo en los ojos?...-Exclamo BC
-No, no hay cura para esto…-Dijo Coahuila molesta, causando una inquietante ambiente al lugar, BCS al notarlo decidió cambiar de tema.
-Yo he escuchado muchas cosas de Sonora y Chihuahua- dijo tapando un poco su sonrisa BCS.
-¿A si? ¿Cómo cuáles?..-dijo sur.
-Sonora anda metido con Montana uno de los seguidores de USA, y dice que ambos Handan juntos desde hace ya 10 años… jejejejeje pero que lo mantienen oculto porque en Sonora, se ve mal andar con otro hombre…
-Chale,…diría que pena, pero la neta me vale verga, Sonora no es mi más querido sobrino, y la neta, con respeto a sus ciudadanos que son muy fiesteros y alegres, pero Sonora y yo no nos llevamos…
-Bueno, pero lo aceptas aun así…-Dijo Coahuila.
-Pues claro, no soy hipócrita, el amor es el amor, no negaría a alguien nunca eso.
-Bueno eso pasa con Sonora, pero Chihuahua la tiene más grande el problema, pues este wey, parece ser que la señorita Yakutia una de los estados de Rusia, se enamoró perdidamente de Chihuahua, aunque no se dio cuenta el cabrón, hasta tres años después…-Dijo Coahuila, mientras cubría su rostro con su mano- Pero conociéndolo bien, su fría personalidad obviamente lo haría no verlo, aun mas con lo de estar atrapado en su mundo.
-¿Y cuándo sucedió?-Pregunto sur
-Paso exactamente tres años atrás – dijo con un tono decepcionante por parte de BC- en uno de esos viajes que hace mamá Norte, para estrechar lazos con lo pises, y siempre se lleva a uno de nosotros para que nosotros hagamos lo mismo y pues parece que visitaron ese estado y que de allí ella conoció al tío Chihuahua.
-¿Y el que piensa de eso?
-Bueno, creo que hablo con ella, y dijo algo de que él no está hecho para enamorarse, y que no está listo para una relación, que tiene muchos defectos etc. etc., ya sabes el cuento típico, y que dice que se lo tomo bien, pero creo que tomárselo bien para él, fue que lo golpeara justamente en la cara… de allí ya no se mas de él y de ella.-explico BCS
-Genial tenemos a la reina del hielo enojada con nuestro perro nacional jajajajajaja-Sur, Coahuila y BC rieron juntos.
-Sabes qué otra cosa paso…-Dijo BCS con una sonrisa traviesa mientras juntaba las manos.
-¿Que paso?-pregunta Sur curioso
-Que a mi bebe, un estado le pidió matrimonio – En es BC escupió su agua, y empezó a golpearse el pecho, por el ahogamiento, mientras que Sur esta vez estaba helado, en su silla con una boca abierta, mientras que Coahuila solamente ponía su mano en la cara.- ¡No es genial!
-¡NOO! nada genial, quien fue la canija, para explicarle unas cosas.-exclamo Sur enojado.
-No fue una chica…-Sur lo vio aún más sorprendido, mientras que BC se tapaba la cara con sus dos manos y se hacía bolita en la silla.- Fue un chico…
-… ¿quien? ¿Quién tiene los huevos de pedirle matrimonio a un sobrino mío? Para ir a partirle la madre, me vale verga su nivel o lo que sea…-se paro Sur de la silla.
-Si no mal recuerdo se llamaba Tokio…-Dijo BCS mientras ponía su dedo índice en la barbilla.
-¿Que Tokio? Pero si es un estirado de mierda, el wey no le gusta nada, que no venga de su país, porque se fijó en BC…no digo que no estés guapo, pero conociéndolo a él, me sorprende.-Sur volvió a sentarse, mientras cruzaba los brazos.
-¿Eso importa?, alguien más ha visto la belleza de mi hijito, saber eso me da tantas esperanzas de que el encuentre el amor, como lo hice yo con su padre. – BCS le salía brillos de felicidad.
-* No cabe duda que ella agarro la inocencia y ingenuidad de mi hermana…* -Pensó el sureño- Claro que no, ustedes saben lo que pienso del matrimonio entre países y estados.
-Bueno a la defensa de mi hermana, no creo que todos pasemos por lo mismo que paso mamá, con todo respeto tío Sur.- Dijo Coahuila- Pero si estoy en las mismas que tu…
-Claro que no, todos los países que se casan terminan en deudas financieras con el otro, el casamiento entre países, no es más que una deuda enorme dependiendo de la fuerza de uno, si te casas con alguien de primer mundo, este no te ayudara con nada, más bien te lo quitara todo, para que luego seas solamente un pobre diablo suplicándole. Es como llamar a la muerte…Y con los estados igual, afectan tu rendimiento arrebatándote todo, hasta que seas tú el que se venda a él para pagar la duda… o que crees, que Polonia, Francia, Chile y mi hermana estaban felices cuando empezaron las deudas…
-Pero tío sur, yo…-BCS fue interrumpida por Sur.
-Tú te salvaste de eso, porque tanto tu como California le pertenecían a México, pero tras separarse y que USA los terminara divorciando, no tuviste que pasar por esas cosas, eso sí, crear el estado de BCS fue lo más difícil, por eso le dejaste a BC tu tierra y tú te quedaste con el que sería suyo al final.
-Pero y si él no tiene esas intenciones, si es amor verdadero…
-Ya mamá, déjalo así, además, yo no lo amo ni nada, no tengo esa habilidad recuerdas… sé que quieres que sea normal, pero ya es tarde para mí…-Dijo BC
-*suspiro* miren sé que pueden pensar que soy malo por esto, pero no estoy en contra de nada realmente, pero lo que hacemos nosotros, no es lo mismo lo que hacen las personas, ellas tienen su tiempo y razones, nosotros no, nosotros no somos como ellos, enamorarse esta bien, estar con alguien está bien, pero casarse, vivir juntos, tener una familia, no es lo mismo que con las personas…puedes tu BC enamorarte de una persona, no importa su sexo, religión, aspecto, partido al que va, gustos, eso no me molesta, puedes hasta casarse con él o ella…pero con un estado es difícil, y con un país aún más… eso de que lo mío es tuyo y lo tuyo es mío, no va con nosotros, no es como si el estado o país pueda abandonar su puesto, si lo hace, esa gente que vive en el moriría, ustedes son únicos por el hecho de que son irremplazables, si el país, se va junto con la capital, ya no hay nadie que los salve… puedo decirte que si ‘’sientes’’ algo por Tokio, tienen todo el derecho de sentirlo, pero nunca aceptes nada de él, nada de joyas, dinero, comidas o cenas, en lugares lujosos, porque ya te tendrá luego una lista de las cosas que le ´´debes´´ porque si el solamente lo paga…olvídalo, no lo aceptes…así es como endeudaron a México, si lo hubiera sabido… tendríamos más…-Sur callo un momentos- perdón si estoy siendo negativo…
-Claro que no tío-abuelo Sur…comprendo lo que dices…
-Yo también – los cuatro voltearon a ver a la persona de la voz- Yo también comprendo perfectamente lo que dices y lo acepto totalmente…-Era Norte quien estaba parada viendo todo.
-Hermana…
-mamá- dijeron BCS y Coahuila al unísono- ¿Desde cuándo estas allí?-pregunto Coahuila.
-Desde que iniciaron a hablar del no prometido de mi nieto – BC se tapó la cara con su gorro, murmurando cosas debajo de ella.- Hermanito, comprendo tu preocupación, en mi experiencia, también diría que casarse es una mala idea, pues me case dos veces y esas dos veces ninguna fue prospera o duradera, aunque una, me dio una hermosa hija- Norte se acercó a Coahuila, y acaricio tiernamente su cabeza- y otra me dio esperanzas y me enseño el arte de la medicina. Pero, no negaría a nadie a casarse, solo imagínate que nuestros hermanos se casaran, y mira que entre nuestros hermanos hay mucho amor, solo imagina que Ecuador y Bolivia se decidan casar, pero, ignorando totalmente esto de las ganancia del uno y del otro… que sea solo amor, y que entre ambos mejoren como personas, claro, el casamiento no es algo necesario, solamente es un sueño, ve ver a ambos en mostrarle al mundo, lo felices que se volverán.
-Gracias, mamá… - Dijo BCS con una sonrisa
-Ufff…te daré la palabra dela razón, por ahora... solamente porque, Ecuador está muy enamorado de Bolivia… aunque sigo en desacuerdo, con cualquiera de nosotros- Expreso sur, haciéndose más para atrás con la silla- ¿Cómo esta Ernesto?...-desvió la mirada tras su pregunta, Norte quien lo vio, se acercó a él y le acaricio la cabeza, anticipante ante cualquier pensamiento que podría tener su hermano.
-Flor y su marido, llegaron y se los encargue, estará bien, no te preocupes.- Sur se le notaba un sonrojo, leve aunque aún desviaba la mirada.
-Señorita Maria, Ricardo y yo iremos por los últimos ingredientes al supermercado- caminaba Mirinda hacia Norte, avisando de su pequeña salida.
-¡Ho! Puedo ir- Dijo Sur- les prometo portarme bien- Mirinda rio tras ver los ojos de cachorro que puso Sur al verla a ella y a Ricardo.
-Claro joven Alejandro, nos encantaría que nos acompañe.
-Yo también puedo ir – Dijo BC quien se levantaba de la silla.
-Por supuesto, mientras más manos mejor, y ya que van con migo tres fuertes hombres, aprovechare a comprar más cosas jijijiji – Ricardo solamente ponía una mirada incomoda, mientras Sur y BC se miraban entre sí.
Tras dirigirse a la puerta, Norte le entregaba dinero a Mirinda, Sur se fue al auto mientras era seguido por BC y Ricardo.
-jejeje, es gracioso, Alejandro es como un niño, con que le digas que irán a algún lado, se emociona como si fuéramos un parque de diversiones – recapacitaba Ricardo el ver a Sur estando ya entrando al auto, pues Ricardo lo abrió con la llave inalámbrica.
Sur gritaba que se apresuraran, quien Baja california acepto la orden y corrió al auto y se subió con su tío. Ricardo los veía, mientras esperaba a Mirinda.
-* jejejeje, lo que es tener una vida eterna, olvidas a veces lo que es ser joven…pero…apuesto que no es lo que muchos de ustedes esperan…¿no?- Mirinda toca el hombro de Ricardo.
-¿Pasa algo gracioso?-pregunto Mirinda algo preocupada.
-No…solo es divertirlo verlos a ellos dos…ya sabes porque…-Ricardo le sonríe a la Mirinda, mientras ella le sonríe y le da dos palmaditas en el hombro de Ricardo.
-jejeje, si, vamos, que nos esperan.
-Si.
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En la marcha al supermercado, Sur y BC hablaban sin parar, Ricardo reía de sus comentarios, y Mirinda participaba en sus locas teorías.
-Te digo Mirinda, que he saltado de lugares tan altos que lo que hacen en las caricaturas es una mierda a comparación mía- Sur presumía de su habilidades en ciertas áreas, mientras que BC se sorprendía y Mirinda no le creía nada de lo que decía.
-Hay por favor, Alejandro, como va hacer que saltaste desde una montaña en Nepal, nunca te he visto salir del país.- Sur hico una carcajada en silencio, mientras miraba a BC quien también reía mientras se tapaba la boca.
-jejeje algún día entenderás Mirinda – La señorita Mirinda hacia un puchero tras el comentario de Sur, ella se dio cuenta de la complicidad de BC quien entendía el parloteo del sureño.
-Que injusto ustedes dos saben algo no es así – Mirinda se da la vuelta e intenta alcanzar a Sur y a BC desde la parte de adelante, ellos dos se hacían para los lados para que no los alcanzara.
Ricardo quien tenía una cara de pocos amigos, obligo a Mirinda a volver a sentarse.
-No seas imprudente Mirinda, compórtate, no queremos un accidente por las pendejadas de ustedes tres – BC y Sur reían mientras Mirinda volvía a hacer un puchero.
Tras llegar al supermercado, Mirinda le dio papelitos de las cosas que debían recoger cada uno de los chicos, mientras ella iba a la sección de carnes y pescado.
-Nos veremos en la sección de ropa de acuerdo, lleven cada uno un mini carrito, para que no tengan que cargar con todo de acuerdo- Los tres chicos asintieron, y se pusieron en marcha a las ubicaciones de los alimentos y objetos que necesitaban.
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Sur se encontraba en los lácteos, recolectando queso, y olfateando algo de pan de la tienda.
-Se nota que mi hermana ni malgasta tanto el dinero, de por si tiene animales, solo compra las cosas que no puede hacer tan rápido, -Sur olfateaba los panes- huaaaa… se me antoja algo de esos panes wey… espero tener algún pastel por mi llegada, si no me sentiré traicionado – Sur veía todo desde el reflejo del refrigerador donde mantenían frescas los lácteos.
Pero de repente en cuanto cerró la puerta del refrigerador que el mantenía abierta, observo a alguien moviéndose rápidamente. El sureño volteo hacia esa dirección, y sin miedo decidió ver qué pasaba.
Sur se encaminada lentamente hacia un sector alejado del supermercado, cerca de los juguetes, y del almacén, mientras caminaba, sintió un escalofrió, sentía que algo pasaría, y sin darse cuenta alguien le toca el hombro y rápidamente, suelta el mini carrito, y sostiene la mano jalándola hacia el frente y enrolándola haciendo que u victima sintiera algo de dolor.
-Auch tío-abuelo Sur, eso duele mucho – quejo BC quien tenía una cara de dolor, sur al verlo al final lo soltó y se disculpó- Que haces aquí, estas explorando el lugar, ya terminaste tu parte de las compras…-Sur levanto el mini carito, viendo que nada se haya roto.
-he…si… algo así…-BC se acercó a él y le pregunto si se encontraba bien- Si todo bien, no pasa nada volvamos con Mirinda, no hay que preocuparla.
Sur observo por última vez el almacén, y retomo su camino con su sobrino.
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Mirinda los esperaba a los tres con un montón de pescados. Sur al ver a los pescados les empezó a tocar los ojos, haciendo que su nieto tuviera una cara de asco.
-Que irónico que te de asco el pescado, a pesar de que en tus tierra se pesca mucho- Decía Sur mientras agarraba el pescado y se lo acercaba a BC.
-¡¡¡¡HIII!! ¡PREFIERO EL TURISMO, MUCHAS GRACIAS!- Sur reía tras la relación de su nieto, quien se escudaba en Ricardo, mientras que Mirinda le arrebata el pescado y le da un golpe en la cabeza a Sur.
-No me desperdicies el pescado, que de por sí, es difícil conseguir algo fresco, las tiendas de ahora solo les gusta vender basura.- Regañaba Mirinda a Sur, quien se sobaba la cabeza con un puchero y una mini lagrimita.
-Huy perdón- dijo Sur con puchero.
Los cuatro se dirigían a pagar, mientras sur pasaba para el otro lado para recoger los alimentos que compraron, mientras se llevaba consigo a BC y a Ricardo. Pero en ese momento Sur sintió que lo observaban, y vio a alguien conocido salir afuera del Supermercado, Sur en su reacción abandono a BC y a Ricardo con las cosas, mientras salía y buscaba con la mirada al ser que buscaba.
-Donde carajos estas, maldito bastardo…-Sur observaba su alrededor, pero no veía nada- Se habrá escapado, imposible…no hay tanta gente hoy…no... Maldita sea…
Baja california desde su sitio, observaba desde lejos que su tío no estaba bien.
Continuara.
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Aquí tenemos el nuevo capitulo, espero y les este gustando mucho.
Gracias a @remedysix por su ayuda como siempre VwV
Eso es todo, muchas gracias por leer VwV
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UN HOMBRE SIN SUERTE
EL DÍA QUE CUMPLÍ OCHO AÑOS, mi hermana —que no soportaba que dejaran de mirarla un solo segundo— se tomó de un saque una taza entera de lavandina. Abi tenía tres años. Primero sonrió, tal vez por el mismo asco, después arrugó la cara en un asustado gesto de dolor. Cuando mamá vio la taza vacía colgando de la mano de Abi, se puso tan blanca como ella.
—Abi-mi-dios —eso fue todo lo que dijo mamá— Abi-mi-dios —y todavía tardó unos segundos más en ponerse en movimiento. La sacudió por los hombros, pero Abi no respondió. Le gritó, pero Abi tampoco respondió. Corrió hasta el teléfono y llamó a papá, y cuando volvió corriendo Abi seguía de pie, con la taza colgándole de la mano. Mamá le sacó la taza y la tiró en la pileta. Abrió la heladera, sacó la leche y la sirvió en un vaso. Se quedó mirando el vaso, luego a Abi, luego el vaso y finalmente tiró también el vaso a la pileta. Papá, que trabajaba muy cerca de casa, llegó enseguida, y todavía le dio tiempo a mamá a hacer todo el show del vaso de leche una vez más, antes de que él empezara a tocar la bocina y a gritar. Mamá pasó como un rayo cargando a Abi contra su pecho. La puerta de entrada, la reja y las puertas del coche quedaron abiertas. Sonaron más bocinas y mamá, que ya estaba sentada en el coche, empezó a llorar. Papá tuvo que gritarme dos veces para que yo entendiera que era a mí a quien le tocaba cerrar. Hicimos las diez primeras cuadras en menos tiempo de lo que me llevó cerrar la puerta del coche y ponerme el cinturón. Pero cuando llegamos a la avenida el tráfico estaba prácticamente parado. Papá tocaba bocina y gritaba «¡Voy al hospital! ¡Voy al hospital!». Los coches que nos rodeaban maniobraban un rato, milagrosamente conseguían dejarnos pasar y un par de coches más adelante, todo empezaba de nuevo. Papá frenó detrás de otro coche, dejó de tocar bocina y se golpeó la cabeza contra el volante. Nunca lo había visto hacer una cosa así. Hubo un momento de silencio y entonces se incorporó y me miró por el espejo retrovisor. Se dio vuelta y me dijo:
—Sacate la bombacha.
Tenía puesto mi jumper del colegio. Todas mis bombachas eran blancas, aunque eso era algo en lo que yo no estaba pensando y no podía entender el pedido de papá. Apoyé las manos sobre el asiento para sostenerme mejor. Miré a mamá y ella gritó:
—¡Sacate la puta bombacha!
Y yo me la saqué. Papá me la quitó de las manos. Bajó la ventanilla, volvió a tocar bocina y sacó afuera mi bombacha. La levantó bien alto mientras gritaba y seguía tocando, y toda la avenida se dio vuelta para mirarla. La bombacha era chica, pero también era muy blanca. Una cuadra más atrás una ambulancia encendió las sirenas, nos alcanzó rápidamente y nos escoltó. Papá siguió sacudiendo la bombacha hasta que llegamos al hospital. Dejaron el coche junto a las ambulancias y se bajaron de inmediato. Sin esperarnos, mamá corrió con Abi y entró en el hospital. Yo dudaba si debía o no bajarme: estaba sin bombacha y quería ver dónde la había dejado papá, pero no la encontré ni en los asientos delanteros ni en su mano, que ya cerraba desde afuera su puerta.
—Vamos, vamos —dijo papá.
Abrió mi puerta y me ayudó a bajar. Cerró el coche. Me dio unas palmadas en el hombro cuando entramos en el hall central. Mamá salió de una habitación del fondo y nos hizo una seña. Me alivió ver que volvía a hablar, daba explicaciones a las enfermeras.
—Quedate acá —dijo papá, y me señaló unas sillas naranjas al otro lado del pasillo.
Me senté. Papá entró en el consultorio con mamá y yo esperé un buen rato. No sé cuánto, pero fue un buen rato. Junté las rodillas, bien pegadas, y pensé en todo lo que había pasado en tan pocos minutos y en la posibilidad de que alguno de los chicos del colegio hubiera visto el espectáculo de mi bombacha. Cuando me puse derecha el jumper se estiró y mi cola tocó parte del plástico de la silla. A veces la enfermera entraba o salía del consultorio y se escuchaba a mis padres discutir. Una vez que me estiré un poquito llegué a ver a Abi moverse inquieta en una de las camillas, y supe que, al menos ese día, no iba a morirse. Y todavía esperé un rato más. Entonces un hombre vino y se sentó al lado mío. No sé de dónde salió, no lo había visto antes.
—¿Qué tal? —preguntó.
Pensé en decir muy bien, que es lo que siempre contesta mamá si alguien le pregunta, aunque acabe de decir que la estamos volviendo loca.
—Bien —dije.
—¿Estás esperando a alguien?
Lo pensé. No estaba esperando a nadie o, al menos, no es lo que quería estar haciendo en ese momento. Así que negué y él dijo:
—¿Y por qué estás sentada en la sala de espera?
Entendí que era una gran contradicción. Él abrió un pequeño bolso que tenía sobre las rodillas. Revolvió un poco, sin apuro. Después sacó de una billetera un papelito rosado.
—Acá está, sabía que lo tenía en algún lado.
El papelito tenía el número 92.
—Vale por un helado, yo te invito —dijo.
Le dije que no. No hay que aceptar cosas de extraños.
—Pero es gratis, me lo gané.
—No.
Miré al frente y nos quedamos en silencio.
—Como quieras —dijo él, sin enojarse.
Sacó del bolso una revista y se puso a llenar un crucigrama. La puerta del consultorio volvió a abrirse y escuché a papá decir «no voy a acceder a semejante estupidez». Me acuerdo porque ese es el punto final de papá para casi cualquier discusión, pero el hombre no pareció escucharlo.
—Es mi cumpleaños —dije.
«Es mi cumpleaños —repetí para mí misma—, ¿qué debería hacer?». Él dejó el lápiz marcando un casillero y me miró con sorpresa. Asentí sin mirarlo, consciente de tener otra vez su atención.
—Pero… —dijo y cerró la revista—, es que a veces me cuesta entender a las mujeres. Si es tu cumpleaños, ¿por qué estás en una sala de espera? Era un hombre observador. Me enderecé otra vez en mi asiento y vi que, aun así, apenas le llegaba a los hombros. Él sonrió y yo me acomodé el pelo. Y entonces dije:
—No tengo bombacha.
No sé por qué lo dije. Es que era mi cumpleaños y yo estaba sin bombacha, y era algo en lo que no podía dejar de pensar. Él todavía estaba mirándome. Quizá se había asustado, u ofendido, y entendí que, aunque no era mi intención, había algo grosero en lo que acababa de decir.
—Pero es tu cumpleaños —dijo él.
Asentí.
—No es justo. Uno no puede andar sin bombacha el día de su cumpleaños.
—Ya sé —dije, y lo dije con mucha seguridad, porque acababa de descubrir la injusticia a la que todo el show de Abi me había llevado. Él se quedó un momento sin decir nada. Luego miró hacia los ventanales que daban al estacionamiento.
—Yo sé dónde conseguir una bombacha —dijo.
—¿Dónde?
—Problema solucionado. —Guardó sus cosas y se incorporó.
Dudé en levantarme. Justamente por no tener bombacha, pero también porque no sabía si él estaba diciendo la verdad. Miró hacia la mesa de entrada y saludó con una mano a las asistentes.
—Ya mismo volvemos —dijo, y me señaló—. Es su cumpleaños. —Y yo pensé «por dios y la virgen María, que no diga nada de la bombacha», pero no lo dijo: abrió la puerta, me guiñó un ojo, y yo supe que podía confiar en él. Salimos al estacionamiento. De pie yo apenas le pasaba de la cintura. El coche de papá seguía junto a las ambulancias, un policía le daba vueltas alrededor, molesto. Me quedé mirándolo y él nos vio alejarnos. El aire me envolvió las piernas y subió, acampanando mi jumper; tuve que caminar sosteniéndolo, con las piernas bien juntas. Él se volvió para ver si lo seguía y me vio luchando con mi uniforme.
—Mejor vamos pegados a la pared.
—Quiero saber a dónde vamos.
—No te pongas quisquillosa, darling.
Cruzamos la avenida y entramos en un shopping. Era un shopping bastante feo, no creo que mamá lo conociera. Caminamos hasta el fondo, hacia una gran tienda de ropa, una realmente gigante que tampoco creo que mamá conociera. Antes de entrar él dijo «no te pierdas» y me dio la mano, que era fría y muy suave. Saludó a las cajeras con el mismo gesto que les había hecho a las asistentes a la salida del hospital, pero no vi que nadie le respondiera. Avanzamos entre los pasillos de ropa. Además de vestidos, pantalones y remeras, había ropa de trabajo: cascos, jardineros amarillos como los de los basureros, guardapolvos de señoras de limpieza, botas de plástico, y hasta algunas herramientas. Me pregunté si él compraría su ropa ahí y si usaría alguna de esas cosas y entonces también me pregunté cómo se llamaría.
—Es acá —dijo.
Estábamos rodeados de mesadas de ropa interior masculina y femenina. Si estiraba la mano podía tocar un gran contenedor de bombachas gigantes, más grandes que las que yo podría haber visto alguna vez, y a solo tres pesos cada una. Con una de esas bombachas podían hacerse tres para alguien de mi tamaño.
—Esas no —dijo él—, acá. —Y me llevó un poco más allá, a una sección de bombachas más pequeñas—. Mirá todas las bombachas que hay… ¿Cuál será la elegida, my lady? Miré un poco. Casi todas eran rosas o blancas. Señalé una blanca, una de las pocas que había sin moño.
—Esta —dije—. Pero no tengo para pagar. Se acercó un poco y me dijo al oído:
—Eso no hace falta.
—¿Sos el dueño?
—No. Es tu cumpleaños.
Sonreí.
—Pero hay que buscar mejor. Estar seguros.
—Ok, darling —dije.
—No digas «Ok, darling» —dijo él—, que me pongo quisquilloso. —Y me imitó sosteniéndome la pollera en la playa de estacionamiento. Me hizo reír. Y cuando terminó de hacerse el gracioso dejó frente a mí sus dos puños cerrados y así se quedó hasta que entendí y toqué el derecho. Lo abrió: estaba vacío.
—Todavía podés elegir el otro.
Toqué el otro. Tardé en entender que era una bombacha porque nunca había visto una negra. Y era para chicas, porque tenía corazones blancos, tan chiquitos que parecían lunares, y la cara de Kitty al frente, donde suele estar ese moño que ni a mamá ni a mí nos gusta.
—Hay que probarla —dijo.
Apoyé la bombacha en mi pecho. Él me dio otra vez la mano y fuimos hasta los probadores, que parecían estar vacíos. Nos asomamos. Él dijo que no sabía si podría entrar porque esos eran solo para mujeres. Que tendría que hacerlo sola. Era lógico porque, a menos que sea alguien muy conocido, no está bien que te vean en bombacha. Pero me daba miedo entrar sola al probador, entrar sola o algo peor: salir y no encontrar a nadie.
—¿Cómo te llamás? —pregunté.
—Eso no puedo decírtelo.
—¿Por qué?
Él se agachó. Así quedaba casi a mi altura, o por ahí yo unos centímetros más alta.
—Porque estoy ojeado.
—¿Ojeado? ¿Qué es estar ojeado?
—Una mujer que me odia dijo que la próxima vez que yo diga mi nombre me voy a morir.
Pensé que podía ser otra broma, pero lo dijo todo muy serio.
—Podrías escribírmelo.
—¿Escribirlo?
—Si lo escribieras no sería decirlo, sería escribirlo. Y si sé tu nombre puedo llamarte y no me daría tanto miedo entrar sola al probador.
—Pero no estamos seguros. ¿Y si para esa mujer escribir es también decir? ¿Si con decir ella se refirió a dar a entender, a informar mi nombre del modo que sea?
—¿Y cómo se enteraría?
—La gente no confía en mí y soy el hombre con menos suerte del mundo.
—Eso no es verdad, eso no hay manera de saberlo.
—Yo sé lo que te digo.
Miramos juntos la bombacha, en mis manos. Pensé en que mis padres podrían estar terminando.
—Pero es mi cumpleaños —dije.
Y quizá lo hice a propósito, así lo sentí en ese momento: los ojos se me llenaron de lágrimas. Entonces él me abrazó, fue un movimiento muy rápido, cruzó sus brazos sobre mi espalda y me apretó tan fuerte que la cara me quedó hundida en su pecho. Después me soltó, sacó su revista y su lápiz, escribió algo en el margen derecho de la tapa, lo arrancó y lo dobló tres veces antes de dármelo.
—No lo leas —dijo, se incorporó y me empujó suavemente hacia los
cambiadores. Dejé pasar cuatro vestidores vacíos, siguiendo el pasillo y, antes de juntar valor y meterme en el quinto, guardé el papel en el bolsillo de mi jumper, me volví para verlo y nos sonreímos. Me probé la bombacha. Era perfecta. Me levanté el jumper para ver bien cómo me quedaba. Era tan, pero tan perfecta. Me quedaba increíblemente bien, papá nunca me la pediría para revolearla detrás de las ambulancias e incluso, si llegara a hacerlo, no me daría tanta vergüenza que mis compañeros la vieran. Mirá qué bombacha tiene esta piba, pensarían, qué bombacha tan perfecta. Me di cuenta de que ya no podía sacármela. Y me di cuenta de algo más, y es que la prenda no tenía alarma. Tenía una pequeña marquita en el lugar donde suelen ir las alarmas, pero no tenía ninguna alarma. Me quedé un momento más mirándome al espejo, y después no aguanté más y saqué el papelito, lo abrí y lo leí. Salí del probador y él no estaba donde nos habíamos despedido, pero sí un poco más allá, junto a los trajes de baño. Me miró, y cuando vio que no tenía la bombacha a la vista me guiñó un ojo y fui yo la que lo tomó de la mano. Esta vez me sostuvo más fuerte, a mí me pareció bien y caminamos hacia la salida. Confiaba en que él sabía lo que hacía. En que un hombre ojeado y con la peor suerte del mundo sabía cómo hacer esas cosas. Cruzamos la línea de cajas por la entrada principal. Uno de los guardias de seguridad nos miró acomodándose el cinto. Para él mi hombre sin nombre sería mi papá, y me sentí orgullosa. Pasamos los censores de la salida, hacia el shopping, y seguimos avanzando en silencio, todo el pasillo, hasta la avenida. Fue cuando vi a Abi, sola, en medio del estacionamiento. Y vi a mamá más cerca, de este lado de la avenida, mirando hacia las esquinas. Papá también venía hacia nosotros desde el estacionamiento. Seguía a paso rápido al policía que antes miraba su coche y en cambio ahora nos señalaba. Pasó todo muy rápido. Papá nos vio, gritó mi nombre y unos segundos después el policía y dos más que no sé de dónde salieron ya estaban sobre nosotros. Él me soltó, pero dejé unos segundos mi mano suspendida hacia él. Lo rodearon y lo empujaron de mala manera. Le preguntaron qué estaba haciendo, le preguntaron su nombre, pero él no respondió. Mamá me abrazó y me revisó de arriba abajo. Tenía mi bombacha blanca enganchada en la mano derecha. Entonces, tanteándome, notó que llevaba otra bombacha. Me levantó el jumper en un solo movimiento: fue algo tan brusco y grosero, delante de todos, que yo tuve que dar unos pasos hacia atrás para no caerme. Él me miro, yo lo miré. Cuando mamá vio la bombacha negra gritó «hijo de puta, hijo de puta», y papá se tiró sobre él y trató de pegarle. Los guardias intentaron separarlos. Yo busqué el papel en mi jumper, me lo puse en la boca y, mientras me lo tragaba, repetí en silencio su nombre, varias veces, para no olvidármelo nunca.
-Samanta Schweblin.
Relato extraído del libro Siete casas vacías.
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CAPÍTULO I: COMPAÑÍA INESPERADA (PARTE 3)
Espantapájaros
El escenario cambió.
El olor a tierra inundaba el aire.
Frente a ellos se encontraba un arco de madera, más allá del cual no se extendía más que maíz y maíz. Los tallos verdes parecían estar aún en una etapa demasiado temprana para la cosecha. Los Negati recorrían los campos recogiendo las gotas desperdigadas aquí y allí, como en el escenario de Ritmo Callejero.
Había una casa de campo anticuada en medio de los campos.
También había un hombre de mediana edad con un mono y un sombrero de paja sentado en una mecedora en el porche delantero. Debió de haber notado a Ritmo Callejero y a los otros porque estaba saludando.
Navegaron a través del mar de maíz hacia la casa de campo.
‘’Hola, Niña de la torre relojera, Pensativo Pierrot. Y…’’ El hombre detuvo la mecedora mirando al chico. ‘’Ritmo Callejero, ¿creo?’’
‘’¿Hay alguien que no sepa mi nombre?’’
‘’¿Por qué no intentas adivinar el suyo?’’ dijo Pensativo Pierrot, casi de forma burlona.
‘’¿En serio?’’ Ritmo Callejero no pensaba que funcionaría, pero decidió seguirle la corriente al payaso de todos modos. Miró fijamente al señor por mucho tiempo. Un nombre le vino a la cabeza. ‘’Eh…¿Espantapájaros?’’
‘’¡Ya lo creo que sí!’’ El hombre le dio a Ritmo Callejero una palmada en el hombro.
‘’Hola, Espantapájaros. ¿Cómo has estado?’’ dijo Niña de la torre relojera. Una amplia sonrisa se enciende en la cara de Espantapájaros.
‘’Oh, bien, bien, gracias por preguntar. Perdiendo las horas contemplando mis campos.’’ Les pidió que tomaran asiento en las otras sillas del porche, entonces se levantó y abrió la puerta delantera. ‘’¿El café te sienta bien, Pensativo? Y tengo un montón de leche para Niña de la torre relojera… Tacha eso, tu quieres té cuando los dos venís de visita juntos, ¿no es eso cierto?’’
‘’Yo siempre tomo té,’’ corrigió Niña de la torre relojera, mirando ligeramente al agricultor como si se le escapara algo que no debía.
‘’Caramba, qué vergüenza olvidarme,’’ dijo, rascándose la parte trasera de la cabeza. Pensativo Pierrot se rió.
‘’¿Qué será para ti, Ritmo Callejero?’’
‘’Estoy bien con lo que sea.’’
‘’No seas tímido. Tengo que hacer una buena primera impresión.’’
‘’En ese caso, quiero zumo de jengibre.’’
‘’Vuelvo en dos segundos,’’ dijo Espantapájaros, y desapareció en el interior.
‘’Me gusta este escenario. Es silencioso. Un payaso puede relajarse aquí.’’
‘’Si, es agradable.’’ Ritmo Callejero asintió. Su mirada se desvió hacia los cobertizos, diversos equipos agrícolas abandonados aquí y allí, y un molino de viento para bombear el agua, inmóvil mientras alguien lo manipulaba. Todo le dejó una extraña sensación de deseo.
‘’Espero que tengáis sed.’’
Espantapájaros reapareció con una bandeja con café, té y un vaso de zumo de jengibre.
‘’Sentíos como si estuvierais en casa.’’
El granjero volvió a sentarse en su mecedora. ‘’Así que,’’ le dijo a Ritmo Callejero, ‘’cuéntame sobre tu escenario. ¿Qué tienes ahí?’’
‘’’Es solo una calle de ciudad normal, llena de tiendas y cosas. Pero no voy de compras, solo bailo.’’
‘’¿Todo el tiempo? Caray, los niños seguro tenéis energía de sobra. ¿Yo? Me gusta sentarme aquí en esta mecedora y mirar a los campos. Pasar mis días en paz.’’
Pensativo Pierrot frunció el ceño.
‘’¿Son todos pacíficos? Solo pregunto porque...bueno, los tres hemos estado viendo estas extrañas visiones.’’
Los ojos de Espantapájaros se levantaron de su propio café. Por su expresión, Ritmo Callejero notó que él había visto algo también.
‘’¿Dices que habéis visto al hombre sonriente del sombrero de copa, la chica llamada Luchadora y árboles bailarines también?
Pensativo Pierrot inclinó la cabeza.
‘’Bueno, ninguno de nosotros ha visto árboles bailarines. Las únicas cosas que nuestras visiones tienen en común son Luchadora y el hombre sonriente.’’
‘’¿Que más había en vuestras visiones entonces?’’
‘’Vi una mujer de pelo largo plateado. Niña de la torre relojera vio una especie de de criatura terrorífica. Ritmo Callejero solo vio a Luchadora y el hombre del sombrero de copa. Árboles bailarines dices…’’
Un ceño fruncido cavó una profunda zanja en el rostro de Espantapájaros.
‘’Los árboles bailarines… me quieren quitar todo. Tres veces los he visto ya, y cada vez, se acercan más…’’
Niña de la torre relojera se llevó las manos al pecho.
‘’¿Qué crees que significa?’’
El granjero liberó un suspiro.
‘’Me gana. Creía que estaba imaginando cosas, pero si no soy el único viendo estas visiones…’’
‘’Si, también estoy preocupado por los otros. Los tres vamos a visitar a todos, para ver si no podemos encontrar algo más.’’ Pensativo Pierrot se levantó de su silla. ‘’Gracias por el café.’’
‘’Ya estáis en marcha, ¿verdad?’’ Espantapájaros se pasó una mano por la mandíbula, sumido en sus pensamientos. Creo que deberíais dirigiros al escenario de Bichita como siguiente. Es el más cercano al mío.’’
‘’Ese es el plan. Gracias por el encantador té, Espantapájaros,’’ dijo Niña de la torre relojera con una reverencia.
Espantapájaros se levantó y se despidió mientras navegaban lejos por los campos de maíz. Niña de la torre relojera se daba la vuelta para devolver el saludo hasta que él desapareció de la vista.
‘’Así que, ¿todos los escenarios no están conectados de la misma manera?’’
‘’No. Por cualquiera que sea la razón, algunos son fáciles de llegar, dependiendo desde donde vayas. Por ejemplo sería un dolor ir del escenario de Pensativo desde aquí, pero es super fácil ir al suyo desde el mío.’’ Niña de la torre relojera sonaba bastante satisfecha con eso. ‘’Siete pasos hacia delante… Siete a la izquierda…’’
Ritmo Callejero hizo los mejor para recordar el camino, pero una sensación molesta en el fondo de su mente le hizo perder la concentración.
Algo le molestó sobre como Espantapájaros dijo qué pasaba todo su tiempo en su mecedora, pero Ritmo Callejero no podía saber por qué.
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Capítulo 14| 65horas ChanHun
CAPÍTULO 14 ―Yo estoy... empezando a ver los beneficios
de un reloj con cuenta atrás.
Caminé de vuelta a mi oficina aturdido. Conseguimos el contrato Lurex. Y Sehun salió. Mi cabeza daba vueltas, y creí que necesitaba sentarme un rato.
Me deslicé en mi silla de escritorio, mi cabeza cayó hacia atrás y mis ojos se cerraron.
Oí mi puerta abrirse y la voz baja de Irene.
―¿Chanyeol?
Abrí los ojos. Estaba de pie en la puerta, con Irene, ambas con los ojos como platos, sorprendidas, pero sonriendo.
―¿Lo vieron?― pregunté.
Ellas asintieron. ―Sehun... El Sr. Oh.. ― Irene dijo, aparentemente sin encontrar las palabras.
Hice un gesto con la mano para que entraran, y cuando la puerta se cerró detrás de ellas, miré a Sunhee.
―¿Estará bien?― ella supo que me refería a Sehun.
Sabía que su padre le había abrazado, lo vi. Pero aun así estaba preocupado por él.
―Si Sehun sale de allí disgustado, juro que...si su padre hace esto más difícil para él...
Sunhee negó con la cabeza. ―No, Chanyeol, no lo hará. Estoy segura.
―¿Oyeron algo de lo que le dijo?― pregunté. Irene negó.
―Apagamos el monitor cuando el Sr. Oh lo abrazó y salimos.
Sunhee me preguntó, ―¿Sabías que era gay?
Asintiendo, le dije, ―Él me lo dijo.
Ella sonrió.
―Le dije que debía decírtelo.
Miré a Irene y ella me explicó: ―Nunca lo supe con certeza, él juega al chico hetero muy bien, pero Sunhee me dijo el viernes por la noche, cuando salimos de la casa de Sehun, que debíamos dejaros solos. Y entonces lo supe, sin ninguna duda.
Miré a Sunhee. ―¿Cuándo te lo dijo?
Ella movió la cabeza.
―Larga historia, pero basta decir que un fin de semana cuando estábamos trabajando juntos, yo...― puso una mueca, ―...coqueteé con él, y él parecía horrorizado. Supongo que bastante.
Yo me reí. Horrorizado. Podía imaginármelo.
―Ouch ― Irene dijo.
Sunhee asintió y rió.
―No fue tan incómodo como podría haber sido. Entonces yo era la única en la que podía confiar.― Añadió tranquilamente.
Hubo un momento de silencio entre los tres. Todavía no podía creer que simplemente saliera y lo dijera con su padre oyéndonos. Me preguntaba qué le hizo hacerlo, cuál fue el factor determinante, e hice una nota mental de preguntárselo cuando tuviéramos dos minutos a solas.
Sonreí ante la idea de estar a solas con él. Le dije, dos veces, que quería verlo fuera del trabajo. Y lo hice. La palabra 'cita' incluso se había mencionado...
―¿Qué es lo que te tiene todo sonriente?― preguntó Irene, mirándome.
Ni siquiera me había dado cuenta de que estaba sonriendo. Jodido infierno, parecía un emocionado chico de secundaria.
―Nada,― dije, aunque pensé que ellas podían suponerlo. ―Vamos a organizar esto,― sugerí, mirando a la pila de papeles y archivos. A pesar de la grave falta de sueño, me sentí algo excitado. Di unas palmadas, ―Ahora comienza el verdadero trabajo.
Hubo un rápido golpe en mi puerta antes de que se abriera, y la sonriente cara del Sr. Oh me saludó.
―Chanyeol,― dijo, entrando en la habitación. ―¡Tienen a Lurex!― gritó.
―¡Por supuesto que lo hicimos!― dije con una sonrisa. Seguí guardando los archivos en mi escritorio mientras le hablaba. ―Sehun ya lo tenía. Desde la primera palabra que dijo, los conquistó.
El Sr. Oh miró hacia la puerta, mis ojos automáticamente siguieron los suyos y vi a Sehun allí de pie, escuchando.
―Tú pusiste tu parte, también,― dijo, entrando despacio. ―De las tres partes de la campaña, dos eran tuyas.
Él me sonrió. Parecía cansado, exhausto, en realidad. Le devolví la sonrisa.
―La modestia realmente no encaja contigo,― dijo el Sr. Oh con una sonrisa. Caminó hacia nosotros, realmente entusiasmado, y nos dio una palmada a cada uno en el hombro. ―Sé que dije que quería una reunión con ustedes, pero mejor vayan a casa. Duerman. Ambos. No quiero verlos a ninguno poner un pie en la oficina antes de las 9 de la mañana del miércoles.
―Pero,― empecé a objetar, mirando el papeleo en mi escritorio.
―¿Estás discutiendo conmigo, Chanyeol?― el Sr. Oh preguntó con una sonrisa.
―No, señor.
Él se echó a reír, y casi nos empujó por la puerta. Rápidamente agarré mis cosas, luego me di cuenta de que vine a la oficina con Sehun. Me volví y le recordé:
―Mis llaves, y mi coche están en tu casa.
Él bostezó. ―No hay problema. Te llevaré allí.
―Ok,― dije, y él contuvo otro bostezo. ―Tal vez debería conducir yo,― sugerí.
―Ni mierda,― farfulló. ―No vas a conducir mi coche.― Y con eso, se giró y caminó hacia los ascensores.
Mire al Sr. Oh, Irene y Sunhee. Ellos estaban sonriéndonos. Rodé mis ojos hacia ellos, y seguí a Sehun al ascensor. Cuando entramos y los volví a mirar, los tres estaban observándonos, sonriendo abiertamente.
Había más personas en el ascensor, así que no pude hablar abiertamente. Sin embargo no pude evitar mirarlo y sonreír. Él bostezó dos veces más, y cuando llegamos a su coche en el garaje, bostezó otra vez.
―Ugh,― gimió, sacudiendo su cabeza. ―Estoy muy cansado.
―Dame tus llaves,― le dije tranquilamente. ―Déjame conducir.
Hizo un mohín, pero reticentemente me ofreció las llaves de su coche.
Sehun se dejó caer en el asiento del copiloto, su cabeza descansando en el respaldo, sus ojos cerrados. Parecía cansado, hermoso...tranquilo.
―Sehun,― dije en voz baja, introduciendo el coche en el tráfico. ―¿Estás bien?
―Mm,― farfulló lo que pensé que era un sí. Su cabeza se inclinó, encarándome y sus ojos se abrieron lentamente. ―Sí.
―¿Gran día, eh?
Bufó.
―Se podría decir.― Sacudió su cabeza. ―Salí para mi padre hoy,― dijo, como si yo ya no lo supiera.
Sonreí.
―Y aquí estaba yo, pensando que Lurex era el asunto más importante de nuestra agenda de hoy.
Sonrió, pero estaba callado. Sus ojos estaban medio cerrados, pero me observaba mientras conducía.
―¿Tu padre se tomó bien la noticia?
Sus ojos se cerraron otra vez, y asintió. Pero casi parecía triste. Mis ojos saltaron de la carretera a su cara.
―¿Seguro que estás bien?
Mantuvo los ojos cerrados y asintió.
―Solo realmente cansado.
No lo estaba comprando.
―¿Sehun?― dije, y sus ojos se abrieron. ―¿Dijo algo que te disgustara?
―No,― respondió. ―Me abrazó y me dijo que estaba muy orgulloso de mí, que me amaba...― su voz suave murió en ese momento.
―¿Eso es bueno, verdad?― pregunté, mirando de su cara al tráfico y de nuevo a él.
Asintió, pero luego frunció el ceño. Y supe que algo se había dicho entre ellos, algo que lo disgustó, algo que no quería decirme.
―Sehun, por favor, háblame.
Podía jurar que estaba exhausto, y sus ojos lentamente se cerraron otra vez.
―Se lo tomó demasiado bien,― dijo suavemente. ―Si hubiera sabido que se lo iba a tomar tan bien...me hace preguntarme cuánto tiempo de mi vida he malgastado.
―Hey.― Alcancé y apreté su mano. ―Nada, ni un minuto. No pienses eso.
Él se encogió de hombros, no muy convencido.
―Estoy muy cansado.― Murmuró de nuevo. Echó una cabezada mientras tuve que concentrarme en conducir por unos minutos, y pronto nos acercamos a su casa.
―¿Sehun?― froté su muslo para despertarlo. ―Vamos, te llevaré dentro.
Me gruñó, pero le ayudé a entrar y lo seguí mientras subía las escaleras. Literalmente cayó sobre su cama, completamente vestido. Lo miré por un segundo antes de que decidiera ayudarlo tirando de sus zapatos, revelando un Clark Kent y un calcetín de Superman. Él rió entre dientes y murmuró algo sobre mí y los pies.
―Pensé que estabas dormido,― dije.
Sonrió e intentó abrir los ojos.
―No sé por qué estoy tan cansado,― murmuró.
―Sehun, has tenido unas diez horas de sueño en tres días. Y has salido hoy,― le recordé suavemente. ―Eso es quitarse un tremendo peso de tus hombros. Va a tomar mucho de ti.
Él asintió y entrecerró los ojos cuando gotas de agua se posaron en sus pestañas. Cubrió sus ojos con las manos, tratando de ocultar las lágrimas, pero un silencioso sollozo escapó de él.
Me senté a su lado y retiré sus manos de su cara.
―No tienes que ocultarte de mí,― le dije suavemente, frotando su mejilla con mi pulgar. ―Tienes permitido llorar, Sehun. Estás exhausto, y ha sido un día estresante y de muchas emociones.
Nuevas lágrimas cayeron, y él sacudió la cabeza, traicionado por sus propias emociones. Maldijo suavemente,
―Joder.
Me incliné sobre él y besé su mejilla.
―Está bien, Sehun. Estarás bien.
Él asintió y apretó mi mano. Y sin abrir los ojos susurró, ―¿Te quedas?
Imaginando que probablemente no debería quedarse solo en este momento, me quité los zapatos y me tumbé a su lado. Y por primera vez en toda mi vida, me quedé a dormir con un hombre, no exhausto por el sexo, no en una neblina alcohólica.
Sino sujetando su mano.
****
Estaba muy cómodo. Estaba calentito y muy a gusto, en ese feliz y soñador lugar entre dormido y despierto. Sentí que debería dormir más, pero de alguna manera -un jodido milagro para mí- estaba extrañamente feliz de estar despierto. Hasta que mi cómoda almohada se movió. Y la manta que me mantenía caliente se alejó. Las regañé medio dormido, y luego mi almohada y manta se rieron entre dientes.
Miré hacia arriba, tratando de dar sentido a mis pensamientos, y lo vi.
Sehun. Mi almohada y mi manta eran Sehun; un medio dormido y sonriente Sehun. Gemí y dejé caer mi cabeza de nuevo en su pecho, sus brazos se estrecharon alrededor de mí.
―Me preguntaba por qué mi almohada se movía.
Él se rió otra vez, y pude sentir el sonido resonando en mis oídos. Separándome de él, estiré las piernas. Ambos estábamos completamente vestidos con nuestros pantalones y camisas de traje, y yo estaba tumbado justo al lado de él, nuestros costados casi tocándose. Apoyé la cabeza en mi brazo doblado.
―¿Estás bien?
Asintió y sonrió tímidamente.
―Gracias por quedarte. Y siento haberme puesto tan emocional antes.
―Sehun,― dije, mi voz y mi mirada eran serias. ―No te disculpes. Tú, mi querido hombre, eres un orgulloso y fuera del armario hombre gay. Mantén la frente en alto, ¿de acuerdo?
Inhaló bruscamente y sus ojos brillaron.
―No tengo que ocultarme nunca más, ¿verdad?― preguntó suavemente, una constatación más que una pregunta.
Sacudí la cabeza y le sonreí, y tuvimos otro de esos momentos en los que simplemente nos miramos el uno al otro. Pensarías que ya estaría acostumbrado a ellos. Había tenido tantos con él, pero todavía hacían a mi corazón latir extrañamente. Entonces se estiró y deslizó sus largos dedos a lo largo de mi mandíbula, enviando escalofríos por mi espina dorsal.
―Chanyeol,― exhaló mi nombre, luego me atrajo hacia él para poder besarme.
Abrí mi boca para él. Fue un lento, somnoliento y lánguido beso, labios suaves y lenguas sin prisa. Sus ojos estaban cerrados, y él estaba tan metido en este beso. Su mano se mantenía sujeta a mi mandíbula mientras su otro brazo se envolvía alrededor de mi espalda.
Sin romper el beso, me incliné sobre él, de manera que estaba tumbado encima. Descansé mi peso sobre mis codos y mis manos acunaron su cara. Gimió cuando apoyé mis caderas contra las suyas, nuestros miembros tocándose a través de la tela de nuestros pantalones.
Inclinó la cabeza y abrió más su boca, mientras corría sus manos por mi espalda. Sacó mi camisa de mis pantalones de traje, y luego pude sentir sus manos sobre mi piel, sobre mi espalda, sobre mis hombros. Me agarró. Sus dedos trataron de encontrar su objetivo. Pero mi camisa debía haberse quedado enredada en el camino.
Porque entonces él estaba tratando de deshacer los botones, su boca besó mi mandíbula, y gruñó con frustración. Podía sentir su urgencia por cómo sus manos temblaban.
Retiré sus manos de mi camisa y las puse en sus costados. Sus ojos se abrieron ampliamente, y yo sonreí.
―Despacio, Sehun, despacio,― dije besando su cuello. ―Te dije que quería tomarme mi tiempo contigo.
Él gimoteó, así que di un mordisquito en su nuez. Pude sentir su miembro saltar. Salí de sus manos y me puse de rodillas, una a cada lado de sus caderas. Desabroché los botones de su camisa, lentamente, burlándome. Sus ojos estaban oscurecidos, sus labios rojos y húmedos, pero sonrió perversamente.
―Vas a matarme,― dijo, su voz gruesa por el deseo.
Abrí su camisa y me incliné para dar un pico en sus labios.
―Muchas veces,― susurré, mi nariz tocando la suya. ―Muchas, muchas veces.
Soltó una risita, y yo me tomé mi tiempo desvistiéndolo. Expuse cada centímetro de piel como si fuera un regalo, solo para mí. Presioné mis labios contra su pecho, su estómago, sus caderas, sus muslos. Arrodillándome entre sus piernas, levanté sus pies y le quité los calcetines. Les lancé un adiós a Superman y Clark Kent, haciendo a Sehun sacudir la cabeza y reírse. Todavía sujetando uno de sus pies, mordí el arco perfecto de su pie, arrastrando juguetonamente mis dientes a lo largo de su piel. Sonreía, pero estaba respirando fuerte, sus ojos estaban oscuros.
No tuve ni de cerca el mismo cuidado con mi ropa, arrancándomela rápidamente y tirándola al suelo. Él estuvo desnudo antes que yo, y cuando yo estuve desnudo entre sus piernas, me incliné sobre él una vez más.
―Sehun, dime ahora si no quieres esto...
Sin una palabra, se acercó a la mesita al lado de la cama, abriendo el cajón y sacando un envoltorio de papel de aluminio y una botella de lubricante. Pero yo necesitaba oírselo decir.
―Dímelo.
Su voz era brusca y tranquila.
―Te quiero.― Sus manos acunaron mi mandíbula, mi cuello. ―Quiero que me tomes...fóllame.
Una ola de deseo me sacudió, y yo rocé mi boca contra la suya. Deslicé mi cuerpo contra el suyo, mi lengua contra la suya. El calor y el acero de su polla se frotaron contra el mío hasta que me alejé de él para poder abrir el envoltorio cuadrado y enrollar el condón sobre mi polla. Lo miré, sin más palabras, sin más dudas.
Y entonces lo hizo -esa hermosa rendición. Él extendió sus piernas para mí.
Vulnerable, abierto y entregado, y lo devoré. Besé, lamí y chupé su cuello, sus pezones, su ombligo. Lamí su polla, luego chupé sus bolas en mi boca. Él estaba retorciéndose, gimiendo y suplicando a mi toque, y no oyó el chasquido de la botella de lubricante. Cuando tomé su cabeza hinchada en mi boca, él corcoveó y gimió, y deslicé mi dedo en su culo.
Jadeó y se retorció, y yo chupé y aspiré. Bombeé su eje y tironeé su saco y exploré su culo. Se agarró a las sábanas a ambos lados y arqueó su espalda, y mientras su polla se deslizaba en mi garganta, deslicé un segundo dedo dentro de él.
Gritó y su polla se hinchó en mi boca haciéndome tararear y gemir a su alrededor. Cuando metí un tercer dedo en su culo dispuesto, curvando mis dedos alrededor de su próstata, él corcoveó y jodió mi boca. Con un grito final, Sehun se flexionó rígidamente, y su polla estalló, su corrida caliente y repentina bajando por mi garganta. Me tragué todo lo que me dio.
Violentos estremecimientos rasgaron a través de él, y yo caí hacia adelante sobre mis manos. Mientras él todavía estaba montando en su fuerte orgasmo, yo presioné mi polla dolorida en su dispuesto agujero. Sus ojos se abrieron, sólo para cerrarse lentamente mientras su cabeza cayó de nuevo en las almohadas, su cuello nudoso y tenso. Su polla sacudiéndose, palpitando, goteando.
Empujé cada centímetro de mí en él, y él lo tomó, todo de mí. Dios mío, este era Sehun. Yo estaba follando a Sehun. Lo besé, dejándolo degustar su sabor en mi lengua, follando su boca mientras follaba su culo.
Pero fue lento y sensual, nos balanceábamos y nos deslizábamos. Fue tan jodidamente bueno.
Retiró su boca de la mía y gimió en mi oído.
―Había imaginado esto― susurró.
Retrocedí, apoyándome en mis antebrazos para poder ver su cara. Mis caderas nunca dejando de golpear dentro de él, lentamente, profundamente.
―He estado soñando con esto,― me dijo, gimiendo y arqueándose con cada empuje.
―¿Es como te lo imaginabas, Sehun?― pregunté en su oído. Tome su lóbulo entre mis dientes y lo lamí. ―¿Lo es?
―Mejor.― Jadeó, arañando mi piel con sus uñas romas. ―Joder, tan bueno.
Agarré una de sus piernas, subiéndola, forzando mi polla más profundo dentro de él.
―Ah,― gritó y corcoveó, y pude sentir su polla maciza hincharse entre nosotros.
―Todavía estás duro,― gruñí en su cuello. Estaba apoyado sobre un brazo, sujetando su pierna con el otro, así que le dije, ―Bombea tu polla para mí.
Y lo hizo. Deslizó su mano entre nosotros y trabajó su mano arriba y abajo, bombeándose a sí mismo mientras yo continuaba follándole. No iba a ser capaz de retenerlo más tiempo, él estaba demasiado estrecho, demasiado caliente, y yo estaba demasiado duro, demasiado cerca.
―Otra vez,― dijo con tono áspero. ―Otra vez. Joder. Me voy a correr de nuevo.
Y eso fue todo. Mi auto-control se quebró. ―Síii.― Siseé, caliente en su oído, empujando más fuerte. ―Quiero sentir como te corres mientras estoy enterrado dentro de ti.
Su mano bombeó más rápido, y yo empujé más duro. Estaba justo allí, tan cerca. Empujé fuerte, llenándolo, una, dos, tres veces. Lo besé, larga y profundamente, mientras se corría de nuevo.
Me tragué sus gritos mientras su polla se derramaba, caliente y gruesa entre nosotros mientras su estrecho culo se atenazaba alrededor de mi eje. Lo follé, fuerte, más fuerte, más fuerte, y la habitación giró, y no hubo más sonidos mientras mi polla se vaciaba en el condón.
Mientras flotaba de vuelta a mis sentidos, fui consciente de sentirme caliente, sudoroso y pegajoso y de sentirme muy, muy jodidamente bien. Fui consciente de los dedos como plumas ligeras que trazaban patrones en mi espalda y de los besos en mi pelo.
No quería salir de él. Podría haber permanecido dentro de él para siempre. Pero tenía que hacerlo y, a regañadientes, lo hice. Mantuve mi sujeción sobre él, y él mantuvo sus brazos alrededor de mí como si ninguno de nosotros quisiera que terminara.
Permanecimos así tumbados hasta que nuestra respiración se tranquilizó.
―¿Una ducha?― pregunté.
―Seguro,― respondió. ―Te traeré una toalla limpia.
Me incliné sobre su pecho y sonreí. ―Vas a venir conmigo,― le dije. ― Ni siquiera estoy cerca de terminar contigo todavía.
Él se echó a reír, y yo me levanté de encima y suavemente lo ayudé a ponerse de pie. Le pregunté si estaba bien, y él me prometió que sí.
―En realidad, estoy mejor que bien―, enmendó. ―Mucho mejor que bien.
En la ducha, lo enjaboné y lo lavé, teniendo cuidado extra en su culo. Me lavé el cabello, y besé sus labios, y cuando estuvimos limpios, lo sequé.
Entré en su vestidor y tomé yo mismo ropa. Teníamos altura y construcción similar, así que sus pantalones vaqueros y camisa me quedaban bien.
―No te importa, ¿verdad?― Le pregunté con una sonrisa, subiéndome los vaqueros.
Él me miró, con una toalla alrededor de su cintura, y sacudió la cabeza.
―En absoluto.
Le sonreí.
―Quédate aquí, en tu habitación,― dije. ―Nos tumbaremos en la cama y veremos algo de tele,― dije, señalando con la cabeza a la pantalla plana en la pared. ―Iré por algo de agua. ¿Quieres algo de comer?
Negó, todavía sonriendo.
―Tal vez más tarde.
Cuando bajé, lo primero que noté fue que estaba oscureciendo afuera, y no tenía idea de qué hora era. La segunda cosa que noté fue ese maldito reloj de cuenta atrás. Los ceros parpadeaban hacia mí.
Y eso me dio una gran idea. Tomé dos botellas de agua y el reloj. Cuando volví arriba, pasé por el baño para tomar la segunda bolsa de regalitos Lurex.
Sonriendo como un tonto, volví a la habitación de Sehun. Estaba tumbado en la cama, vestido con unos vaqueros y una camiseta, recostado sobre las almohadas con su móvil en la mano.
―Recibí un mensaje de mamá,― dijo suavemente, sin levantar la mirada. ―Quiere que la llame cuando me levante.― Parecía dubitativo.
―Sehun, saliste hoy,― le recordé suavemente. ―Ella va a querer hablar contigo.
Asintió y suspiró.
―Sí, lo sé. Solo quiero algo de tiempo para poner en orden mi cabeza antes de que la realidad me golpee en la cara,― dijo. ―No estoy ocultándome.
Asentí.
―Lo sé. Tómate todo el tiempo del mundo. Ellos van a querer hablar de ello y tú necesitas estar listo.
Sonrió, aliviado. Luego miró a lo que sujetaba en la mano. ―¿Qué estás haciendo?
Le sonreí. Dejé caer las botellas de agua sobre la cama y dejé caer la bolsa Lurex en el suelo para poder poner el contador en su aparador.
Encendiéndolo, sonreí y le pregunté. ―¿Qué hora es?
Miró su teléfono, ―¿Umm seis y cuarto?― él realmente no tenía ni idea de lo que estaba haciendo.
Hice el cálculo rápidamente y fijé el reloj. 38:45
―Eso, mi querido hombre, es cuánto tiempo tenemos antes de volver al trabajo el miércoles por la mañana.
Me miró, claramente confundido. Cogí la bolsa de papel marrón y puse los detalles Lurex sobre su cama. El consolador de color carne, la varilla plateada para la próstata y una serie de condones y muestras de lubricante se derramaron sobre las sábanas.
―Y éstos, mi querido hombre, es cómo lo gastaremos.
Una lenta sonrisa se extendió por su cara, y yo me arrastré lentamente encima de la cama, besándolo suavemente en los labios.
Luego solté una risita y me froté la barbilla, como si estuviera pensando.
―Sabes, si trajéramos la pizarra blanca, podríamos añadir tus preciados incrementos de tiempo para cada producto―, le dije, mirando el surtido de productos de Lurex que teníamos para jugar. ―Ya sabes, para que podamos comprobar nuestros coeficientes producto/tiempo.
Él jadeó, como si le hubiera ofendido, pero estaba sonriendo. Miró al reloj, luego a los productos Lurex y luego a mí. Agarró mi camisa y puso mi cara a un centímetro de la suya. Sus ojos tan bonitos brillaron y se lamió los labios.
―Cierra la puta boca, Park. Estás malgastando el tiempo.
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Y entonces
Despierto de un mal sueño, es de madrugada y tengo una sensación muy extraña en mi pecho. Todavía son las 2:00 de la mañana, lo que único que atino a hacer es recordar que estaba soñando. Mi casa estaba en llamas y había una rana gigante junto a mí, sostenía un paraguas amarillo y parecía que entendía lo que estaba pasando y como me sentía, sentía como su mirada se clavaba en mí, mientras ocultaba mi cara entre mis rodillas.
“Bueno, se ve mal y todo…pero a ver, es que nosotros también lo pasamos mal” Decía el sapo mientras se sentaba junto a mi y me daba palmadas en la espalda, era un poco reconfortante.
“Croac, nos atropellan los autos hasta dejarnos desparramados por el suelo, los niños nos meten petardos por el poto, croac. Hay veces que echamos de menos las épocas en las que éramos renacuajos, cuando nadábamos libres por el agua…¿tú como llevas todo esto?”.
“¿Cómo lo llevo?” Sin darme cuenta me había dormido de nuevo, esta vez eran las 9:00 y era hora de levantarme. Que sueño más estúpido, aunque también extraño los viejos tiempos, como una rana extraña ser un renacuajo. Pobrecitas, supongo que mueren sin poder entender que su vida ha llegado a su fin. De golpe. “SCREECH!”. La micro había frenado de golpe, de nuevo caí dormido sin darme cuenta, estaba a un paradero de mi destino.
Era un extraño día soleado, después de todo estábamos en invierno. Por suerte el calor no era sofocante. Estaba emocionado, bueno, un poco. Hoy te iba a ver de nuevo después de tanto tiempo, ni siquiera sé muy bien como pasa, simplemente las casualidades me encaminan hasta tu nombre. Eres como un gato, cuando quiero tu atención y me propongo a acariciarte te alejas, pero cuando estoy herido y siento que el mundo puede irse al demonio, apareces, te frotas en mi como buscando atención y cariño. Esa actitud tuya me desespera un poco. No lo sé, sigo aferrándome a ti, a tu delgada sombra. ¿y a donde me lleva? Parezco un preso, de mi pecho brota una cadena de plomo y pesa cada vez más de tanto soñar contigo. De tanto desearte, a ti, la encarnación de las flores. Así te llamaría, pero el cielo no nos encuentra juntos, siempre te pierdes y te caes entre mis dedos, como la arena. Entonces vuelvo a perderte. ¿A dónde fuiste?
¡Cierto! Estás frente a mí, de nuevo me puse a pensar demasiado, casi como si estuviera durmiendo. Estas a mi lado, sentada con cartas en tus pequeñas manos. Una sonrisa inocente se te forma, una risa se te escapa y entro en razón. Estoy celebrando con amigos, cierto, lo había olvidado.
Poco a poco dejo de pensar, me atrapa el momento y las risas de mis amigos, por un momento te has esfumado de mi mente, pero como si supieras que estoy herido, apareces. Lanzas una carta y el cielo nos encuentra, “RETO: puedes besar a cualquier persona o tomar doce cartas”. Respiro profundo, ¿Por qué las casualidades me encaminan hacia tu nombre? No lo sé, pero vuelve la irrefrenable necesidad de querer besarte; Sin embargo, se pierde en el miedo y mi sombra exclama:
“¿en serio quieres forzarla a besarte? ¿estas satisfecho con un reencuentro vacío? ¿Por qué no te cansas de soñar con alguien que no quiere soñar contigo?”. Mi sombra no tiene piedad, entonces me acobardo y tomo doce cartas. Mis amigos se decepcionan y lo hacen sonar como una broma, pero realmente se que piensan. Una oportunidad única a la basura. Una parte de mi sombra tiene razón, quizás quiero que nuestro próximo beso no sea vacío, quiero que sea intencionado, que ambos lo deseemos. Quiero pensar que no soy un cobarde, me haces sentir tan confundido.
Como un juramento, susurro solo para mí. “si las casualidades nos pueden encontrar otra vez, entonces lo tomare sin cuestionamientos”.
Asimismo, como por arte de magia vuelve a caer en la mesa.“ RETO: puedes besar a cualquier persona o tomar doce cartas”. Cadenas brotan de mis muñecas y se encuentran en tus manos, siento que me jalas, aunque estes ahí, estática, con una sonrisa que siento algo malévola. Mi sombra vuelve a aparecer, pero la ignoro. Lo he jurado, no debo ser un cobarde, no importa si es un juego para ti. Me inclino y te beso, nuestros labios se encuentran. Como un algodón de azúcar que se deshace al instante, el beso ha acabo. Pero tu sabor sigue en mi boca, tu aroma me envuelve y mis mejillas se prenden en llamas.
El resto del día se vuelve irrelevante, pestañeo y ya no estoy con mis amigos. Estoy en una micro de vuelta a casa, me inunda la tristeza, pero algo me devuelve a la realidad. Tú. Estás sentada junto a mí, escribiéndole a tu mamá que se te hizo tarde mientras escuchas música con tus audiófonos. Te robo uno y me dejo caer en tu hombro, como una colegiala enamorada. Comienza a sonar take me home, country roads y las cadenas de mi pecho y mis muñecas se vuelven más ligeras, que ya no siento que me jales, soy yo quien se acerca lentamente.
Por mi oído izquierdo, la canción me atrapa, tú me atrapas. Sigo oculto junto a tu hombro, me hago el dormido mientras en mi mente pienso lo mucho que deseo que jamás lleguemos a nuestro destino, que te quiero besar de nuevo, que hueles como las flores, que una cadena de plomo brota de mi pecho hasta donde están tus manos. Quiero que leas la mente, que sepas que nací cuando yo te vi y atravesabas el aire hasta mi mente.
Me decido, le disparo a mi sombra y tomo tu muñeca. Esta vez yo te jalo fuera de la micro mientras corro. Solo existe el silencio; brotan más cadenas desde mis tobillos, desde mi cuello, desde mis costillas. Sigo corriendo, todo mi cuerpo se vuelve más pesado y todas las cadenas terminan en tu mano. La canción no deja de sonar desde tus audífonos, aun puedo oírla clara.
I hear voice in the morning hour, she calls me
The radio reminds me of my home far away
Driving down the road, I get a feeling
That should’ve been home yesterday, yesterday
Country roads, take me home
To the place I belong
West Virginia, mountain mama
Take me home, country roads
No sé por cuanto tiempo te hice correr, solo sé que me detuve frente a una cerca. Estaba tan exhausto que me apoye en ella, con la cabeza cabizbaja, con el atardecer en frente y tu a mi lado, mirándome extrañada. El mundo junto a ti lucia irreal, como si siguiera en un sueño y una rana gigante estuviera por aparecer. Nuestro último destino, marcado por el final del atardecer.
“esas flores son bonitas” mencionas con una voz cansada y dulce. “aunque siempre he creído que los girasoles guardan un encanto secreto”. El sol ya no existe frente a nosotros, solo la luna que extiende su luz hacia nosotros. “Aunque lo pienso todavía, no lo sé…de niña creía que los girasoles buscaban al sol porque se sentían solos, que tonto, je…es bastante vergonzoso decirlo en voz alta”. Su risa es lo único que puedo oír mientras sigo aferrado a la vieja cerca. “¿y tú? ¿Qué cosas te gustan?”.
El olor de la luna me hacia olvidar las cadenas que brotaban de mi cuerpo, me hacia no pensar demasiado las palabras que salían de mi boca en un susurro tímido. “tú, soy un girasol y te estoy buscando…”. El tiempo se detiene, la gente deja de respirar, y solo estoy yo frente a dos estrellas fugaces que reemplazan a tus ojos. El mundo ahí afuera es el mismo. La gente es la misma. Mis miedos son los mismos. Tú siempre vas a ser la misma, la encarnación de las flores.
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4 Días
My Candy Love - Love Life
Personajes : Eric - Candy/Sucrette - Nathaniel
Palabras : 2266
Spoilers Episodio 12 y 13
Estuve pensando en los días que pasan entre el beso con Eric y cuando lo volvemos a ver, pero desde la perspectiva de él.
DÍA 0
Salí huyendo como un cobarde después de lo que había hecho ¿en que estaba pensando? ¿Cómo dejé que pasara? Pero no fueron imaginaciones mías, ella me correspondió ¿cierto? Mientras más intentaba recordar los detalles de aquel desliz mi mente solo podía pensar en una cosa, ella y la suavidad de sus labios, robar su aliento, sus ojos vidriosos y mejillas sonrojadas a pesar de mi fechoría no podía evitar sonreír pues la realidad era más deliciosa que todo lo que había imaginado.
La soledad de mi apartamento me sacó de mi ensueño, ahora tenía que lidiar con las consecuencias de mis actos, la única pregunta era ¿cuando? seguramente en cuanto ella llegara a casa le contaría cómo me aproveché de la situación, tal vez Nathaniel venía camino aquí justo ahora para darme una paliza, que de todas formas merezco...
Aún sentía el ligero toque de su perfume en mí y me estaba volviendo loco, fui a darme una ducha fría con la horrible sensación de escuchar golpes en la puerta, producto de mi atormentada imaginación. No podía pensar y no tenía con quien hablar daba vueltas por el lugar como un león enjaulado, miré el reloj nuevamente desvalido al ver que hasta el tiempo se burlaba de mí, me cambié con la idea de que solo había una cosa que me podría distraer ahora, salir a correr. Iba rápido, perdido en mis pensamientos con la incómoda sensación de que me seguían, detenido de un semáforo me quedé en blanco al ver a un sujeto rubio de chaqueta blanca al otro lado de la acera, sabía que no era él y aun así no podía quitarle los ojos de encima hasta estar 100% seguro, pasé trotando junto a él recibiendo el humo de su cigarro de lleno en mi rostro, para cuando llegue a la otra acera ya necesitaba un cigarrillo más de lo que necesitaba oxígeno. 7 años a la basura, pensé mientras arrancaba el plástico y abría la caja, esa primera calada fue lo único que consiguió calmarme un poco y antes de darme cuenta ya iba por el segundo.
Caminé a casa más tranquilo o el hecho de que la cabeza me daba vueltas absorbía algo de mi atención pero al cerrar la puerta la adrenalina y excitación habían pasado, ahora estaba en el suelo, vi la hora y resignado a que esta noche no podría dormir me dejé caer sobre la silla frente a la mesa que rebosaba informes, abrí la laptop y me entregué al escape que me había escondido de Melissa durante el último año y ahí pude ver un e-mail de Ben que tendría que haber revisado esa tarde si no hubiera tenido tanta prisa de llegar a cierto café a las 8 pm.
DÍA 1
Para cuando el sol salió ya no podía soportar la idea de no saber qué esperar, así que llamé a Nathaniel en contra de mi lógica y sentido común, puse el teléfono en altavoz y lo dejé sobre la mesa mientras me aferraba a la madera con fuerza, cada tono de llamado alimentaba mi paranoia me esperaba lo peor, gritos, insultos, amenazas, como mínimo y entonces contestó, balbuceé incoherencias hasta notar que no lo sabía, ella no se lo había dicho… aún. Le hablé de la información que Ben me había enviado sintiéndome ligeramente aliviado, colgué el teléfono más tranquilo pero no mejor, este secreto era una bomba de tiempo y yo me sentía como basura.
Me paralice mientras apretaba el pomo de la puerta, pues por inercia mis pies me llevarían directo al Cosy Bear, como todas las mañanas antes de trabajar y todas las tardes a la hora del cierre, pero ya no podía volver allí como si nada, era un criminal regresando a la escena del crimen, simplemente no podía irrumpir en su espacio después de lo que había pasado, no sin su autorización. Caminé hacia la estación en compañía de un cigarrillo y por alguna razón no podía recordar cuándo había sido la última vez que había hecho esto, estaba tenso, distraído no podía concentrarme ni en la idea más simple mi mente estaba inquieta y simplemente no podía ignorar el porqué, tendría que verle a la cara y actuar como todos los días, tenía que ser convincente y se sentía horriblemente mal. Tomé una bocanada de aire antes de entrar y tras cruzar la entrada me paré unos segundos para observar el interior buscando rápidamente, suspiré por inercia al pensar que todavía tenia unos minutos.
- Me alegra no ser el único que le está afectando la investigación. -
Una palmada amistosa en mi hombro me provocó un sobresalto exagerado pero Nathaniel pasó de largo directo a la oficina del Jefe, vi como se detuvo en el umbral me miró y me hizo una seña para entrar. Expliqué los avances en la investigación con pocos detalles hasta que nuestro superior retomó la reunión, por suerte sin una operación en campo en la agenda podía mantener distancia sin levantar sospechas. El día fue eterno y tortuoso pero eran ya más de las 10 de la noche cuando fui a desahogarme al gimnasio, 3 horas más tarde estaba en casa, otra noche en vela.
DÍA 2
- Es el segundo día que llegas oliendo a cigarrillo en lugar de café. Creía que con la edad tus hábitos iban a mejorar, no a empeorar ¿La sabiduría de la vejez es un mito acaso? -
Nathaniel bromeó mientras los golpes secos que le daba al saco de box llenaban el ambiente, dejé la mancuerna que levantaba en el suelo antes de dirigirle una mirada.
- Si, si, ya quiero ver en qué condiciones estarás cuando tengas mi edad, jovencito. -
- Pero en serio ¿Dos días sin café? Eso es un récord, el Cosy Bear quebrará sin ti. -
- Si, bueno estoy cambiando el café por el gimnasio. Con todo el tema de la mudanza me di cuenta que no estoy en tan buen estado. -
- ¿Ya te adaptaste a tu nuevo piso? -
- Por fin tengo una lámpara de noche así que aunque no tengo televisor, ni vajilla real, pude terminar el último libro que me recomendaste. -
- Genial ¿Empezaste algo nuevo? -
- Si, de hecho ya voy por la mitad, es algo diferente, más suspenso con algo de ciencia ficción. -
- Aburrido… -
- Lo que digas… a decir verdad… lo había comentado con... Candy. -
- ¿Ah sí? -
- Si, ahora que lo pienso me pidió la referencia, guardé este artículo de internet con varios títulos del mismo estilo. -
- ¿Se lo enviarías? me harías un favor. -
- Claro, mmmh no tengo su numero. -
- Mi teléfono está en mi chaqueta, la clave es 4444. -
- ¿No sabes su número de memoria? -
- Mmmm no. -
Al desbloquear la pantalla, la fotografía que tenía de fondo fue como una patada en el estómago, era ella luciendo una sonrisa radiante como no recordaba haberle visto, imagino que esa sonrisa es solo para él. Busqué el contacto, “Cariño” claro… lo envié y guardé el teléfono rápidamente como si quemara en mis manos.
Evadí el almuerzo excusado con una cita imaginaria con un abogado de divorcio, conduje por la ciudad sin destino claro, alejándome de aquellas calles en las que por cualquier azar de la vida pudiese cruzarme con ella, me estacioné en una gasolinera cuando fue evidente que sin importar cuanto tiempo estuviera al volante no encontraría las palabras adecuadas y finalmente la llamé, tono de marcado y tras unos minutos, buzón. Vamos otra vez, después de todo debe estar atendiendo el café. Segundo intento, nuevamente al buzón, esto es más difícil de lo que creía ¿Y si no quiere contestarme? No, cómo podría saber que soy yo, tal vez ella sí tiene mi número ¿Pero qué tonterías dices? Claro que no tiene tu número, vamos una vez más la tercera es la vencida. Y fui vencido, tras el tercer intento no tuve el valor de volver a llamar y la incertidumbre comenzaba a llenar mi cabeza, conduje de vuelta a la estación con mil ideas pasando por mi cabeza y en todas yo soy el villano.
Estaba derrumbado en el escritorio de mi oficina tras la reunión de la tarde cuando el teléfono sonó, al ver su nombre en la pantalla se me aceleró el corazón, cerré la persiana de la ventana de la puerta y dude un instante antes de cerrar con llave.
- Hola ¿Candy? Gracias por devolverme la llamada. Creo que deberíamos hablar… -
- ¿Eric? No me acordaba de que tenias mi numero. -
Si… Simplemente sigo engañando a Nath para calmar esta incertidumbre que me esta matando, continuaba acumulando delitos y aunque creí que estaba preparado para afrontar las consecuencias me sorprendí de mi mismo, de lo que estaba dispuesto a hacer por saber.
- Mmm… Me he permitido pedírselo a Nath. Le he dicho que era para mandarte la referencia del libro del que habíamos hablado pero… los dos sabemos que no es por eso. Quería que hablásemos de lo que ocurrió entre nosotros la otra noche. -
- Y… ¿No podrías haber pasado por aquí? Por teléfono es un poco… -
- ¡Estoy completamente de acuerdo! Pero no estaba seguro de que quisieras verme. En fin… -
- Está bien, bueno, ya sabes donde encontrarme ¿no? Recuerda que no cierro hasta las 8… -
- Es que… Hoy estoy ocupado. Y mañana también. Estaba pensando… ¿... Te parece bien si vamos a tomar algo dentro de dos días? Te prometo que no tardaremos mucho. -
- Pues... Muy bien, hagamos eso ¡Nos vemos pasado mañana entonces! -
Cuando colgó sentí que el mundo volvía a girar, que todo se había detenido solo con su voz, en medio de todo esto una parte de mí se alegraba de oírla otra vez. Poco a poco la súplica que había casi tartamudeado se volvía más clara, ella aún me podría odiar, repudiar y quererme lo más lejos posible de su vida. Quizás eso era lo que merecía, tal vez eso era lo mejor.
Esa noche dormí a ratos despertando sobresaltado hasta el amanecer, una sola pesadilla se repitió en bucle, ella riéndose en mi cara por haber sido tan estúpido como para creer que había algo entre nosotros, que yo había confundido su lastima con interés y es que cómo podría siquiera soñar en que ella lo dejara por… por alguien como yo.
DÍA 3
Trotar acompañado por el rocío matutino me ayudaba a despertar después de no descansar, de alguna forma una noche de sueño entrecortado era más nociva que una noche en vela, esta carencia comenzaba a pasar factura y ya era más que evidente en mi rostro que no estaba teniendo un buen día. Hoy tenía una pequeña operación de campo, nada más que observar en caso de ver algo sospechoso, definitivamente no podría ver nada si apenas podía mantener los ojos abiertos.
Hoy no había podido escapar del almuerzo y Nath ya llevaba un par de minutos mirándome con insistencia.
- ¿Todo anda bien? -
Al escuchar esa pregunta en voz alta dudé, como si ya no fuera físicamente capaz de seguir esta mentira, pensé en confesarle todo, no solo el beso sino este sentimiento prohibido que me había permitido cultivar, lo traidor y canalla que era pero luego pensé en ella, y en como no podía arrebatarle eso que le pertenecía por derecho, si alguien debía ser el gran antagonista era yo, quien tendría que pagar el engaño y la mentira.
- Si… Aunque creo que mi intento de dejar el café por algo más saludable, irónicamente me esta matando, creo que volveré a mis viejos hábitos. -
- Cuídate Eric, aún necesito a mi compañero un tiempo más, alguien tiene que sacar la cara por este departamento. -
Quien diría que las palabras podrían causar dolor físico, sentía como sus palabras se clavaban en mi espalda y bloquean mi garganta. Solo pude sonreír Sentado solo en vehículo de incógnito mi mente estaba en blanco, no, no en blanco realmente una idea había quedado fijada a mi cabeza como una pista que aparece luego de releer por décima vez… No podía, sencillamente no podía hacerle eso a Nath, todo esto había sido una enorme equivocación, una situación confusa y totalmente fuera de lugar, y tenía que acabar lo antes posible.
Esa noche tampoco pude dormir, pasé las horas pensando en ella, despidiéndome de alguna forma de los momentos que había recolectado en mi memoria, había mantenido esta absurda fantasía por demasiado tiempo ya no podía seguir mintiéndome.
DÍA 4
Esta mañana estaba tranquilo, a pesar de ser el día de nuestra reunión, pero quizás no era tranquilidad sino resignación, hoy terminaba el suspenso, se terminaba esta historia que nunca debió existir.
Las horas pasaron rápido pues ya había tomado una decisión, si quería acabar esto para siempre no debía quedar ninguna duda, yo tenía que contarle a ella absolutamente todo, así cuando me rechace y niegue todas y cada una de mis esperanzas, podría apagar esa luz que todavía desea verla, que ni el hecho de que esta con alguien más a podido extinguir, debía ser ella y debía ser brutal.
Me sorprendió lo rápido que el brillo naranja del atardecer se empezó a colar por la ventana de mi oficina, parecía que después de todo no tenía demasiadas ganas de acudir a mi “cita”. Mi desánimo se iba transformando en nerviosismo con cada paso que daba, para cuando me di cuenta estaba afuera del café.
Y entonces te vi a través de la ventana y sonreí sin poder contenerme porque solo cuando te vi me di cuenta de que lo extrañaba y de que no me había gustado pasar tantos días sin verte y de que incluso todo parecía un poco más luminoso…
Oh… Mierda, estoy realmente jodido.
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Eaven
Era la tercera vez que nos mudábamos en dos años. A este ritmo la verdad ya me había dado por vencido.
Dejé la última caja sobre el suelo y me aventé sobre el colchón que había al lado de ésta. Solté todo el aire de mis pulmones en un largo suspiro, agotado. Me puse mis audífonos dispuesto a escuchar un poco de música, pero mi madre interrumpió justo en ese instante.
- Riley, ¿Por qué no sales un rato? En este vecindario hay más gente de tu edad que en los anteriores. – Su voz salió cálida, eso era algo que la caracterizaba, no importaba la situación, ella siempre sería esa zona donde te puedes sentir en paz.
- ¿De qué sirve? Si en unos cuatro meses ya estamos fuera – respondí. La mujer me volteó a ver de manera filosa, un poco más y me rebanaba cual jamón en ese mismo instante.
Me levanté muy a mi pesar y salí de la habitación.
- De verdad que con usted no se puede señora – mencioné de manera burlona al pasar a su lado mientras reía. Mamá simplemente acarició mi espalda tras depositar unas leves palmadas en ésta.
Fui directo a un parque que vi durante el camino y que quedaba cerca de casa. Me senté en una banca, justo la del centro, la verdad solo lo hice porque era la más limpia de todas, y volví a ponerme los audífonos observando a quienes pasaban por la zona, hasta que sentí una presencia a lado mío. Que molesto.
¿Acaso ya nadie puede escuchar música con tranquilidad? Me quité los audífonos y volteé a ver de quien se trataba, ya que estaba ocupando bastante de mi espacio personal.
Era un chico no mucho mayor que yo, de tez extremadamente pálida, casi gris; su cabello era de un negro intenso y que contrastaba con su piel. Su estilo era algo peculiar, vestía increíblemente formal, pero al mismo tiempo casual y cómodo; algunas pulseras adornaban sus muñecas y diversos aretes, sus orejas; no puedo olvidarme de la boina complementando el conjunto. Me fijé en su rostro; ambos ojos variaban el uno del otro y algunos lunares lo decoraban; uno la parte inferior de su ojo derecho, otro en su mejilla izquierda, y el último estaba justo en la punta de su nariz. Tierno.
- Esta es mi banca – Dijo rudo. ¿Era necesario ser tan grosero?
- No tiene tu nombre.
El chico se levantó y se paró en frente mío, era bastante alto; inclinó levemente su torso y me observó de manera seria, podía notar el fastidio en su mirada.
- No quieras pasarte de listo – Su voz salió más grave que en un principio. ¿Qué se cree? No me dejaría intimidar tan fácilmente.
- Éste es un lugar público, ¿sabes?, así que yo me puedo sentar en donde me dé la gana.
El pelinegro rió de lado analizándome de pies a cabeza.
- No te conviene enfrentarme, sobre todo si eres un recién llegado.
-No me interesa – Me levanté, a pesar de no poder rebasarlo en altura, y lo observé intimidantemente, o al menos eso intenté – El que debería cuidarse eres tú, no sabes de lo que soy capaz.
Él solo sonrió. ¿De qué se ríe éste imbécil?
- Ya, ya, tranquilo – dijo levantando ambas manos en símbolo de paz. – Te la paso solo porque me agradas. Me llamo Eaven, ¿y tú?
Su sonrisa se amplificó todavía más, era curioso como sus labios adoptaron una forma cuadrada al hacerlo, pero lo que realmente me tenía consternado era aquel cambio tan repentino en su forma de actuar.
- Soy Riley – Le contesté completamente confundido. No entendía nada de lo que estaba sucediendo.
- Un placer, Riley, te daré un tour por la zona. – Pasó un brazo por encima de mi hombro y comenzó a andar. ¿Pero qué rayos ocurre con este chico?
Sin embargo, a pesar de lo extraño de la situación y aquel primer encuentro ya no podía quejarme, pues con el paso de los meses él se convirtió en mi único amigo, el único que me escuchaba, el único que me entendía, y el único por el cual mi corazón había correspondido.
Y ahí estaba como idiota, observando aquella sonrisa de caja que no me hacía sentir como un completo desubicado en este enorme universo.
Estábamos sentados en la misma banca de siempre, aquella que solo compartía conmigo.
¿Cómo habíamos llegado hasta aquí? Muchos piensan que es destino; otras, simplemente suerte; yo pienso que es algo mucho más complejo.
- ¿Riley? – Eaven llamó mi atención, la cual le ofrecí – Tengo que contarte algo.
Pude notar su nerviosismo, puesto que se encontraba jugando con sus dedos y la vista gacha.
Creo que ya sé por dónde va la cosa.
- No te lo había podido contar antes, y de verdad lo siento, - comenzaba a hablar demasiado rápido - pero no sabía cómo hacerlo, yo…
- Eres un fantasma – lo interrumpí.
- Exactamente, yo soy… Espera, ¿¡qué!?
Comencé a reírme ante su reacción hasta que mi estómago comenzó a doler.
- Pero, ¿cómo lo sabes? – juraba que sus ojos se escaparían de sus órbitas de lo sorprendido que se encontraba.
- Soy el único que puede verte. – Le dije recomponiéndome y secándome las lágrimas que habían escapado con la risa – No preguntes desde cuando lo sé, porque me di cuenta desde que te sentaste al lado mío la primera vez.
Pude notar como me observaba atento, así que continué.
- Por eso me he mudado tantas veces. Desde que soy muy pequeño comencé a ver fantasmas, y cada vez que alguno se daba cuenta de que notaba su presencia me atosigaba al punto de querer huir; pero contigo ha sido diferente, ya no quiero huir.
Abracé al fantasma, en serio que ahora no podría alejarme de él. Mi corazón sabía que al fin había encontrado el lugar correcto estando al lado de aquel fantasma tan peculiar. Te quiero, te quiero muchísimo Eaven.
Esta bellísima historia tiene una segunda parte, ¿Sabías? La puedes encontrar en el blog de @opalo-negro ¡Así que tienes que ir a leerla! Sobretodo si quieres conocer el punto de vista de Eaven...
#Aileen letters#This Little Magic Box#literatura creativa#creative writing#escritura creativa#pequenosescritores#taekook#fantasma#amor#Cuento#Short Story
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Sensei
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Natsuko
Su garganta se desgarró en un gemido que llenó la habitación, temblando de pies a cabeza mientras sonreía embobada y triunfante; pero aun era muy pronto para sentirse satisfecha con solo tenerlo muy profundo en sus satinadas entrañas.
Sin aviso alguno, la desesperada chica comenzó a saltar en el regazo del mayor. Sus cuerpos hacían un obsceno eco mientras Natsuko, como poseía, golpeaba sus nalgas contra el regazo de Fuyuhiko.
- Dame más, más… quiero más -exigía jadeante, con el cuerpo perlado por el sudor y un hilo de saliva rodando por la comisura de sus labios- Pellizcame, dame nalgadas. Ya no te contengas… Sensei, déjame sentirte -le pedía sin dejar de saltar con fuerza- Hazlo fuerte, muy fuerte.
Fuyuhiko
Sonrió de medio lado y por cada embestida, le daba una nalgada, o un pellizco que le hacía temblar. Iba al encuentro de sus saltos, empujándose con fiereza para llegar tan profundo como le fuera posible.
Los pechos de la joven saltaban escandalosos, así como escandalosos eran sus gemidos y gritos. Fuyuhiko gruñía sin dejar de darle esos pequeños golpes que la estaban llevando al máximo placer - Nghhhhhh… tan bueno… caliente.
Natsuko
- Sensei, mi sensei -se mordía los labios, gritando cada vez que la mano del profesor se tatuaba en su piel, a veces golpeando sus muslos, otras sus anchas caderas- Tan bueno… delicioso… así, no pares… ¡Follame más! -toda ella era escandalosa, desatada, salvaje. Si no fuera por el dulce olor a vainilla de sus grandes pechos, que rebotaban de arriba a abajo, ya no habría dulzura en su tierno cuerpo, solo una desenfrenada pasión.
Estaba tan desinhibida que tomó la cabeza del mayor y la llevó a sus pechos, mismos que golpearon su cara- Tomalos, se que te encantan. Hazlo, Fuyuhiko.
Fuyuhiko
No tardo en sujetar uno de sus pechos para llevar su rosado pezón directo a sus labios y así seguir con la penetraciones por demás obscenas que los estaban llevando a la locura.
Volvió a dar un par de nalgadas y se atrevió a morder su pezón quedando este ligeramente más rosado de lo normal -Ahhhh… ¿más? -ella gritó un sí casi desgarrado y Fuyuhiko le atinó un par de nalgadas mientras succionaba como un chiquillo hambriento.
Natsuko
Los límites ya no existían, ambos eran un manojo de ansiedad, hambre por el otro y desesperada pasión; eso sin contar los sentimientos encontrados que los embargaban.
Pero por otro lado amaba sentir como Fuyuhiko atiborraba sus sentidos, como casi devoraba su cuerpo y como le veía con esa dulce y ardiente mirada.
- Nghn~ ¡¡Aaah~!! -bruscos espasmos remecian su menudito cuerpo, apretando a Fuyuhiko en su sexo- Mi amor, n-no puedo más.
Fuyuhiko
Tampoco él aguantaba más, porque el encuentro estaba siendo demasiado pasional, demasiado para que ambos pudieran contenerse un poco más. Fuyuhiko dio una palmada en sus nalgas y aferrando esa mano al lugar donde había golpeado, volvió a empujarse.
-¡Ahhhh! ¡Córrete conmigo! -besó sus labios casi queriendo comerse su suave piel, mientras que su cuerpo era invadido por deliciosos espasmos y después se corría muy dentro de ella, llenando todo su ser.
Natsuko
Gritó su orgasmo hasta quedar sin aliento, mientras el profesor se derramaba muy profundo en ella, sin dejar que ninguna gota escapara. Sus uñas, que habían estado enterradas a la espalda de Fuyuhiko, poco a poco fueron soltando su agarre, y cual muñeca de trapo, terminó colapsando en el regazo del mayor.
Sin darse cuenta, habían hecho un real desastre. Natsuko aun seguía siendo presa de los espasmos, sin importar que ya no estuviera conciente, y mojaba con su orgasmo los muslos del profesor
Además, las caderas, muslos y sobre todo las nalgas de la chica estaban sumamente rojas, y muy probablemente, en unas horas mas, los moretones brotarian en su pálida piel.
Ambos habían empujado un poco más sus límites en pos de querer escapar del momento para nada agradable que los aquejaba.
Fuyuhiko
La sujetó entre sus brazos y ella solo se había dejado llevar, así que él se encargaría de limpiarla y arroparla para estar con ella bajo las mantas.
Ahora que estaba consciente de las inseguridades y temores de Natsuko, trataría con más ganas de no alimentar esa manera de pensar. Besó sus hombros mientras ella seguía respirando languido -Te amo, mi amor -fue por algo de pomada para masajear sus nalgas y así al menos no dolieran tanto.
Natsuko
A la mañana siguiente, fue la primera en despertar. Afuera aun no salía el sol y Fuyuhiko tenía su brazos sobre ella, sosteniendola de sus caderas, las cuales, se dio cuenta, estaban cubiertas de manchitas rojas y moradas.
Si Fuyuhiko estuviera despierto se alarmaria, o le diría que parecía una conejita manchada, porque sus caderas, muslos y sobre todo sus cremosas nalgas, estaban llenadas de marcas de dedos y palmas.
- Fuyuhiko… -susurró, ya que no podía levantarse de la cama sin ayudar- Mi amor, despierta.
Fuyuhiko
Se removió despacio cuando escuchó la voz de su amada, de a poco fue abriendo los ojos para encontrarse con el lindo rostro de su amada, sonrió y atinó a darle un beso en los labios.
-Buenos días conejita -acarició con suavidad su mejilla- ¿Es muy temprano, no?
Natsuko
Sus ojos se cerraron al ser su mejilla acariciada- No tanto -respondió, dando un respingo- ¿Puedes ir por analgésicos y un vaso con agua? Es que me duelen un poco las caderas. Siento como si se hubieran ensanchado -susurró, mirando su cuerpo desnudo- Miralas -se recostó sobre su espalda, intentando mostrarle- ¿Se ven mas anchas o es mi imaginación? -su cuerpo era fiel reflejo de cuando se habían alocado la noche anterior: marcas de manos en la piel y el cuerpo levemente hinchado de la chica era todo un espectáculo.
Natsuko deslizó sus manos por sus muslos, sus caderas anchas y fue a su sexo, encontrándose con un poco de semen que goteaba- Mira… -sonrió con cierta perversidad- No se quiere quedar dentro -abrió con suavidad las piernas, tomando su mano para llevarla a su entrepierna, deseando que palpara.
Fuyuhiko
Tuvo que sostener el aire mientras veía la sensual imagen de la chica tocándose sin ninguna vergüenza, dejando que viera hasta lo más recóndito de su intimidad.
Admitía que también se sentía algo culpable por haber mancillado su cuerpo de esa manera, al ver sus muslos, cadera y nalgas marcadas, no pudo hacer otra cosa más que bajar a darle un par de besos en sus moretones, mientras palpaba su sexo.
-Perdón conejita -lamió una marca rojiza- Me excedí.
Natsuko
- Esta bien -le sonrió con dulzura, temblando suavemente mientras los dedos del profesor se animaban a acariciar su feminidad- Así lo quise -su mano despejó algunos cabellos de la frente de Fuyuhiko mientras lo veía fijamente, suspirando ante el roce de sus labios.
- Mhm~ -un índice caliente se paseaba sobre la hendidura de sus hinchados labios vaginales, esparciendo las leves gotas de semen que mancillaban tan íntimo lugar. Natsuko daba suaves espasmos y, con sus piernas abiertas, le invitaba a explotar cuanto quisiera.
- Toca dentro -tomó el índice y anular del profesor y, muy lento, se fue penetrando con sus dedos- Mhm~ ¿Sientes lo mojado que sigue dentro? Es por tu culpa…
Fuyuhiko
Pasó saliva -¿Mi culpa? Tú me provocas de esa manera, mi amor -empujó sus dedos y Natsuko curveó su espalda, dejando ver su cuerpo rosado.
Fuyuhiko besó su vientre y sonrió -Hay una teoría que dice que el sexo por la mañana ayuda a que el estrés del día no se acumule y por lo tanto -siguió besando-, de sea más productivo. Algo rápido para inyectar energía -suspiró.
Natsuko
- Eso suena plausible para mi -susurró, estrechando los dedos del profesor en su interior- ¿Se te antoja inyectarme más de tu energía? -preguntó, mordiéndose los labios con una coqueta sonrisa.
Fuyuhiko
-Tú qué crees conejita hermosa -sacó sus dedos para abrir las piernas de la estudiante y colocarse entre ellas- Estoy duro desde hace rato -esta vez fue el turno de Fuyuhiko de llevar la mano de Natsuko a tocar su dura erección- Ves… Lista para ti.
Natsuko
El miembro de Fuyuhiko se erguía duro y grueso, deseoso de entrar a su intimidad, y Natsuko, hambrienta del profesor, tomando el miembro en su puño, rozó la mojada punta a lo largo de su hendidura, de arriba a abajo, insistentemente, solo disfrutando del caliente y suave roce.
- Me encanta… -Fuyuhiko se inclinó, pudiendo besarlo tiernamente en los labios- Desearía estar todo el día empalada por ti, sensei… -susurro contra su boca, sin vergüenza de usar un lenguaje tan osado- Follame, follame, follame, follame… -jadeo contra su boca, aunque, solo para molestarlo, se alejaba de él, como si cual conejita, escapara de las fauces del lobo arrastrándose.
Sin Fuyuhiko notarlo, Natsuko estaba lejos de su alcance inmediato y solo sus bocas estaban en contacto. Era temprano y la chica quería jugar a la conejita y el lobo.
Fuyuhiko
Sonrió de medio lado, divertido por las travesuras de la chica que lo veía con ojos inocentes, como si no se diera cuenta de lo que estaba haciendo.
Fuyuhiko acarició su vientre y se arrastró junto a ella -¿Y cómo quieres quieres que te folle si no me dejas? -se agachó a adorar sus pechos desnudos con cálidos besos- Quiero tomarme mi tiempo pero no tanto como para no alcanzar.
Natsuko
- ¿Entonces deberíamos cronometrar el momento? -preguntó entre risitas divertidas, tomándole el pelo con su mala broma. Sin embargo, esta vez Natsuko lo buscó, rozando su intimidad con la del hombre- ¿O lo hacemos y ya? -dijo, tomando su miembro para empujar el glande en su mojado interior- Mhmm~ Estas hirviendo.
Fuyuhiko
Rió con ganas -Tonta… Además de hermosa tienes buen sentido del humor -besó sus labios mientras que ella guiaba su erección- Es tu culpa que yo esté tan caliente… Me excitas mucho -se empujó lentamente- ¿Te follo de una vez?
Natsuko
- Me encantaría -ambos fueron al encuentro del otro, uniéndose en un ahogado jadeo, sonriendo satisfechos.
El encuentro fue muy dulce, a diferencia del de la noche. Los besos, los abrazos apretados y las palabras de amor marcaron la tónica, dejándose llevar.
- Te amo… Fuyuhiko, te amo -susurró contra su boca.
Fuyuhiko
-Te amo, amor. Te amo tanto… -le sonrió totalmente devoto de ella y volvió a empujarse mientras buscaba sus labios y sonreía contra ellos- ¡Ahhhh! Mi hermosa Natsuko… ¡Ngh! -volvió a embestir con más contundencia haciendo que ella gimiera con fuerza.
Natsuko
- ¡Ngh-ah! -se hizo oír en la habitación su voz, opacando el morboso chapoteo que hacían sus cuerpos al chocar- Fuyuhiko… Mhmm~ -para terminar dando un respingo y temblando al sentir los dedos del profesor hundirse en los moretones de sus anchas caderas. Esa mezcla entre dolor y placer dejó a la adorable chica casi al borde del orgasmo- Fuyuhiko… -le sonrió como una boba enamorada y sumida en el placer- Así~ -ronroneo y lamió los labios ajenos, caricia que terminó con una mordida- Mhmm~ Un p-poco mas profundo… sostén m-mis caderas… no tengas miedo, n-no me vas a romper.
Fuyuhiko
-De… a-acuerdo… sujetó su cadera u volvió a empujarse, llegando casi al fondo de su intimidad. Gimió y gruñó mientras su miembro era apretado perfectamente como si fuera cubierto por una prenda hecha a la medida. Era tan cálida la sensación, tan placentera que no podía dejar de empujarse una y otra vez en ella.
-Te amo… te amo… -besó sus labios.
Natsuko
Los muslos y, por sobretodo, el vientre de la chica era presa de fuertes espasmos, mismos que anunciaban que no quedaba mucho para alcanzar el clímax.
- Mhmm~ -sus uñas se hundieron en los brazos del Shiiba mientras apretaba los dientes para no gritar- M-me corro... aahh~ Amor, n-no puedo... -gimoteo ya mojando su entrepierna.
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¿Aún estoy a tiempo para pedir un escenario? Quiero uno Fluff de jungkook con los números,23"Solo finge que eres mi cita",63"¿A qué te refieres?¡Es emocionante!" Y 26"Creo que eh estado conteniendome de enamorarme de tí constantemente" La idea va así,la chica por x motivo le pide a jungkook que finja ser su cita,ambos están enamorados del otro y jungkook se lo dice ya al final de todo,no sé si se entiende. Pero si quién cambiar algo no me opongo!,sería bueno sorprenderme como siempre! Las amo 😘
ESCRIBO ESTO CUANDO AÚN NO LO HE TERMINADO; BITCH, SORRY, THIS HAS BECAME A WHOLE FICCCCC, ME EMOCIONÉ WEI. GET READY FOR THE FLUFF AND THE HUMOR SFJSKFHJSK POR QUÉ ESCRIBO EN INGLÉS, LO SIENTO D’: BTW, NO VOY A REVISAR FALTAS NI NA PORQ LA PERESA ES IMPORTANTE
"¡Al fin! Has tardado cuatro mil años. Pensaba que te habían secuestrado."
Nada más abrir la puerta de tu casa lo cogiste de la manga de su camiseta y lo arrastraste a dentro.
"Pero qué dices, si he tardado sólo cinco minutos, loca." –se defendió él, dejándose arrastrar hasta que lo empujaste y lo sentaste de golpe en el sofá. Él te miraba sorprendido mientras tú apoyabas el culo en la mesita que tenías atrás, para así poder mirarlo de frente.
"¿Qué pasa?" –Jungkook comenzaba a asustarte al ver tu semblante tan serio.
"¡Hay tal crisis!" –exclamaste, clavando tus dedos en sus rodillas.– "¡Mi prima se va a casar!"
"¡Oh! ¡Qué bien! ¡Me alegro mucho por e–"
"¡CALLA, NO HE TERMINADO." –cortaste bruscamente– "Ha invitado a mi ex... ¡y a su nueva novia!"
Te cubriste la cara con las manos mientras emitias sonidos de frustración.
"Wow... Eso es..."
"UNA MIERDA. ESO ES UNA PUTA MIERDA."
"A qué te refieres, ¡Es emocionante! ¡Huele a drama! " –dijo Jungkook de repente, para tu sorpresa, dando pequeñas palmadas emocionado.
Lo miraste con incredulidad.
"¿Emocionante? ¡Me va a ver aparecer sola y va sentir pena por mí!" –te quejaste– "O peor aún, puede pensar que aún no lo he superado, o a saber qué. Voy a parecer patética..."
Jungkook se quedó en silencio unos segundos para después acomodarse mejor en el sofá, preparándose para compartirte la idea que acababa de cruzarle por la mente.
"Pues no vayas sola." –dijo simplemente, consiguiendo toda tu atención.– "Ve con alguien que se haga pasar por tu pareja, y ya está."
Se rió ante la cara que pusiste, como si se te hubiese revelado la virgen María misma.
"¿A que no era tan complicado de solucionar? " –se echó en el sofá, apoyando la espalda en el blando respaldo, sintiéndose orgulloso. – "Qué harías sin mí, ___. Tu vida sería un sin sentido si no estuviese yo aquí para-"
"Vente conmigo a la boda." –Dijiste de repente, cortando una vez más a Jungkook, quien te miró sin entender.
"¿Eh?"
"¡Sí! Sólo finge que eres mi cita, así será más verosímil que si voy con alguien que nadie conoce, de la noche a la mañana. A ti te conocen ya todos."
"¡Por eso mismo! Todos me conocen. Saben que somos amigos de toda la vida. No se van a creer que te acompaño como pareja. "
"Podemos decir que comenzamos a gustarnos y probamos a intentarlo, o lo que sea."
Percibías que Jungkook se lo estaba pensando: mantenía su mirada perdida en el suelo mientras chocaba su talón contra el mismo en rápidos y constantes movimientos, mordisqueando al mismo tiempo su labio inferior.
" Por favor... " –Insististe, cogiendo sus manos entre las tuyas y empleando ese adorable mohín que le podía a Jungkook.
Y efectivamente, Jungkook acabó cediendo.
Así es como comenzasteis a planificar el "Proyecto I'M FINE", consistente simplemente en demostrar al ex que estabas bien, sin rencor alguno; y ayudando a ese cometido, como no, la compañía de Jk: básicamente lo único que haríais era acudir a la boda como si nada, y solo recurrir al contacto físico si la ocasión lo requiría, es decir, como recurso de emergencia. Sobre decir que érais pareja, habíais quedado en que lo daríais a entender, sin decirlo explícitamente. La gente suele entender eso cuando preguntan y se encuentran, como respuesta, una simple risa o miradas cómplices... En conclusión, ibais a ser unos actores de primera. ¿Leonardo DiCaprio? ¿Sandra Bullok? BULLSHIT.
Cuando Jungkook te recogió para ir juntos a la ceremonia, que se celebraba por la tarde, te sorprendió al verlo vestido con un elegante esmoquin y el pelo, usualmente al estilo seta, retirado sutilmente hacia los lados de manera que se le veía un poco la frente.
Estaba realmente guapo.
“Madre mía, si el que parece que se casa eres tú.” –comentaste en voz alta, consiguiendo una risa tímida por su parte.
“Tú no te quedas atrás, eh.” –dijo, mirándote de arriba a bajo, y provocando que te sonrojaras.
Dándole un ligero golpe en el hombro, te adelantaste para meterte en el coche,
“No me mires así, pervertido.” –bromeaste una vez sentada, viendo cómo Jungkook se había acercado para cerrar él mismo tu puerta.
Y así, llegasteis al lugar en donde se celebraba la boda. En esa primera parte antes del combate/cena, no hubo mucho de qué preocuparse –más que nada, porque llegasteis un pelín con la hora pegada al culo y estaban ya todos sentados para cuando entrasteis, sin daros tiempo a saludar a nadie–.
Luego, cuando ya todo los invitados fueron desplazados a la zona ajardinada en donde tendría lugar la cena y la fiesta, fue el momento de comenzar a saludarse entre todos.
Tus familiares más cercanos, que ya conocían a Jungkook de años, simplemente lo abrazaban efusivamente y le preguntaban qué tal todo, sin siquiera plantearse vuestra relación. Mientras tanto, tú todavía no habías divisado en ningún momento a tu ex y su pareja, y te daba miedo encontrártelos de golpe...
En un momento en el que al fin estabais descansando de socializar, Jungkook vio que servían para los niños bananamilk... Mirándolo mal, pero sin poder evitar sonreír, veías como se alejaba a coger una de esas bebidas que él tanto amaba.
Fue en ese momento justo cuando tu ex hizo su estelar aparición, con su flamante novia enganchada al brazo; y es que... madre mía... la tía era realmente preciosa –y encima tenía cara de maja, la muy asquerosa–.
Te pusiste nerviosa y no sabías ni dónde mirar, ni dónde meterte... No había mucha escapatoria, y Jungkook había desaparecido también de tu campo de visión.
Y al final, vuestras miradas se encontraron: tu ex te sonrió, y tú le devolviste la sonrisa también, aunque un poco forzada. Le susurró algo al oído a su novia, y enseguida la mirada de la chica también se chocó con la tuya, sonriéndote también. Y así, ambos comenzaron a caminar para ti.
«Mierda, mierda...» –pensabas, queriendo que la tierra te tragase en ese momento.
Y justo cuando pensabas que ya no había vuelta atrás y tendrías que mantener una conversación con esas personas, sentiste un brazo rodear sutilmente tu cintura, y la imponente presencia de quien quiera que fuese detrás tuya.
“Ya estoy aquí.” –oíste que decía cerca de tu oído, provocando que su aliento te hiciera cosquillas; y, seguidamente, dejó un dulce beso en tu mejilla.– “Toma.”
Con su otra mano, te ofreció el bananamilk que había cogido para él, haciendo como si te la hubiese traído a ti.
«Maldito...» –pensaste.
Y aunque lo odiabas en ese instante por haberte hecho parecer una infantil, cuando lo cierto era que ÉL LO ERA, agradecías que hubiese aparecido, ya que cuando volviste a mirar al frente, la pareja ya no estaba.
Te giraste de golpe hacia él, manteniendo la estúpida bebida en alto y mirándolo mal.
“Te voy a matar.”
Él solo se rió, la arrebató de tus manos y, mirándote a los ojos burlonamente, se bebió casi de un sorbo todo el botecito.
“De nada por salvarte.” –dijo, aún sonriendo como un tonto... y aún con su brazo rodeando tu cintura.
“...¿Estás borracho?” –le preguntaste, echando tu cabeza un poco para atrás para observar sus facciones mejor, pero sin escurrirte de su agarre.
“Me he tomado tres vasos de agua, uno de ponche, una copa de vino, y este bananamilk...” –enumeró, mirando hacia arriba.– “Así que puede ser. El bananamilk acelera mucho el proceso.”
Provocando una carcajada en ti, Jungkook te dirigió hacia la pequeña pista de baile que se habían montado los presentes.
Estuvisteis un buen rato bailando, sin preocuparos de nada ni de nadie; sólo disfrutando y divirtiéndoos a vuestra manera. Básicamente, os encontrabais en vuestro propio mundo, y no os enterabais ni de las miradas sospechosas que os lanzaban algunos, viéndoos tan cómplices.
Hasta que la primera canción lenta comenzó a sonar, siendo inaugurada por la pareja protagonista. Todos os habíais retirado para dejarlos bailar, mientras compartían risitas y miradas de amor. Tú los mirabas encandilada, deseando algún día poder vivir eso... era una escena demasiado tierna, a cualquiera le encantaría experimentar algo semejante.
Sin embargo, Jungkook se encontraba con sus ojos clavados en ti, tras haber rodeado tus hombros con su brazo: veía cómo tus ojitos brillaban a la vez que una sonrisa melancólica resplandecía en tu rostro. Sonriendo de lado, pensó en lo preciosa que te veías esa noche... Al darse cuenta de su pensamiento, quitó bruscamente el brazo que tenía sobre ti y carraspeó, moviéndose incómodo.
Tú lo miraste confundida, pero como tenías un poco de frío –porque la brisa ya comenzaba a correr–, por iniciativa propia volviste a buscar su contacto: cogiste de nuevo su brazo y lo colocaste sobre tus hombros, y además rodeaste con los tuyos propios su estrecha cintura.
Jungkook tuvo miedo de que escucharas lo rápido que latía su corazón, pero al final se dejó.
Después de que tu prima y su ahora marido terminasen la primera canción, otra segunda comenzó y el resto de parejas fueron uniéndose a la pista.
“¿Vamos?” –le preguntaste, elevando tu cabeza para poder mirarle.
Él sólo te sonrió y asintió y, ahora de la mano, os adelantasteis hasta colocaros en un huequito del lugar. Tierna y tímidamente Jungkook cogió tus manos y las colocó una en cada hombro, mientas él avanzaba unos pasos para acortar la distancia entre ambos y situaba sus manos en el bajo de tu espalda.
Aún la distancia para bailar ese tipo de canciones lentas era considerable y el moveros de lado a lado resultaba incómodo, por lo que fuiste tú quien acabó por juntar vuestros cuerpos, deslizando tus manos desde sus hombros hasta su cuello, y adelantarte para apoyar el lateral de tu cabeza en su fuerte pecho.
Así, al fin comenzasteis a meceros al compás de la dulce melodía que sonaba por el lugar, fundiéndoos en el calor del otro. Canción tras canción, así permanecisteis, instintivamente transformando lo que en principio había sido una postura de baile, por un abrazo amoroso: tus dedos habían comenzado a juguetear con el cabello que caía por la nuca de Jungkook, provocando que el roce de tus dedos le hiciese cosquillitas y le pusiera los vellos de punta; mientras, él se preocupaba de apegarte lo máximo posible a él.
Era inevitable que, teniéndote así, a Jungkook no le volviesen aquellos sentimientos que, incontables veces, había tratado de reprimir. Hasta hoy, había salido airoso del peligro, pero no creía que después de esta noche volver a la normalidad fuera posible.
“______” –escuchaste que Jungkook entonaba tu voz.
Tú, que te sentías la mar de a gusto con sus brazos y su calor envolviéndote, relajada con tu cabeza apoyada en su pecho, sólo tuviste fuerzas para emitir un sonido que daba a entender que lo estabas escuchando. Jungkook, aún sin continuar, elevó una de sus manos hasta tu cabeza y comenzó a acariciar tu pelo dulcemente, tomándose esos momentos para pensar bien en cómo decir lo que su corazón no podía guardar más tiempo.
“ Creo que He estado conteniéndome de enamorarme de ti constantemente...” –comenzó, sintiendo cómo tus caricias en su nuca iban ralentizándose.– “Pero no creo poder evitarlo más.”
Jungkook comenzó a sentirse nervioso cuando, definitivamente, tus dedos dejaron de moverse y tu figura, alrededor de sus brazos, parecía haberse tensado.
Te separaste un poco, y te encontraste con sus ojos desprendiendo un temor que hizo que tu corazón se encogiese un poco más de lo que ya lo tenías; sí, porque tenías el corazón encogido y la cabeza hecha un lío desde hace ya rato, cuando esos sentimientos que habías adormecido por tanto tiempo estaban volviendo a despertar.
Retiraste una de tus manos de su nuca para poder colocar un mechón de su flequillo que estaba fuera de lugar; pero eso solo había sido la excusa para, seguidamente, deslizar dulcemente el dorso de tu mano por su mejilla, amorosamente.
“Pues no lo evites.” –te atreviste a decir, con el corazón latiéndote a mil por hora.
Jungkook sonrió. Tú sonreíste.
PUES YA ESTÁ. FINAL ABIERTO PERO SE DA A ENTENDER LO QUE PASA. NO HAY BESO, IM SORRY, IMAGÍNATELO Y YA. AL MENOS EL FLUFF ESTÁ KDSFSKJFKJSNFKJNF ESPERO QUE TE HAYA GUSTADO BBY. A MI ME ENCANTA TODA ESTA SHIT DE FRIENDS TO LOVERS, SOY MUY BÁSICA EN LA VIDA KFKSAFKJSADNF
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La Oscuridad Interior: Alarmas por la Mañana
Inglés autor: @imagining-supernatural Traducido por: @kclaire1
Parte 11 de La Oscuridad Interior (English Version)
Sumario: Bucky se ha autoimpuesto la misión de matar al líder de un pequeño país que le perjudicó y no espera que haya ningún testigo. Pero es descubierto por una joven que no reacciona como él espera
Recuento de palabras: 1391
Advertencias: Se discute el suicidio, el odio a si mismo, y básicamente toda la angustia.
“¿Qué estás viendo?”
Bucky salió con un sobresalto de la bruma de odio roja en la que se encontraba al escuchar la voz de T/N. Aún estaba tumbada, pero tenía los ojos fijos en él.
“Pareces un rinoceronte encerrado que acabara de ver como algo se está comiendo a sus hijos y se preparara para atacar.”
Bueno, no estaba muy lejos de la verdad. Shuri había sido capaz de desarrollar un programa rápidamente una vez que Bucky le explicó lo que quería. En lugar de tener que pasarse horas mirando imagines horribles, el programa lo hacía por él. Desestimaba todo el metraje no esencial, y si había algún dialogo esencial durante algún momento particularmente horrible, el programa le quitaba el audio para dejar solo lo esencial.
Aún así, conseguía sacar a la superficie toda la ira y el asco de Bucky.
“No es justo que todos esperéis que responda a vuestras preguntas,” dijo mientras él permanecía en silencio, “pero vosotros nunca contestéis las mías.”
“Hay algunas cosas que no tienes por qué saber.” Su voz sonaba tensa, apenas escapaba de sus labios. Ella rodó y se levantó, lo que hizo que Bucky cerrara de golpe su portátil. Ante la ceja levantada que le dedicó ella, Bucky supo que solo tenía dos opciones. O bien respondía a su pregunta, o cambiaba de tema. “¿Cómo te encuentras? ¿Necesitas un remedio para la resaca?”
Puso los ojos en blanco mientras se dirigía a la puerta. “Ni siquiera estoy segura de que pueda tener resaca ya.”
“¿T/N?” le preguntó Bucky mientras ella comenzaba a girar el pomo de la puerta. Se detuvo y le miró, expectante. “La pasada noche dijiste—”
“Un montón de cosas que no debería haber dicho.” Terminó la frase por él. “Y no quiero hablar más de ello.”
Antes de que pudiera abrir la puerta, Bucky se puso a su lado, con la mano sobre la suya para evitar abriera. Necesitaba respuestas. Necesitaba escuchar su voz. Después de todo lo que había visto durante las ultimas cinco horas, no podía dejarla ir así. “T/N.”
“Para de decir ni nombre.”
Mantuvo los ojos fijos en la puerta que tenía delante, con el cuerpo tenso y manteniendo intencionadamente los ojos lejos de Bucky. “Entonces dime qué querías decir cuando dijiste que no te podías matar a ti misma, literalmente.”
“No te tenía por un idiota. Creo que esa frase se explica bastante bien por si sola.”
Tomó aliento. A Steve se le daba mejor esto que a él. Hacer que la gente se abriera. Usar palabras antes que los puños o las balas. Pero era Bucky el que se encontraba de nuevo en esta posición, sabiendo que Steve no sería capaz de comunicarse con T/N. Qué demonios, ni siquiera sabía si él iba a ser capaz de comunicarse con ella. Pero de alguna manera sabía que, de todos los que estaban en ese complejo de edificios, era él quien tenía la mejor posibilidad de hacer que se abriera. “T/N, entiendo que esta es una situación de mierda para ti. Estas en un país diferente y todo te parece—“
“Guárdate eso para alguien a quien le importe, Soldado,” replicó. “Ese estúpido balbuceo de psicólogo puede que haya funcionado para ti, pero no va ha lograr una mierda para mi.”
“Solo estaba intentando decirte que sé por lo que estás pasando, T/N. Puedes hablar conmigo.”
“Eso si que está bien. Tú sabes por lo que yo estoy pasando. Estás usando la tortura que sufriste para formar de alguna manera un vínculo conmigo y la tortura que yo sufrí. Pero hay una pequeña diferencia que estás olvidando.” Se volvió finalmente y le miró a los ojos con una mascara vacía de emoción. “Tú tenías a alguien para apartarte del borde. Aún tienes a Steve. Han pasado ¿cuánto? ¿Setenta años? Y aún le tienes a él. Pero yo no. Yo ya no. Así que ahórrate el aliento, Bucky. Porque no sabes por lo que estoy pasando.”
Esta vez, cuando ella abrió la puerta, Bucky le dejó irse.
“Os veo a ti y a Steve en la sala de reuniones en veinte minutos. Os daré más información.”
Justo cuando estaba girando la esquina, apareció Bucky por el otro lado del pasillo, levantado la ceja al ver su espalda en retirada y a Bucky apoyándose en la puerta. “¿Alguna novedad esta mañana?”
Bucky asintió y entró de nuevo en su habitación con Steve pisándole los talones. “He llamado a Shuri y ella ha obrado su magia para que el ordenador busque entre todo el metraje y nos muestre únicamente las partes importantes. Una vez esté hecho, te daré el metraje ya censurado. Es horrible también y preferiría no tener que ver nada, pero…”
“¿Pero ella sigue siendo una caja-puzle china??”
“Está… está fatal. Está suicida, pero dice que no puede matarse a si misma. Literalmente. Como si fuera físicamente imposible. Con suerte, la parte última del metraje nos ayudará a entenderlo, pero cuando le he preguntado a ella esta mañana, se ha cerrado en banda completamente.”
Steve le dio una palmada en el hombro a su amigo y esperó hasta que Bucky le miró para empezar a hablar. “No te tortures por esto, Bucky. Averiguarás lo que está pasando tarde o temprano.”
Bucky observó como Steve retiraba la mano y pensó en lo último que había dicho. ¿Averiguar qué, exactamente? ¿Por qué se siente atraído hacia T/N? ¿Qué le había hecho a T/N el general para cambiarla? ¿Qué estaba planeando Cherut? Había demasiadas preguntas, y Bucky no podía deshacer los nudos lo suficiente para siquiera ver lo quería que respondiera.
No obstante, miró un par de minutos más de metraje antes de dar cruzar el complejo en dirección a la sala de conferencias. Puede que averiguara algo que le ayudara a aclarar un poco esta confusión. O quizás T/N hablara solo con acertijos y lo enredara todo mucho más.
“Entiendo que eres rápido y ágil y lo que sea, solo digo que ese escudo no te tapa mucho,” T/N estaba diciendo mientras Bucky se acercaba a la sala.
Steve le respondió, “un escudo más grande sería más difícil de manejar en una batalla.”
“Serías fácilmente derribado por un equipo bien entrenado. Alguien va por tu cabeza, alguien va por tus piernas ... Si además tuvieran el elemento sorpresa en su costado, estarías perdido. Es lo único que digo.”
“Sabes, no dependo solo de mi escudo.”
“Espero que no.”
“De todas formas, ¿cuándo te has convertido en experta en escudos?”
Bucky entró en la habitación justo a tiempo para ver a T/N sonreír ligeramente ante esa pregunta. Era la primera sonrisa genuina que le había visto. No parecía mucho, pero era un gran paso. T/N miró a Bucky antes de volverse para responder la pregunta de Steve.
“Mi hermana y yo solíamos organizar batallas en nuestro cuarto de estar. Le encantaba la historia e incluso cuando era una niña leía ya un montón de libros sobre Troya, Las Cruzadas, La Guerra del Peloponeso… lo que pudiera encontrar. Bueno, pues mi abuela tenía una bandeja que Jen usaba como protección contra mis balas de lana. Le tiraba una a la cabeza, seguida de una a las piernas… siempre caía en ese truco.”
Su sonrisa se desvaneció junto con el recuerdo. Ese vistazo a la vida de T/N cuando aún mantenía su inocencia hizo que Bucky sintiera aún más rabia contra el General. Ya no existían esas dos niñas pequeñas que se tiraban lana y se reían en una falsa batalla. Ahora una estaba muerta y la otra era un caparazón vacío.
“De todas formas,” dijo T/N sentándose recta y sacudiendo imperceptiblemente la cabeza, como tratando de apartar el recuerdo. “El otro día estuvimos hablando del Cartel de Delarave.”
A Bucky le importaba una mierda el Cartel de Delarave. Steve podría averiguar si había algo conveniente en lo que T/N estaba diciendo, lo que le daba a Bucky la posición para estudiar todo lo demás sobre T/N.
Había repasado los primeros meses del metraje. Había visto a T/N crecer unos seis meses en el espacio de unas pocas horas. Aún quedaba casi un año y medio por ver, pero le parecía que ya había visto lo suficiente para manejar su lenguaje corporal y notar la diferencia entre la T/N que pasaba el tiempo en el dormitorio del General y la T/N que se sentaba en frente de él ahora.
Aquí, no estaba nerviosa. Se mantenía rígida, claro, pero había una tranquilidad subyacente cuando explicaba lo que sabía sobre las amenazas a su país. En los videos, los movimientos de T/N cuando estaba con el General se relajaban considerablemente mientras seguía la regla de hacer que se lo creyera. Para un ojo cualquiera, su actuación podría incluso ser creíble. Cualquiera que lo viera desde el exterior, podría creerse que ella estaba ansiosa por sus citas semanales con ese hombre. Pero Bucky sabía la verdad. Había estado en su posición. Manipulado por los agentes de Hydra, despojado de toda su voluntad… él sabía lo que estaba buscando. Ella odiaba al general. Odiaba esos encuentros. Y, incluso en los seis meses de metraje que había visto, había podido el odio por si misma aumentar también.
Sentada enfrente de él ahora, Bucky vio que ese odio aún empapaba todo su ser.
Le costó un minuto, pero Bucky salió de sus pensamientos lo suficiente para notar el completo silencio. Sus ojos enfocaron de nuevo y vio a T/N mirándole fijamente con los ojos hechos dos rendijas, pensativa.
“¿Qué?” preguntó, desviando la mirada de T/N a Steve.
“Sabes algo. Algo sobre mi que yo no te he dicho.”
“¿Qué te hace pensar eso?” Steve preguntó desviando la atención de Bucky por un breve instante.
Miró por la ventana y se mordió los labios antes de responder. Cuando finalmente habló, lo hizo directamente a Bucky. “Se te da realmente bien esconder cosas. Tienes control total sobre tu cuerpo, sin duda de tu entrenamiento con Hydra, o a lo mejor fue en los cuarenta. Pero hay algo detrás de tu mirada. Estas comparando algo, y ya que obviamente no me estás escuchando… es algo distinto.”
“Entonces, ¿qué es? Suenas como si ya lo supieras todo,” Bucky se inclinó hacia delante, retándola. Ella le estaba ofreciendo echar un buen vistazo a su proceso de pensamiento y él no estaba dispuesto a dejarlo pasar.
“No es lo que estoy diciendo…” mantuvo los ojos fijos en los suyos mientras pensaba en alto. “Así que debe ser algo que estoy haciendo. Pero tú solo me conoces desde hace unas semanas… en realidad dos o tres días, ya que nuestro primer encuentro fue muy breve. Eso no te deja mucho material para comparar. No estoy segura que—oh.” Y ahora se cerró en banda, cruzando los brazos y echándose de nuevo hacia atrás en la silla. “Has encontrado los videos. Los videos del General.”
“¿Sabías que existían?”
Se quedó quieta y se sentó en silencio. Steve abrió la boca para romper el silencio, pero Bucky le lanzó una mirada para detenerle. T/N hablaría. Siempre lo hacía para llenar el silencio.
Y estaba vez, tampoco se equivocaba. “¿Sabes que los atletas ven sus jugadas una y otra vez para aprender y mejorar? El General me los hacía ver a mi.”
Jodido bastardo enfermo.
“Y ahora estas furioso. ¿Ves, Bucky? No eres el único que sabe leer el lenguaje corporal.”
“El General te lo enseño, ¿verdad?” interrumpió Steve, desviando la mirada de T/N a Bucky.
“Sí. Pero tú ya lo sabías.”
“No los detalles,” Steve le aseguró rápidamente. “Aunque sí teníamos lo esencial. ¿Para que te estaba entrenando?”
“Para ser espía. Y ahora creo que hemos acabado por hoy.” Justo cuando se apartaba de la mesa y comenzaba a levantarse, todas las alarmas del edificio comenzaron a sonar. Bucky y Steve se pusieron inmediatamente en marcha y no paso mucho tiempo antes de que estuvieran mirando la Tablet de Steve, viendo como dos jets acababan de tomar tierra, con el logo de Cherut pintado en uno de los laterales.
PARTE 12: Demasiado Tarde
#buckyxlectora#bucky x lectora#bucky barnes x lectora#buckyxreader#bucky x reader#bucky barnes x reader#castilian spanish
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. ִ ֗ ᴘ. Rᴇᴄᴏɴᴇxɪóɴ
𓂃 𝘗𝘰𝘷: Agatha
ᴍɪx𓂃
𝘤. #𝘙𝘗𝘔𝘪𝘹008
n.
Nada había sido igual desde aquel viaje a la montaña, ni mucho menos en el prom.
Solamente me quedaban un par de amigas luego de casi ser asesinada un par de veces.
Los días se basaban en investigar sobre los antepasados de mi familia, estaba cada vez más segura de quienes eran "seres místicos" y los brujos/hechiceros.
El tío Benedict comenzaba a visitarnos más seguido, a veces me parecía tan extraña la forma en la que aparecía sin anunciarse en la entrada o que Arissa me avisara de la visita.
ㅡ Oye, Matilda, no te concentres tanto que nos harás volar a todos.
Entrecerraba los ojos cada vez que me llamaba de aquella forma, estaba casi segura de que él sabía más de lo que yo creía.
¿Por qué no puedo leer tu mente, Benedict?
Ví a mi hermana sentarse en frente de mí, traía una expresión de seriedad que me hizo sentir miedo como cada vez que ella estaba enojada.
ㅡ Tenemos que decirte algo.
ㅡ Uy, tan brusca.
ㅡ Benedict nos está cuidando.
ㅡ ¿Nos? ¿A ti también? Espera... ¿Cuidando?
ㅡ ¿Puedes callarte y dejarme hablar?
La gente ya está empezando a sospechar, Scar, no es normal que cada día aparezcas con un vehículo distinto.
ㅡ Les decimos que tengo un Sugar y ya.
ㅡ Esto es serio, Scarlett.
No quiero que uses tus poderes para jugar.
Miré a Benedict que estaba atento a todo lo que mi hermana decía y se lo veía bastante nervioso.
ㅡ ¿Él sabe?
Apunté con la mirada hacia mi tío y él se rió.
ㅡ Soy hechicero, Scarlett.
Golpeé la mesa y en un reflejo de estupidez lo señalé con el dedo índice.
ㅡ ¡Lo sabía! ¡¿Por qué me lo ocultaron?!
Los dos se cubrieron el rostro y ladeaban sus cabezas.
ㅡ Vine para ayudarte a entender tu poder, pero primero debes conocer tu alcance.
Quizás hasta puedes abrir portales a otras dimensiones o telentransportarte a otro lugar.
ㅡ Y tú...
ㅡ Cuido las dimensiones, nadie puede entrar o salir de nuestra línea temporal.
ㅡ Entonces... ¿Siempre fue real lo de la segunda realidad?
ㅡ Hay incontables de realidades, Scar.
Me quedé en shock apenas escuché todo lo que podía hacer, sentía un poco de temor al no hacer bien mi trabajo y crear un desastre universal que acabara con todo ser en la tierra.
Desde aquel día, Benedict se tomaba el tiempo de enseñarme cada "truco" que él sabía, pero todo cambió cuando las cosas iban aclarándose.
Desde el origen de mi familia hasta mi verdadera identidad: Agatha Vangatti. Una bruja que, por ahora, sus poderes se volvían más fuertes con cada fase lunar. Sin olvidar mencionar que ahora tenía el deber de cuidar portales Magicos a otras dimensiones.
A lo mejor aún estaba en coma pero, se sentía todo tan real, hasta las palmadas que me daba mi hermana para que no me desconcentrara cada vez que me explicaba algo.
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MENTIR ES INSULTAR AL PUEBLO
Engaños y Manipulaciones Dialécticas para que no podamos ver la Realidad
La mentira fluye y se asienta no solo porque unos falseadores lo hayan decidido. La mentira se establece porque hay una sociedad cada vez menos preparada, con menor nivel de estudio y casi sin ningún tipo de capacidad de cuestionar, incluso de cuestionarse a si misma. Esto último aconsejo, va de suyo, que es un ejercicio maravilloso.
La calle Maritorena al 100, allá por los años 50/60 era de esa densa tierra, polvorosa y pegajosa, que penetraba por cuanta puerta y ventana había en la casa, venciendo radicalmente a cuanto “burlete” se interpusiera. Esa terrosa calle estaba en el medio de la nada misma y marcaba el final, o el comienzo, de un Tandil que prometía entonces ser una de las grandes ciudades de la Provincia de Buenos Aires. Allí, en esa periferia tandilense, solo quedaba como custodio el Regimiento de Infantería “Brigada General Martín Rodríguez” y una tranquila ruta hacia la famosa y ya caída Movediza, justamente allí estaba la modestísima casa que los viejos habían podido alquilar, en la nada misma. Desde allí, papá al ser “Viajante” de Acindar, podía salir de gira de lunes a viernes por diversos pueblos de la Provincia, para intentar vender alambres y clavos de la empresa de la Familia Acevedo, testimonio de una Argentina aún fuertemente industrial y expansiva. En la semana, mamá sin llegar aún a sus treinta años, quedaba sola para entera protección y cuidado de mi hermana Mónica y de quién escribe estas líneas. Silencios extremos y silbidos de vientos es lo que más recuerdo. Los juegos debían ser pensados y organizados juntando a los pocos amigos que el lugar ofrecía y era entonces cuando los desafíos del “Hoyo y Quema” y algunos que otros partidos de potrero con los arcos marcados con latas o palitos amontonados, se convertían en verdaderas maratones del disfrute de los pibes de ese barrio de pocas casas pero de muchas ilusiones.
La única proveeduría existente era de la de Don Fidel, sobre una calle paralela a las vías y frente al Regimiento. Lugar de encuentro de soldados, para tomar sus copas, comerse algún sándwich o simplemente ejercer la amistad y la camaradería del servicio militar. Ir a esa Bar – Almacén era mi contacto con los “grandes”, escuchar voces y risas distintas, quizás aprender alguna palabrota o saber que Carrizo era tal vez mejor que Roma. Es allí, donde la vieja me mandaba a comprar, cada tanto, algún que otro recado menor. Yo debía cruzar un campito de unos cien metros y entre pajonales, siguiendo el sendero de tierra formado por el solo paso de otras anónimas alpargatas y acortando camino, se llegaba a lo “de Fidel”. Lo recuerdo como si fuera hoy “Tomá 5 pesos y andá al almacén. Compra medio pan de manteca. Trae el vuelto”. La orden de la vieja era clara, soberana e indiscutible. Era la voz de mamá. Solo medio pan de manteca (así se vendía cuando la guita escaseaba) y el vuelto ni para soñar en caramelos. Comprada la manteca, recuerdo que con las monedas del vuelto en mi mano y en un imperdonable segundo y con la rapidez del rayo, le digo a Don Fidel que mamá me había dejado, solo por esta vez, comprar una barrita Yolanda. Luego de la desconfiada mirada, el casi cómplice almacenero me la entrega por sobre el gastado mostrador de madera y bajo la custodia cómplice de los colimbas del momento. Debía comérmela rápido de regreso a mi casa, por ese rumbo entre pastizales y antes que mamá viera vestigio alguno de ese inolvidable goce. El envoltorio, Dios me perdone, habrá terminado a un costado del camino y el dulce de leche hecho barra digerido fue en pocos y deliciosos minutos. Aún recuerdo el tremendo reto de la vieja. Minga que no se iba a dar cuenta que faltaban unas monedas de vuelto. Mi mentira cayó bajo un incalificable telón de vergüenzas, falsas hipótesis y argumentaciones sin sentido. Seguramente hubo algunas leves palmadas (esa educación férrea del pasado) y si no las hubo, más que suficiente con el enojo de una madre que todo lo daba por nosotros y que se las tenía que arreglar con lo poco que tenía.
El Octavo Mandamiento con claridad dice “No darás falso testimonio, ni mentirás”. Será por el Catecismo, por la Educación o por los Valores que nos dieron, el punto es que desde mi entendimiento Mentir es Insultar. Santo Tomás de Aquino 1225-1274) afirmaba que “Mentir intensifica un conflicto aunque en primera instancia pareciera apaciguarlo” y redoblando agregaba “Que la aceptación de los mentirosos es mayor cuanto mayor es la ignorancia y el entender de los seres humanos”. Los modernos han impulsado palabras como “Fake News”, cuando la realidad y siguiendo la regla tomista de hace ochocientos años atrás, la mentira es una declaración realizada por alguien que sabe perfectamente que los oyentes serán engañados, para de esta forma ocultar la realidad en forma total o parcial. Nuestras sociedades viven bajo bombardeo permanente de embustes y por esa razón trato de mantenerme informado en base a fuentes totalmente diversas, para luego tratar de componerme mi propio cuadro de pensamiento. Mi escepticismo crece con mis años y más aún al darme cuenta de mis enormes limitaciones en el saber.
Soy ignorante, en nada creo cuando desconozco al emisor, y menos aún ante aseveraciones del tipo “Los docentes dicen que..”, “Los empresarios opinan que….”, “Desconcierto entre la gente….”. Es más fuerte que yo, ya que paso a preguntarme “Qué docentes, qué empresarios, qué gente?”. Hay nombres y apellidos?, hay una encuesta?, en base a que metodología?. Me rebelo ante la bajada de línea y más aún a aquella disfrazada de aseveración dogmática. Ante esto, no solo soy ignorante sino que me ratifico que los dogmas no van conmigo. Mi mala o buena formación en Medios me hace dar cuenta al instante la composición de una mentira. Es la vulgar foto de un presidente mostrando a un perro un paisaje desde una ventanilla de helicóptero o el armado de una imagen de un ex presidente distendido en la Patagonia bajo el título “Pensando en el Futuro del País”, o la escudería pretoriana de Aerolíneas Argentinas surcando cielos a Rusia para traer algunas que otras cajas de la Santa Vacuna. El bombardeo de chapucería es directamente proporcional a la realidad que se quiere ocultar. Son los globos que ilustran esta nota, cada vez en mayor cantidad, más grandes, más llamativos y todos tapando la verdad, la única e inconmensurable, más de la mitad del país es pobre, la certeza que la Justicia no juzga y que la mayoría de los Legisladores solo defienden sus propios intereses y no los de sus representados. La certidumbre que de la pandemia nada sabíamos y que mejor hubiera sido reconocerlo de entrada y no jactarnos “que somos un gobierno de científicos, cuando antes fuimos un gobierno de CEO especialistas”. Hemos retrocedido, con dolor mediante, a la categoría de chambones en la que de todo hablamos pero de poco o nada sabemos. Y allí va otro globo para ocultar un asesinato, un desfalco, el “físico” de Leonardo Fariña (y pensar que él y solo él es la condensación de todos nuestros males), la mucama de una funcionaria, la licitación dada a un amigo, el lavado de dinero de los constructores del sur. Y allí fue otro globo más alto, más imperial, más soberbio. Pueblo! Miren ese globo!
Que el lector, no se lleve por mensajes que nos entran de derecha o de izquierda. Quiero animarlo a desafiar y cuestionar todo aquello que nos entra en inofensivo formato de Mensaje de Texto o de WhatsApp. El poder de turno, hecha mano a la calumnia para sostener su discurso falaz, pero atropellando y sin quedarse atrás, la oposición también tira sus bulos o falsedades articuladas bajo aparentes formatos de verdades. Todos mienten y siguiendo la Paradoja del cretense Epiménides “Todos los Cretenses Mienten”, nos quedamos encerrados en un círculo sin sentido, donde nadie sabe donde está la verdad, llegando al clímax de la confusión al decir “Esta paradoja es mentira”. Sostengo que mentir es insultar al pueblo y que con Engaños y Manipulaciones Dialécticas nos van tapando la realidad.
Tan lejano está de estas pampas, Winston Churchill (1874-1965) en un histórico discurso decía” ”Digo a la Cámara como he dicho a los ministros que se han unido a este gobierno: no puedo ofrecer otra cosa más que sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas. Tenemos ante nosotros una prueba de la especie más dolorosa. Tenemos ante nosotros muchos, muchos meses de lucha y sufrimiento”. Si desean escuchar este maravilloso tesoro en YouTube recomiendo apreciar la entonación dada en las palabras “tears and sweat”(lágrimas y sudor). Les dejo el link antes de finalizar estas líneas. https://www.youtube.com/watch?v=8TlkN-dcDCk
La realidad es que ningún postulante a gobernar podría ganar una elección con un mensaje donde solo pueda ofrecer “Sangre, Esfuerzo, Sudor y Lágrimas”. No faltará un presto asesor que le sugiera decir “Erradicaremos la pobreza (sin decir como), daremos más planes (sin decir como se financiarán), los maestros serán privilegiados (sin decir que no pueden ni ir a dar clases).
La historia de mi mentira sobre la mal habida golosina Yolanda fue tema recurrente de charlas con la vieja durante años y años. Mamá partió hace pocos años pero hasta poco antes de su ida (me cuesta usar la palabra muerte) no había oportunidad en que me dijera “Mirá que me acuerdo cuando me mentiste aquella vez en Tandil”. Y si bien habían pasado sesenta años, el engaño por menor que fuera, se hacía nuevamente presente, esta vez a manera de recordatorio y de lección de vida. Es entonces y por un instante, que el dulce de leche se añora algo amargo.
HORACIO GENNARI
Empresario y Docente
Tributo a Santo Tomás de Aquino (1225-1274)
Tributo a Winston Churchill (1874-1965)
23 de enero de 2021.
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Invierno Eterno - Capítulo 06. Arribo al Continente
Historia escrita en conjunto con @denissechan
Invierno Eterno
Por WingzemonX & Denisse-chan
Capítulo 06. Arribo al Continente
La gente de DunBroch se vería algo forzada a salir de su aletargamiento y encierro que el constante frío les obligaba a mantener, pues el reino entero tendría una mañana, tarde y quizás noche ocupada. La llegada de los Lores de los Clanes MacGuffin, Macintosh y Dingwall, así como de sus respectivas comitivas, era inminente y el Castillo del Rey, así como la ciudadela a sus pies, tenía que realizar los últimos arreglos. La presencia de los Lores en ese sitio causaba ciertas emociones encontradas entre el pueblo. Por un lado, muchos sentían alegría y emoción por esto, pues aunque no lo habían dicho directamente, todos estaban seguros que esta reunión tan repentina era justamente para encontrar una solución a su precaria situación y a la imperiosa escasez de víveres. Sin embargo, al mismo tiempo a otros les causaba aún más preocupación y miedo, pues entonces quizá significaba que la situación era mucho peor de lo que creían, y que la idea bajo la que muchos se habían plantado de que todo pasaría, que el invierno se acabaría y todo volvería a la normalidad, empezaba a desmoronarse.
La Reina Elinor era bastante consciente de la incertidumbre que podría llegar a sentir la gente con todo esto, y por ello puso mucho énfasis en extender entre ellos un mensaje de calma y de esperanza, enviado a ellos por medio de escritos de su propia mano, o declaraciones de su propia voz en la plaza de la ciudadela. La Reina realmente tenía un don para poder llegar al corazón de la gente y hacer que la escucharan. Su hija mayor, sin embargo, lo veía como un intento de tener a la gente engañada. Mientras se alistaba en su habitación para el mismo evento para el que todo el resto del castillo se alistaba, pensaba en aquello, y en que si lo que le dijo la Bruja del Bosque se cumplía, no había nada que esa dichosa reunión pudiera solucionar, ni palabras suficientes que su madre pudiera expresar para calmar a las personas; y para cuando lograran reaccionar de verdad ya sería tarde.
Merida se veía a sí misma frente al espejo de cuerpo de completo de cuarto mientras se vestía. Desde el incidente de hace dos años, su madre ya no le exigía usar esos vestidos totalmente ajustados al cuerpo, ni ocultar su cabello rojizo, lo cual había sido un gran alivio. Sin embargo, ya en esos momentos realmente daba igual, pues en contraposición tenía que usar un vestido de tela gruesa, sobre las capas y capas de ropa, dejándola de nuevo con esa sensación incómoda. El vestido era azul oscuro, y sobre él se colocó una capa azul celeste. Le siguieron unas botas de campo, que no eran precisamente muy formales. Cuando terminó de ponerse todo aquello, soltó un fuerte suspiro de frustración, y acto seguido se dejó caer en la cama, primero de sentón y luego bocarriba. Recostada ahí, se limitó a sólo mirar al techo de manera ausente. En lugar de estar viendo la forma de dar con esa tal Reina de las Nieves al otro lado del océano, tenía que atender a los Lores y a sus simpáticos hijos; estaba de fiesta…
Escuchó unos delgados nudillos llamando a la puerta.
—Merida, ¿ya estás lista, querida? —enunció la armoniosa voz de su madre. Cerró sus ojos momentos y respiró hondo intentando encontrar su fuerza interna para reaccionar. Luego se sentó de nuevo, con sus manos apoyadas contra la cama.
—Afirmativo, mamá —masculló de forma pesada. Elinor abrió la puerta con cuidado y se asomó hacia adentro. Ella usaba un vestido verde olivo, con una capa más gruesa que la suya de bordados dorados.
—Oh, te ves preciosa, querida —sonrió su madre con entusiasmo al ver, colocando sus manos sobre su pecho—. Aunque esas botas…
—Las botas se quedan —declaró Merida con firmeza inquebrantable, y Elinor prefirió no discutir por ello; estaba satisfecha con el vestido formal que le había mandado a hacer, y la capa que ella misma le confeccionó para eventos como éste.
Merida se puso de pie de un salto y se dirigió a donde se encontraba colgado su arco y aljaba con flechas, comenzando a colgárselos al hombro. Adicional a ello, tomó una espada de tamaño mediana que se sujetó a la cintura. Esto sí provocó que la apacible Reina Elinor arqueara una ceja en desaprobación.
—¿Enserio? ¿Arco, flechas y espada?
—Si tengo que pasar el tiempo con ese trío de idiotas, quiero tener esto a la mano —sentenció Merida un tanto tajante.
—Oh, querida. No querrás recibir a los Lores… y a sus hijos —susurró despacio esta último parte—. Con tanto desánimo y agresividad, ¿o sí?
—Lo siento madre, pero no puedo fingir una sonrisa cuando sé que estamos contra tiempo.
Elinor suspiró, un tanto resignada. Se aproximó entonces a su hija, y con sus dedos le acomodó algunos de sus mechones rojizos que le caían sobre la cara.
—Hagamos esto, lleva tus armas si quieres pero deja que las damas te hagan un peinado menos… —su lengua fue incapaz de terminar la frase, mientras sus ojos contemplaban el mar de rizos rojizos desarreglados y sin forma definida que era su cabellera.
—¿Menos qué? —masculló Merida, achicando un poco sus ojos. Elinor tosió un poco aclara dándose su garganta.
—Por cierto, hablé con tu padre sobre lo que me dijiste. —Estas palabras hicieron que un brillo de entusiasmo se asomara en los ojos de Merida, pero se desvaneció casi de inmediato—. Una pensaría que se volvería más abierto al tema de la magia, luego de… bueno, ya sabes, lo ocurrido. Pero al parecer piensa que todo ese asunto de la Reina de las Nieves, son sólo rumores y leyendas. Que la palabra de, y lo cito, "una vieja loca talladora de madera", no es una fuente confiable. —Merida hizo en ese momento una mueca de molestia, y se agarró su cabello entre sus dedos, como si se lo quisiera arrancar—. Lo convencí de que tocáramos el tema con los Lores, pero… si te soy sincera, no creo que ellos tengan una reacción muy diferente.
—¡Pues mientras ellos se sientan a decir que son patrañas, supercherías y todo eso, el invierno cada vez se hace más horrible! —Merida se alejó unos pasos de su madre, y se paró frente a su ventana, con sus puños apretándose a sus costados—. ¡Todo sería más fácil si pudiera ir yo misma!
—Merida, no digas tonterías —exclamó Elinor con desaprobación—. Si lo que dices es cierto, no puedes ir tú a enfrentar a una bruja que es capaz de convocar un Invierno Eterno como éste. Y aunque no fuera cierto, son tierras desconocidas para nosotros, ya viste que ni siquiera está en nuestros mapas.
Merida no la volteó a ver ni le dirigió palabra. Seguía mirando furiosa por la ventana. El cielo estaba nublado, como siempre, pero al menos no caía nieve en esa ocasión. Era triste pensar que eso se había convertido en un “día bueno”, para ellos.
Elinor suspiró, algo agotada.
—¿No has considerado que quizás, como esa bruja te dijo, sea realmente sólo rumores? Quizás en verdad no haya magia maligna detrás de esto.
—Sí, ¡¿pero qué tal si es verdad?! —espetó, girándose hacia a ella rápidamente—. ¿Qué tal si nos podemos salvar sólo si actuamos a tiempo? Cuando el frío se vuelva peor y no tengamos nada qué comer, ¡¿qué haremos?!
A diferencia de la más que evidente desesperación de su hija, Elinor se mostraba bastante apacible, algo que a Merida podía llegar a desesperar en ocasiones. Su madre se aproximó entonces a ella, y colocó gentilmente sus manos sobre sus hombros; Merida desvió su vista hacia un lado para no verla a los ojos.
—Ten calma, querida —murmuró la reina con moderación—. Te aseguro que sea lo que sea, no nos quedaremos sin comida en las próximas horas. Así que, por ahora, sólo tenme confianza, ¿sí? Los barcos de los Lores ya fueron vistos a lo lejos. Vayamos a recibirlos, tú atiende… a sus hijos… —de nuevo, lo tuvo que susurrar lo más despacio posible—. Y yo me encargo del resto, ¿bien?
Elinor tomó en ese momento su rostro entre sus manos, y la obligó a girarse hacia ella y alzar su rostro para que la viera fijamente.
—Anda —pronunció con ánimo—, sonríeme un poco.
Merida hizo un gesto de puchero y desencanto, pero intentó acceder a su petición y sonreírle, de una forma bastante forzada y falsa pues no tenía nada de ánimos de hacerlo.
—Puedes hacerlo mejor que eso, pero está bien. —Le dio entonces un par de palmadas en su cabeza—. Ven, vayamos a ver si tus hermanos ya están listos.
Elinor se dirigió a la puerta. Merida se quedó un segundo atrás, resoplando con fuerza. Se acomodó las fechas al hombro, y se dignó a seguirla sin nada más que desgano en su andar. La amenaza que había lanzado de ir ella misma a buscar a esa Bruja no había sido en vano como su madre posiblemente había creído. Si ni ella, ni su padre, ni los Lores se tomaban ese asunto enserio, ella lo haría por ellos. Ella se las arreglaría por su cuenta para ir, atravesar el pecho de esa mujer, fuera quien fuera, y salvar a su reino, y posiblemente a todo el mundo. Sólo necesitaba la forma de hacer tan inusual viaje.
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En DunBroch todos se preparaban para la llegada de los Lores, pero nadie se preparaba en lo absoluto para la llegada de sus otros visitantes: tres jinetes de dragón de Berk, que al mismo tiempo de aquella conversación entre la Reina Elinor y su hija, se encontraban sobrevolando el mar azul. Hacía unos segundos que habían divisado Tierra, por lo que su apuro se había hecho mayor.
—¡Creí que jamás volveríamos a ver el mar así! —Exclamó su líder Hiccup, volando a la cabeza y guiando a los otros dos. Miraba sorprendido hacia abajo, apreciando el mar en forma de agua, lo cual era para él una notoria mejoría luego de días de sólo ver hielo debajo de ellos—. ¡Se los dije!, ¡Aquí el clima ya es más cálido!
—¡Hasta me está dando calor! —Exclamó Eret a su izquierda, más como una broma pasajera ya que en realidad seguía estando bastante frío, pero ya unos niveles más que tolerable para ellos.
—Tal vez esté más cálido, pero eso no quita el hecho de que incluso el frío ha llegado acá —murmuró Astrid a su diestra, con un nada disimulado malhumor. Con una mano acariciaba la cabeza de Skystorm con cariño—. Al menos podremos conseguir algo de comida, ¡si es que no nos MATAN antes!
—¡Esa actitud no nos llevará a ningún lado, Astrid! —Espetó Hiccup con fuerza para que pudiera oírlo bien—. Ya te lo dije, no tenemos muchas opciones. Todos tienen razón, el clima está por empeorar, y esas criaturas que vimos podrían llegar a Berk tarde o temprano. Necesitamos ponerlos a todos a salvo, al menos para darnos algo de tiempo, antes de poder resolver todo esto.
—¿Y qué te hace pensar que se puede resolver, Gran Jefe? —Cuestionó Eret, sarcástico.
—Nuestro encuentro con esos monstruos me hizo confirmar algo que ya sospechaba: esto no es algo natural. Esas criaturas no se crearon solas, alguien o algo está creando este frío.
—¿Pero qué…? —Masculló Astrid incrédula por lo que oía—. ¿Estás escuchando lo que dices? ¿Cómo es que alguien ha creado el frío y esos monstruos? No me dirás que Jokul Frosty está detrás de todo esto, ¿o sí? Hasta Eret piensa que es una locura.
—Oye, ¿qué quieres decir con eso de "hasta Eret"? —Refunfuñó el otro jinete, no muy convencido por su alusión—. Yo no sé si es una locura o no, yo sólo sé de atrapar dragones y comerciar pieles de contrabando; no sé nada de magia ni espíritus malignos. Pero todos modos esto es tan extraño, que quizás no es tan descabellado pensar que todo es obra de algún Dios enojado...
—No sé si es obra de Jokul, Odin, o algún Dios —intervino Hiccup con bastante seguridad en su voz—. Pero algo está causando esto, y sea lo que sea no lo descubriremos quedándonos en Berk a esperar a que todo empeore.
Astrid apretó con fuerza las riendas con sus manos; le costaba creer que terminara teniendo el papel de escéptica en éste viaje de locos.
—¡Bien, genios! Si es así el asunto, no encontraremos nada en tierras cálidas. Lo que esté ocasionando el frío ha de estar en donde HACE más frío.
—¡Pero no podemos ir hacia allá con las manos vacías! —Le respondió Hiccup, volteándola a ver sobre su hombro—. Necesitamos saber si en el continente saben algo más, encontrar un lugar seguro para los otros, y abastecernos. Descuida, Astrid, llegaremos al continente en un páramo despejado, y entonces avanzaremos a DunBroch a pie y pediremos audiencia. Seremos sólo tres chicos vikingos, sin armas y sin dragones, con información sobre las criaturas que vimos. Tendrán que recibirnos... o en el peor escenario nos darán una patada en el trasero y nos lanzarán a la nieve.
Astrid suspiró frustrada. Tenía que admitir que él siempre veía las cosas muy analíticamente, más que cualquiera de ellos. Y siempre de alguna u otra forma, aunque desastroso al inicio, sus planes lograban funcionar. Sin embargo, aún había algo en toda su lógica que a ella no le convencía en lo absoluto.
—Está bien, supongamos que hacemos las cosas como tú dices. ¿Qué te hace pensar que el peor de los casos será que nos pateen? No, no, no, ¡el peor de los casos será que nos corten la cabeza y las exhiban como decoración de sus palacios!
—Oh, vamos Astrid, no estamos en la Época Oscura. La gente es mucho más civilizada ahora, no le cortan la cabeza a cualquier extraño que llegue a sus tierras. Ni siquiera en Berk lo hacemos.
—Eso de gente civilizada es relativo —añadió Eret, algo despacio.
—¡Pero qué terco y confiado eres! —Le gruño Astrid; su malhumor parecía haber evolucionado a un verdadero enojo—. ¿Pero qué digo?, ¡se me olvidaba que nadie puede hacerte cambiar de parecer cuando ya tienes una idea en la cabezota!
—¡¿Te has puesto a pensar que esto tampoco es sencillo para mí?! —Espetó Hiccup, ya con tangible molestia en su voz, la suficiente para que incluso Toothless la percibiera—. ¡Estoy haciendo lo que puedo! Sé que los estoy arrastrando a una locura de la que no sabemos siquiera si saldremos con vida, ¡¿pero qué esperas que haga para poder salvar a nuestra gente?!
—Oigan, chicos —murmuró Eret intentando llamar su atención, pero ellos parecían haberse concentrado por completo en su pelea.
—¡¿Tal vez que intentes ser un poco más racional?! —Le respondió Astrid, igualmente molesta como él, o incluso más—. Entiendo que estás buscando la respuesta a esto, pero estás arriesgándote sin necesidad, guiado sólo por una corazonada. ¡¿Te has puesto a pensar qué pasará con Berk si pierde a su Jefe?!
—¡Hey!, ¡oigan! —gritó Eret con más fuerza, pero el resultado fue el mismo que antes.
—¡¿Y cómo voy a ayudar a Berk quedándome sentado en esa isla, esperando a que el mar se congele por completo?! Tengo que hacer algo, no me puedo quedar con los brazos cruzados y sólo esperar.
—¡Pues tal vez podrías haberlo discutido con los otros en lugar de tomar la decisión de forma unilateral sin pensar en lo que sienten los demás! ¿No crees que tu madre tiene derecho a tomar una opinión sobre esto?
—¡No metas a mi madre en esto! ¿Y cómo puedes decir que no pienso en los demás?, ¡todo lo que hago, lo hago pensando en la gente de Berk!
—¡¡Oigan!! —Les gritó Eret, ahora con todas sus fuerzas posibles—. ¡¡Escúchenme de una buena vez!!
—¡¿Qué quieres?! —Le respondieron los dos al mismo tiempo, volteándolo a ver al fin.
—¡Sólo que creo que tenemos problemas! —Les respondió con alarma, señalando hacia el frente. En la dirección en la que señalaba, se puede ver la costa la que se dirigen. Sin embargo, no era ni cerca un páramo despejado como esperaban. De hecho, a lo lejos podían ver un imponente castillo sobre la colina, un pequeño pueblo a sus pies, y un pequeño muelle justo delante de ellos. Y si eso era poco, había tres embarcaciones de tamaño considerable dirigiéndose a dicho muelle, y ellos estaban a unos cuantos segundos de pasar justo sobre ellas.
Hiccup y Astrid se quedan anonadados al ver esto. Antes de poder reaccionar, los tres pasan sobre los barcos que navegan muy cerca el uno del otro, y los hombres en ellos los notan de inmediato en cuanto sus sombras los cubren por unos instantes. Al alzar sus cabezas y ver sus enormes figuras, todos entran de inmediato en alarma.
—¡¡DRAGONEEEES!! —Gritan con fuerza, señalando con sus dedos al cielo.
Y comenzó el caos…
Sin pensarlo dos veces, varios de ellos tomaron sus arcos y flechas y comenzaron a disparar sin espera contra las criaturas, que se movieron erráticamente de un lado a otro para esquivarlos.
—¡¿Qué rayos, Eret?! —Gritó Astrid como recriminación, volteando a ver al chico a su lado—. ¡Tú dijiste que esta zona del continente estaba deshabitada y era adecuada para llegar y ocultar a los dragones!
—¡Eso creí! —Le respondió el chico, a la defensiva—. ¡Al parecer soy mejor Cazador de Dragones que cartógrafo!
No había mucho por lo que se le podía culpar a Eret. Ninguno de ellos conocía en realidad el continente, así que no habría forma de predecir qué pasaría con exactitud; era tentar a la suerte, como todo en ese viaje, y ésta no les había sonreído en esa ocasión.
—¡Maldición! —exclamó Hiccup, frustrado—. ¡No podemos retroceder ahora!, no hay tierra en kilómetros. Tendremos que avanzar e intentar perdernos en los bosques.
Incluso Astrid, entre todo su enojo y las ganas de exclamar un tremendo “¡te lo dije!”, tuvo el temple suficiente derivado de toda su experiencia como guerrera como para analizar rápidamente su situación y concluir que de momento era su mejor opción si querían salir con vida. Los tres jinetes hicieron que sus dragones aceleraran el vuelo, directo a la orilla.
— — — —
La presencia de los tres dragones tampoco pasó desapercibida en el pueblo, ni tampoco en el interior de la ciudadela del pueblo. El escándalo se volvió imposible de ignorar. La Familia Real apenas se encontraba saliendo del castillo en dirección al muelle para recibir a los Lores, cuando fueron recibidos por sus soldados corriendo en todas direcciones, alistando sus armas y caballos.
—¡¿Pero qué está pasando aquí?! —espetó Elinor con ahínco intentando llamar la atención de alguien, pero le fue difícil pues todos estaban muy alterados.
—¡Oye!, ¡tú! —Profirió el Rey Fergus, que con su enorme tamaño logró alzar sin problema a uno de los soldados, deteniéndolo lo suficiente para encararlo y así poder cuestionarle de frente—. ¿Nos puedes decir de una vez porqué todos corren como gallinas sin cabezas?
—¡Dragones, su majestad! —Gritó en pánico el soldado—. ¡Hay dragones sobrevolando la ciudad! Quédense adentro y no se expongan, por favor.
Esa explicación sólo terminó dejándolos aún más perplejos de lo que ya estaban.
—¿Dragones? —Exclamó Elinor dubitativa—. ¿De qué estás…?
De pronto, Merida se apartó de su familia corriendo a toda velocidad antes de que su madre o su padre se lo impidieran. Subió ágilmente por una escalera, hasta llegar a la parte superior del muro que rodeaba al castillo. Una vez ahí, se apoyó sobre éste y agudizó su mirada hacia el pueblo… y ahí los vio: tres figuras provenientes del mar, sobrevolando sobre las casas a varios metros de altura, y viniendo en su dirección. Merida se quedó totalmente pasmada y boquiabierta. ¿Eso era real?
—¡Sabía que llegaría este día! —Escuchó a su padre declarar con fuerza debajo de ella—. ¡De seguro vienen a robarnos nuestra comida, nuestras ovejas y ganado! ¡Pero no los dejaré para nada salirse con la suya! —Desenvainó su espada de un solo movimiento, alzándola después hacia el cielo—. ¡Guerreros de DunBroch!, ¡síganme!
Los hombres gritaron con energía, y comenzaron de inmediato a seguir en manada a su rey hacia las puertas del castillo. Elinor miró todo esto, un tanto horrorizada. Los pequeños príncipes hicieron el ademán de querer seguir a los demás hombres, pero Elinor los detuvo de inmediato.
—¿A dónde creen que van ustedes? —les reprendió su madre, sujetando a los tres como le fue posible. Merida bajó en ese momento por la escalera, y corrió en su dirección—. Merida, entremos rápido al castillo a refugiarnos… —sus palabras se quedaron a medias, pues su hija la pasó de largo en dirección a las caballerizas—. ¡Merida!
—¡Tengo que ir! —Fue lo único que le gritó antes de perderse entre los establos.
—¡No, no tienes que! ¡Espera! —Le gritó frenética, pero fue rotundamente ignorada. Los trillizos en ese momento se liberaron también de su agarre y corrieron detrás de su hermana en grupo, emocionados por las criaturas voladoras—. ¡Ustedes quédense aquí!, ¡niños!
La reina Elinor tuvo que hacer un gran esfuerzo para mantener la calma, respirar profundamente, y luego tomar su vestido y correr detrás de sus hijos.
Al entrar al establo, Merida silbó con fuerza, y su leal corcel Angus se le acercó apresurado a atender al llamado. La princesa se sube a su lomo de un salto, sin siquiera detenerse a colocarse su silla, y emprendió la marcha detrás de su padre y los demás hombres. Miraba al frente con notoria seriedad, mientras su mente se agitaba toda velocidad analizando la situación. ¿Dragones?, ¿dragones de verdad en DunBroch? ¿Cómo había pasado eso? Su padre parecía convencido de que venían por su comida, lo cual hasta cierto punto podía ser lógico… pero para Merida, esas presencias tan repentinas podrían tener otro significado. ¿Y se tenía que ver… con eso? ¿Y si eran criaturas enviadas por esa bruja? Si era así, la situación se pondría aún peor de lo que creía, y ella tendría que actuar primero.
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Mientras tanto, Hiccup y sus dos compañeros intentaban alejarse del área de fuego, pero les resultaba algo difícil. Cuando creyeron que habían perdido a los del barco, al llegar a tierra los soldados en el puerto siguieron con su ataque, y luego le siguieron los del pueblo. Los soldados del Rey Fergus no tardaron en hacerse presentes, e igualmente se unieron al ataque con flechas, lanzas y redes para aprisionar a las criaturas. Los tres jinetes de dragones hacían alarde de sus maniobras de vuelo, mientras esquivaban tanto proyectiles como torres.
Muchos de los atacantes notaron que encima de aquellas criaturas en efecto había personas, y esto los dejó perplejos. ¿Había personas controlando a esos dragones?, ¿era acaso algo como eso posible?
—¡Esto no funcionará! —Gritó Hiccup con fuerza—. ¡Sepárense!, ¡vayamos por diferentes direcciones y así su fuerza de ataque se separará también!
—¡No!, ¡es muy arriesgado! —se negó Astrid rotundamente—. ¡Debemos permanecer juntos!
—¡Si lo hacemos caeremos! ¡Soy el jefe y es mi decisión!
Sin decir más, el líder Vikingo le ordenó Toothless que acelerara, y así lo hizo, adelantándose y luego girando a la derecha velozmente.
—¡Hiccup! —Le gritó su mano derecha, pero él se alejó. Quiso seguirlo, pero una lanza que rozó el hocico de Stormfly le cortó el camino—. ¡Por las Barbas de Odin!, ¡te juro que…! ¡Argh!
Astrid inclinó su cuerpo hacia un lado, haciendo que el dragón azul se alejara volando en dicho lado. Eret, por su lado, terminó separándose de los otros dos, prácticamente de forma forzada.
—Bien, Skullcrusher, sólo somos tú y yo por un rato… vamos a morir, viejo. ¡Fue un gusto volar contigo!
Hizo entonces que se dirigieran en una dirección distinta a la de los otros dos, encontrándose de nuevo con área costera y con un mercado. Ahí los hombres seguían persiguiéndolo y la gente corría despavorida. Todo era un completo caos. Las personas corrían de un lado a otro, gritando. Se refugiaban en los edificios, y aquellos que podían tomaban trinchos, palas, incluso carretas con piedras o estiércol, para defenderse de ser necesario o de plano arrojar todo lo que tuvieran a la mano.
Astrid, por su parte, giró hacia otra dirección, a una zona residencial mientras era seguida por hombres que poco a poco iba perdiendo. Hiccup al menos tenía razón en algo: los hombres que los perseguían igualmente se habían dividido para ir tras de cada uno, y por ello el peligro individual quizás en cierta perspectiva era menor. Para su desgracia, Stormfly había comenzado a parecer cansada, y poco a poco le era más difícil mantener la altura, y en su lugar comenzaba a descender.
—¡No!, ¡no te detengas! —le gritaba Astrid, casi como súplica—. ¡Casi estamos en el bosque!, ¡resiste un poco más!
Stormfly no era la única agotada. Skullcrusher, e incluso Toothless, estaban en igual o peores condiciones. Los tres habían volado gran distancia con la promesa de que iban a poder descansar al llegar a tierra, pero ahora se encontraban realmente lejos de ello. Toothless comenzó a volar más abajo, pasando prácticamente por encima de las cabezas de Fergus y sus hombres, y luego incluso sobre Merida. Ésta última, al ver la gran sombra su cabeza, frenó con rapidez a Angus jalando de su crin. Al detenerse, alzó su mirada hacia él y por un pequeño instante, sus ojos lograron divisar a aquel chico de cabellos castaños que volaba en el lomo de aquel dragón. Merida se quedó pasmada al ver ello, incluso más que aquellos que ya lo habían notado también. El jinete la miró igual desde arriba por unos instantes, y luego siguió de largo en su escapada.
—Pero por los Dioses… ¿qué rayos fue eso…?
Merida se talló sus ojos con ambas manos. ¿Había visto bien? ¿Un chico estaba montando ese dragón como si fuera un caballo con alas? Si en efecto había visto lo que había visto, ¿qué hacía ese chico ahí? ¿Venían a atacarlos? Fuera como fuera, no tenía tiempo para pensar tanto en ello. Necesitaba un sitio alto para ver mejor.
Hiccup miraba hacia atrás mientras seguían volando; la velocidad de Toothless se había reducido.
—Bien, muchacho, lo hiciste bien —le indicaba Hiccup con ánimo. Los hombres que los seguía ya se habían quedado atrás—. Ahora tenemos que reunirnos con los otros yo… —Al virarse al frente, pudo divisar a unos cuantos metros el muro exterior del castillo al que se estaban dirigiendo directamente, y que Toothlees por todo su cansancio parecía tampoco haber notado siquiera—. ¡Ah! ¡Amigo!, ¡elévate!, ¡elévate!
Los gritos de Hiccup, acompañado de un fuerte jalón de su silla, hicieron que Toothless reaccionara abruptamente, al menos lo suficientemente rápido para alzarse hacia arriba en línea recta, con su vientre casi rozando el muro. Los hombres en la cima del muro igualmente los atacaron de la misma forma que los otros, e Hiccup rápidamente hizo que su dragón diera una maroma completa en el aire, haciendo que ahora volvieran sobre sus pasos por el mero impulso de la maniobra.
Merida vio a lo lejos al Dragón dando la vuelta, y dirigiéndose en su dirección una vez más. Esa era su oportunidad.
—¡Vamos, Angus! —le indicó de inmediato que reanudara la marcha con velocidad, en dirección a la torre de observación más cercana. El caballo entonces aumentó su velocidad corriendo entre las personas, e incluso saltando un puente, para llegar al destino que su jinete le indicaba.
Poco a poco fueron ganando terreno hasta llegar a la torre. Se detuvo justo frente a ésta, se bajó de un salto y comenzó a subir a toda velocidad la escalera de caracol de piedra en dirección al puesto de observación en la punta, con su adrenalina a todo lo que daba.
El sitio estaba solo; evidentemente el vigía encargado del sitio se había ido a combatir con el resto. Era una decisión hasta cierto punto comprensible, pero tonta, ya que desde ese sitio era mucho más efectivo para acabar. Esperaba que él no hubiera huído a causa del miedo y decidió esconderse, porque entonces su padre no lo tomaría nada bien.
Se paró frente al barandal de madera y miró a todos lados, hasta divisar al dragón negro sobrevolando algo bajo, y no muy lejos de su posición. Y en ese momento realmente pudo verificarlo sin duda alguna: había un chico montando en su lomo. Pero eso no importaba, tenía que reaccionar con rapidez o perdería el tiro. Rápidamente tomó su arco, sacó una de sus flechas del estuche, cargó, y apuntó al frente, todo en un solo movimiento de apenas una fracción de segundo. Tenía que ser astuta y rápida; sólo tendría un tiro antes de que lo perdiera, y por lo tanto tenía que ser efecto. Mientras contemplaba su objetivo, agudizando lo más posible su mirada, algo en el dragón de un color poco usual le llamó la atención. Era algo rojo en la punta de su cola, algo que no concordaba con el resto de él que era totalmente negro. No sabía que era, pero su instinto se centró en él de manera casi involuntaria.
Retuvo la respiración un instante, y luego inhaló lentamente por la nariz, exhalando del mismo modo un poco después. No podía precipitarse, tenía que estar segura de que lo tenía en la mira y dirección correcta. Respiró, sólo respiró… Y justo cuando la criatura se encontraba en la posición y distancia correcta, soltó la flecha sin vacilación alguna…
La flecha surcó el cielo en una línea recta y casi perfecta, dirigiéndose justo a donde quería dirigirse. El proyectil atravesó con su punta la aleta roja de la cola de Toothless, el material rasgándose casi por completo. El dragón no sintió como tal el impacto, pero sí sintió cuando simplemente todo su equilibrio y balance se desmoronó y comenzó a dar vueltas mientras descendía casi en picada.
—¡¿Qué?! —Exclamó Hiccup al sentir como perdían por completo el control. Miró hacia atrás y ahí lo vio: la aleta de la cola rota—. ¡Oh, no! ¡No!, ¡no! ¡Resiste amigo! ¡Elévate lo más que puedas!
Toothless hacía todo lo posible para mantenerse en el aire, pero con sus aleteos sólo podía agitarse y girar. Terminó golpeando con su cuerpo algunos tejados en su intento de elevarse, pero luego cayó precipitadamente al suelo sin oposición, derribando varios puestos y cajas cerca del puerto.
Merida presenció en silencio toda la trayectoria del dragón hasta desplomarse en la tierra, y solo al escuchar el “crash” de la madera rompiéndose al impacto, logró respirar de nuevo, soltando un fuerte suspiro de alivio, aunque también de agotamiento.
—¡Merida tumbó al dragón! —Escuchó de pronto que gritaba justo a su lado la sonora vocecilla de su hermanito Harris, alzando sus bracitos con emoción—. ¡Viva!
—¡Yo también quiero hacerlo! —Agregó de inmediato Hubert al otro lado, dando saltitos.
—¡Vamos a verlo de cerca! —Se les unió Hamish con la misma emoción.
—¿Y ustedes qué hacen aquí? —Exclamó con recriminación la princesa, volteándolos a ver—. ¡No se acerquen a él! ¡Quédense aquí!
Comenzó a correr de regreso a las escaleras para bajar de la torre. Angus ahí la esperaba paciente. Se subió de un salto a su lomo, y de inmediato emprendieron marcha hacia donde el dragón y el chico sobre él habían caído.
—¡Oh!, ¡¿por qué sólo tú puedes hacer locuras divertidas?! —Le gritó Harris desde la punta de la torre, y los tres comenzaron a bajar las escaleras uno detrás del otro, sin importarle su advertencia.
— — — —
Hiccup se encontraba realmente aturdido tras esa fea caída. Intentó levantarse, pero su primer intento fue infructuoso ya que seguía sujeto a la silla de Toothless. Buscó a tientas el seguro para liberarse, pero en cuanto lo hizo cayó de espaldas al suelo.
—Auh… —se quejó despacio—. Toothless… ¡Toothless!, ¡¿estás bien?!
Se recuperó como le fue posible y gateó hacia su compañero, tomando su cabeza entre sus brazos. Los ojos del dragón se abrieron adormilados al sentir su contacto, pero poco a poco comenzaron a reaccionar. Agitó su cabeza varias veces para quitarse el aturdimiento, haciendo un sonidito con la garganta. Miró Hiccup con sus enormes ojos verdes, y luego volteó hacia atrás, alzando su cola. El material de la aleta estaba totalmente rasgado. Hiccup también la miró con más detenimiento. Había sido alcanzado por alguna flecha, era lo más seguro. Pero que le diera justamente en ese punto, o era muy mala suerte… o algo más.
De repente, los ojos de Toothless se afilaron con expresión de alerta, y rápidamente saltó delante de su jinete, protegiéndolo por completo con todo éste e incluso enseñando sus colmillos.
—¿Qué sucede, amigo? —le cuestiona Hiccup con confusión. Miró a su alrededor, y notó a unas cuantas personas, ninguna de ellas soldados a simple vista, viéndolos con miedo desde las ventanas y detrás de las esquinas. Pero no eran estas personas las que provocaban tal reacción en su amigo, sino un imponente corcel negro que se acercaba a ellos a toda velocidad. El caballo se detuvo a unos metros de distancia, y la persona sobre él se bajó de un salto. En cuanto sus pies tocaron el suelo, sus manos ya estaban sujetando su arco y flecha, y ésta última señalaba justo a ellos.
—¡Oye tú! —Le gritó con gran fuerza la chica de rizos pelirrojos y capa, con bastante autoridad en su tono—. ¡¿De dónde vienes forastero?! ¡¿Y cómo es que estás montando un dragón?!
Aún a pesar de la protección de Toothless, Hiccup estaba seguro que la flecha de aquella chica lo señalaba directo a él, posiblemente entre sus ojos.
—Tranquilo amigo, tranquilo —le indicó con calma a su amigo, colocando su mano sobre su cabeza para indicarle que bajara un poco su agresividad, pero Toothless no hacía tal cosa, o tal vez no quería hacerlo. Hiccup se levantó por completo y se colocó delante del dragón negro, encarando de frente a la chica que lo apuntaba—. ¿Tú fuiste quien nos derribó?
—No es por presumir, pero tengo la mejor puntería de todo DunBroch —respondió la chica, frunciendo más y más el ceño. Siguió apuntándolo con la flecha mientras caminaba a su alrededor, manteniéndole su distancia. Mientras lo observaba de arriba abajo, no pudo evitar notar su pierna izquierda, o más bien la ausencia de ella; en su lugar tenía una especie de pierna postiza, pero no de madera como la de su padre sino de metal.
Hiccup alzó sus manos en señal pasiva, o más bien de no agresión; sus ojos la siguieron en silencio.
—Escucha, cometen un error, no venimos con malas intenciones.
—¿No vienen con malas intenciones? —Masculló la pelirroja, incrédula—. Perdóname si no te creo. ¿Quién vendría con un dragón a éstas tierras? Es más... ¿cómo conseguiste uno?
Los ojos de la chica se centraron justo en aquel ser oscuro, notándosele muy sorprendida al poder verlo de cerca; realmente era un dragón. Pero éste, sin embargo, no parecía nada sorprendido ni feliz de verla. Al notar que lo está viendo, le empezó a gruñir y le enseñó sus colmillos, en actitud de alerta.
—Es… una… larga historia… —balbuceó Hiccup, inseguro—. ¡Pero no tienes nada que temer!, ¡no son peligrosos! —El chico dejó una mano alzada en su dirección, mientras la otra la colocaba sobre la cabeza de su dragón para tranquilizarlo—. Es mi amigo, y ninguno de los dos quiere hacerles daño.
La pelirroja los miró con marcada desconfianza al oír esas palabras. La gente cerca de ellos cuchicheaba alrededor de ellos, esperando el menor signo de pelea para formar un alboroto. Al parecer ellos tampoco creían lo que escuchaban, y con razón. Aun así, Merida comenzó a bajar su arco y flecha, hasta hacer que ésta última señalara hacia el suelo, pero seguía sujetando ambos con sus dedos para cualquier situación que se presentara.
—¿Tu amigo, dices? —Murmuró, achicando sus ojos— Si es así, dime qué es lo que sientes cuando lo miras a los ojos.
—Ah… ¿Qué…? —Exclamó el vikingo, un poco extrañado. Miró entonces hacia la gente, aparentemente bastante inquieta—. ¿Por qué me preguntas eso… ahora…?
—¿Cómo sé que realmente vienes con buenas intenciones y que ese dragón que traes ahí es tu amigo? Alguien que está conectado con un compañero animal respondería con facilidad ésta pregunta…
La mirada de la pelirroja se agudizó aún más, y sus manos claramente se tensaron, listas para alzar su arco en cualquier momento. Pero Hiccup igualmente reaccionó, sintiéndose un poco molesto por la manera en la que le hablaba y las cosas que decía como si lo juzgara de alguna forma. El líder Vikingo se paró entonces derecho y con bastante firmeza. Su porte cambió drásticamente, y dejó un tanto sorprendida a la chica delante de él.
—Toothless no es mi compañero animal —declaró fervientemente—. Cuando lo veo a los ojos, no veo un animal, o un dragón, o una criatura, o algo a lo que hay que temer; yo sólo veo a mi mejor amigo, a un compañero, al que le puedo confiar mi vida, y sé que él me la confiaría a mí.
Era increíble percibir tal decisión y fuerza proveniente de las palabras de un chico con tal apariencia, a simple vista tan escuálida y débil. Un gran impacto y sorpresa se reflejó de inmediato en el rostro de aquella chica. Definitivamente no parecía la forma de hablar de una persona mala, o de alguien que estuviera diciendo mentiras. El solo ver como aquel dragón se sentía tan ansioso por protegerlo, era bastante prueba de la veracidad de sus palabras… Alguien así, no podía ser su enemigo.
Relajó los hombros, al igual que su mirada, y destensó su arco. Retiró la flecha y la guardó lentamente de nuevo en su estuche; sólo hasta entonces el dragón negro se calmó, y sus dientes incluso desaparecieron. Hiccup igualmente suspiró aliviado, aunque algo sorprendido por el cambio.
—Sí, ya lo veo —murmuró la pelirroja, más confiada—. Bueno, supongo que alguien así no sería una amenaza ni aunque lo quisiera. —le sonrió de pronto ampliamente, tomando aún más por sorpresa al joven vikingo. Dio entonces un paso al frente, extendiendo su mano libre hacia él—. Mi nombre es…
—¡¡MEEEEEEEERIDAAAAAAAAAA!! —Se escuchó como una voz gruesa y aguerrida que gritaba a los cuatro vientos con tanta fuerza que hizo retumbar las casas cercanas. En un parpadeo, una enorme cantidad de soldados se abrió paso hacia ellos, guiados al frente por el alto y fornido Rey Fergus en persona—. ¡¡Aléjate de ellos inmediatamente!!
El rey tomó a su hija del brazo y la jaló hacia atrás de forma casi violenta, protegiéndola con su enorme cuerpo.
—¡Papá! —Exclamó Merida, sorprendida por la inesperada presencia—. ¡¿Qué haces?!
Toda la decena de soldados que venían con el Rey Fergus, comenzaron a rodear al chico y al dragón, apuntándolos con sus lanzas y espadas, y con sus ojos llenos de instinto casi asesino. Hiccup miró apremiante a todos lados; estaban totalmente rodeados, y sin la aleta de Toothless, no habría forma de que pudieran ir muy lejos…
—Creo que éste sí es el peor escenario —susurró el vikingo para sí mismo, esperando que Astrid no lo estuviera escuchando…
FIN DEL CAPÍTULO 06
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De todos los lugares de aquel sitio aquel era siempre su imán, su punto de llegada y partida, el lugar al que sentía la recibía como extraña y al mismo tiempo se volvía su única compañía.
Mallory soltó un suspiro casi a la par que sus piernas se doblaban y una de sus manos atinaba a apoyar sobre la lápida fría, había siempre tantas palabras, sermones completos que nunca decía, la historia, mito, lección, lo que carajos fuera sobre que para decir algunas palabras existía un solo momento era cierta, el tiempo y su caducidad siempre se volvían un mantra a su llegada no solo a Irlanda sino a ese cementerio, ese que la veía probablemente por más tiempo que la casa de sus padres, ese que la recibía de manera acogedora como si sus brazos aun pudieran rodearla y hacerla sentir de algún modo segura.
Ser ingenua nunca había sido una maldición o cualidad para la muchacha cuya frente apoyaba contra el frio mármol de letras doradas, no importa cuanto lo intentara, siempre era ya demasiado tarde para aprender un nuevo truco si se trataba de él.
Si aún viviera aquí- comenzó a decir y utilizo la yema de uno de sus dedos para limpiar la humedad de sus pestañas- mi cama estaría justo ahí- señalo con la mirada en dirección a su espalda a los pies de la tumba en que se encontraba encima.
No tendríamos demasiado espacio para mis instrumentos y los lienzos, seguro seguirías quejándote por tropezar con ellos y yo te lanzaría algo por hacerlo- susurro esperando su voz no le avisara a sus ojos o al resto de su cuerpo que no tardaría en romper en llanto – incluso pelear valía la pena si estabas conmigo- bufo una sonrisa y volvió a limpiarse las pestañas al terminar sentada con la espalda recargada sobre la piedra.
Te echo de menos- froto sus manos entre ellas mismas como si buscara limpiarlas, humedeciéndolas con algunas de las lágrimas que sin permiso recorrían la suave y tibia piel.- no es algo nuevo, lo sé- termino por reírse de aquello, alzando la mirada al cielo estrellado busco un bocado del aire Irlandés antes de volver la mirada al frente, entonces apoyar sus antebrazos contra sus rodillas dobladas. –pero tampoco voy al tanto de cómo dejar de hacerlo. – confeso sin intención de subir el volumen.
Me aceptaron en Julliard- lo que comenzó como una sonrisa termino por pellizcarle el labio inferior entre sus dientes buscando paralizar el temblor- todas las audiciones, la beca es mía si decido tomarla – agrego no con mejor humor, de pronto Nueva York ya no sonaba como el centro del mundo como siempre había sido, un punto o meta alcanzada, el sueño que había comenzado por ser de dos para convertirse en fantasía destruida de una.
Tendría que instalarme en algún piso y hacer todo lo que dijiste que haríamos… pero ya no estarás ahí- sus manos volvieron a frotarse entre ellas y entonces contra la chamarra masculina que Callahan vestía.
Necesito un instructivo para esto, un plan, una palmada en la espalda o un abrazo de esos que me dabas al final del día- pauso, rendida a buscar entre los bolsillos por la cajetilla de cigarrillos, de donde obtuvo uno de menos de la mitad que ya le quedaban. El fuego se convirtió en la única luz además de la luna en todo el lugar. – Nuestra cerveza al final del día- sus labios aun con el tabaco entre ellos se volvió una línea recta.
Necesito que vuelvas, enserio… podrías hacer eso por mí?. – Pidió con la inocencia pretendida de la que no era dueña, aunque a veces, cuando se trataba de él siempre aparecía.
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